Un Balance Temprano: las limitaciones de una crítica apresurada a la 4T

Jorge Puma

Después de dos años de gobierno de López Obrador y decenas de artículos de opinión, un grupo de académicos y ex funcionarios de las administraciones de la Transición comparten con el público una evaluación temprana de la Cuarta Transformación. Para cualquiera que lea regularmente El Universal, Nexos, Letras Libres o Etcétera los argumentos y los personajes congregados por el Instituto de Estudios de la Transición Democrática serán de sobra conocidos: poco hay de rescatable en la 4T y México se encuentra a las puertas de un gran retroceso en absolutamente todos los aspectos. Acaso lo novedoso del libro es que representa una de las primeras apologías del Pacto por México y un intento fallido de ir más allá de la diatriba estridente a la hora de cuestionar los motivos y resultados del actual gobierno. Además, a pesar de que algunas de las biografías de los autores del volumen colectivo están ligadas a un pasado en la izquierda reformista de los ochentas, la enorme mayoría de los argumentos del libro se alejan de lo que históricamente podría identificarse con la izquierda. Balance Temprano es un texto liberal y en muchos de los capítulos de un liberalismo elitista y defensor de la oligarquía en casi todas sus presentaciones (el empresariado, las elites académicas, la alta burocracia y la mítica clase media mexicana).

 El libro que pudo haber sido y no fue

 Si Balance Temprano se hubiera limitado a los textos de Rolando Cordera, Tonatiuh Guillen, Luis Giménez Cacho y Rafael Rojas estaríamos ante un crítica de la “izquierda democrática” de los límites de la 4T. El libro tendría 300 páginas menos y leeríamos una crítica a la que podríamos responder y dialogar desde la izquierda, del zapatismo al obradorismo. Para empezar porque la atinada crítica de Rolando Cordera a la ortodoxia fiscal permitiría construir una crítica de izquierdas desde donde impulsar al gobierno de López Obrador a hacer una apuesta por transformar radicalmente el país enfrentando a poderes facticos y las clases privilegiadas.

En el mismo sentido, Tonatiuh Guillen hace una crítica a la política frente a la migración centroamericana que hace sentido desde las izquierdas y, que por más que se obstina en culpar a la SRE, reconoce a regañadientes el diferencial de poder entre Mexico y Estados Unidos al tratar el tema migratorio. Lo mismo puede decirse del balance sobre sindicalismo y la reforma laboral que escribe Luis Emilio Giménez Cacho. Es casi como un texto de 1976 y de antes de la tercera vía, de esos tiempos en que varios de los autores militaban en la insurgencia obrera.

Por su parte, el diagnóstico de Rojas sobre el Estado cultural mexicano previo al 82 es muy cercano al que hacía Paco Ignacio Taibo II en los noventas cuando hablaba del toque de midas invertido: los teatros del seguro social, la gran producción editorial desde la SEP y el Fondo de Cultura Económica… todo eso que el neoliberalismo privatizó.  Aunque las distancias entre ambos diagnósticos son más que obvias al juzgar los últimos 30 años, hay espacio ahí para un debate constructivo. Alejado de la estridencia de casi todo el libro. El problema es que eso no es Balance Temprano.

“Lo único que nos redime es la idea misma…”: la pólvora mojada de la oposición

 Sorprende la ceguera total con que los autores del libro afrontan la impopularidad del régimen del Pacto por México. Es muy difícil atender sus críticas cuando estas parten de una defensa frontal de lo “obtenido” en el sexenio de Peña Nieto. En resumen, la queja es que sus voces no tienen la influencia que tenían. Hay una demanda de ser ellos la voz de la “sociedad civil” y mantener un poder de captura en las instituciones. El problema es que nadie votó por ellos, ¿cual es su legitimidad entonces?

Tomemos como ejemplo el texto de Gonzalo Hernández Licona, antiguo secretario ejecutivo del CONEVAL, quien fue desplazado luego de cuestionar la política de austeridad republicana. El capítulo es una defensa fuerte de la política social focalizada, a pesar de sus “imperfecciones”, sustentada en la mirada de un experto “apolítico” y un ataque a las transferencias directas que no reconoce su origen político. Un texto muy curioso, que no contiene ninguna nota que refiera a las fuentes que sustentan sus dichos. Un tema menor en un artículo de opinión, pero algo bastante raro si consideramos que el mérito del argumento depende de que reconozcamos al autor por su “expertise” y su uso de datos fiables. El problema, el lector no tiene ninguna manera de confirmar con fuentes los argumentos del autor. En esos términos nos quedamos con un mero argumento de autoridad.

Uno esperaría un poco más de los expertos de la transición en política ambiental. Sin embargo, más allá de denunciar una serie de problemas en los que todos estamos de acuerdo, Julia Carabias, Enrique Provencio, Arturo Azuela y Fernando Tudela hacen una defensa acrítica de intereses creados en la “sociedad civil” y la burocracia heredada de los sexenios pasados. Una defensa que pasa por un tedioso repaso de leyes y programas vistos desde la comoda realidad de la capital y las oficinas de gobierno. Eso sin hablar de que no logran explicar el salto argumentativo que dan entre problemas estructurales y la parte de culpa que pueda tener la actual administración en la atención de la cuestión ambiental. Por ejemplo, en el capítulo del cambio climático se vuelve a defender el Pacto por Mexico y a las compañías privadas de “energías limpias” sin tomar en cuenta lo político ni lo económico. ¿Qué tiene eso de izquierda democrática? Hay que reconocer que Fernando Tudela es el suficientemente honesto para reconocer que la política energética de la 4T afecta de manera colateral a las “energías limpias”. Sin embargo su texto es básicamente una defensa de las compañías extranjeras y sus intereses. Es un capítulo que usa un “posicionamiento progresista” sobre el cambio climático para diluir las culpas de las administraciones pasadas en la debacle de Pemex y CFE. Y remata con un “haiga sido como haiga sido” defendamos al “mercado verde” sin pensar en la soberanía.

Continuemos con el texto de Salomón Chertorivski, ex secretario de salud de Felipe Calderón y de desarrollo económico de Miguel Angel Mancera, sobre el manejo de la pandemia. Un corto ensayo que resume los fugaces aciertos del libro y sus pifias de fondo y forma combinados con la constante ausencia de una perspectiva de izquierda. El texto comienza con la pretensión de ser un análisis de política publica sustentado en datos y “mejores prácticas”. Hasta ahí el talante tecnocratico del argumento es tolerable y entendible, por más que no se vea que tiene eso de izquierda. Dejemos la discusión de la viabilidad de su receta sanitaria a los expertos en salud pública. El problema es que muy pronto el texto pasa de usar fuentes académicas a utilizar otras generadas en observatorios ad hoc auspiciados por ex funcionarios de las administraciones pasadas (Julio Frenk y la Universidad de Miami) de posturas francamente reaccionarias. Y si esto no fuera suficiente, el análisis de las medidas tomadas por las autoridades de salud de Chertorivski solo deja bien parados a los hospitales de alta especialidad, a los de los gobiernos de Jalisco y Nuevo León, y al hospital privado ABC. Es difícil no ver el sesgo partidista en lo que sigue. Sobre todo cuando de la nada, el especialista técnico recurre al innecesario golpe anti-comunista del tema de la presencia de los médicos cubanos en Mexico durante  la pandemia de Covid. Algo completamente tangencial a la argumentación que desarrolla en el resto de su ensayo, pero que emparenta su crítica con el liberalismo de la Guerra Fría aún vigente en Estados Unidos. Y aunque al final regresa el Chertorivski técnico y sensato, luego de los deslices anteriores, es complicado separarlo del político tecnócrata y anticomunista del que uno no sabe que parámetros comparativos usa o si sus datos son confiables.

Balance temprano culmina con el ensayo de Mariano Sáncez Talanquer, académico del CIDE, que en buena medida es lo que el libro pudo ser y no fue. Una crítica liberal dura a la 4T, pero que presenta una narrativa coherente. Su crítica al papel del ejército en la 4T es posiblemente el argumento más sólido del libro para inscribirse en algún tipo de izquierda. Y es una exposición que a pesar de ser solo 3 páginas es mucho mejor que el capítulo de Carlos Flores que solo reproduce la visión elitista y centralista producida en la Ciudad de México en el siglo pasado de una desmilitarización como subproducto de la «modernidad» mexicana. Aún así la idea de izquierda que Sánchez Talanquer bosqueja (defensa del medio ambiente, más impuestos, separación de poderes, estado tecnocratico) solo sería reconocible como izquierda en el Partido Demócrata de EEUU. Un reformismo que tiene sentido, si no fuera porque las anteriores 270 páginas están plagadas de defensas abiertas y veladas a la oligarquía y elites que hicieron de ese liberalismo una fachada.

¿Por qué fracasa Balance Temprano?

 Porque se trata de un libro que no trasciende los prejuicios y paradigmas de un sector de la elite de la academia y del servicio público federal mexicano. Porque la frase común de casi todos los autores es: en el pasado había fallas, errores y, tal vez, corrupción, pero… no por eso podemos eliminar lo construido. Como si eso hubiera aparecido por arte de magia y no en un proceso político en el que triunfaron los neoliberales. Sin un análisis histórico sustantivo, el mundo comienza en 2006 y 2018 para los autores de Balance Temprano.

Esa defensa por momentos vergonzante del pasado reciente lastrada de la arrogancia del “técnico” suena hueca cuando en vez de datos o ideas encontramos textos llenos de adjetivos, lugares comunes, capítulos sin referencias a fuentes y una sospechosa ausencia de mujeres. Tampoco se ve voluntad de dialogo cuando una crítica a la política de combate a la corrupción a la 4T es en realidad una defensa de los privilegios de clase de las élites en el sector privado y público. ¿Serán conscientes de cómo suenan?

Lo más complicado de discernir en los textos de #BalanceTemprano es donde termina la defensa de los espacios de poder e influencia de ciertas burocracias y grupos de presión y donde comienza la crítica sustentada en ciertas ideas y principios. Claramente, es una visión de la 4T a través de la pantalla de un Iphone.