Reseña del libro Economía Colombiana, una introducción crítica de Carlos Alberto Duque García

Edwin Andrés Martínez

  • Duque García, Carlos Alberto. Economía Colombiana. Una introducción crítica. Bogotá, Sképsi-Grupo Editorial Ibáñez, 2022.

El año pasado, entre los meses de Abril y Julio, Colombia asistió a una inédita oleada de protestas, no solo en las principales ciudades del país, sino también en los pequeños municipios y en el sector rural. La indignación ciudadana tomó las calles, luego del intento del gobierno Duque por aprobar una reforma tributaria que cargaba sobre los hombros de la clase trabajadora y las capas medias, el peso de la crisis económica derivada de la pandemia. A pesar de la fuerte represión que vivieron quienes participaron de las protestas, especialmente los y las jóvenes, la desesperación ante la situación económica y social que dibujaba un escenario de desempleo, hambre, pobreza y falta de oportunidades educativas, no disminuyó el entusiasmo huelguístico y, de esta forma, terminó de debilitarse la poca legitimidad y gobernabilidad que le quedaba al gobierno.

En gran medida, el reciente triunfo de la fórmula Petro-Francia en las pasadas elecciones, es el resultado del desgaste político de las élites que han gobernado al país durante buena parte de la historia republicana. Pero si ampliamos un poco más el arco histórico para comprender cómo se llegó a este triunfo de las fuerzas alternativas o progresistas, debemos reconocer que, luego de 30 años de las denominadas “reformas estructurales”, término eufemístico con el que se pretende normalmente edulcorar la ofensiva del capital contra el trabajo en el marco del nuevo patrón de reproducción del capital, el neoliberalismo, lo sucedido el año pasado es la coronación de un conjunto de contradicciones que se venían acumulando y desplegando de tiempo atrás y que, con la pandemia, han sido evidentes más claramente y para un conjunto más amplio de sectores sociales, lo cual condujo a que las consecuencias de estas contradicciones resultaran insostenibles e insoportables.

En especial, el rasgo más elocuente de los intereses de clase que representa el neoliberalismo como expresión del capitalismo realmente existente en Colombia, es el de la desigualdad y la exclusión. Desigualdad referida al aberrante índice de concentración del ingreso, uno de los más altos del mundo, que nos recuerda abrumadoramente que los frutos del crecimiento económico se quedan en muy pocas manos y nos conducen a pensar que la experiencia de vivir en Colombia es muy distinta para alguien radicado en la capital del país, quien ha logrado acceder a educación superior, llega a su casa y encuentra agua potable, entre otros mínimos materiales para tener una vida digna, frente a lo que cotidianamente vive un joven de Quibdó, de Uribia en La Guajira o lo que padece una mujer en algún municipio del Putumayo. Porque sí, es importante recordar que en pleno siglo XXI, el 40% de la población colombiana no tiene agua potable, el 60% de los jóvenes que termina el bachillerato no accede a la educación superior, el 50% de las familias colombianas no tienen vivienda propia, 87 niños y niñas menores de cinco años por cada 10.000 habitantes sufren de desnutrición aguda –principalmente en Vichada– y por cada 100 hombres en situación de pobreza hay 118 mujeres que padecen esta situación.

Este panorama desolador de profunda exclusión y desigualdad, contrasta con el paraíso que normalmente dibujan los libros de texto de economía colombiana, escritos por reputados economistas, muchos de los cuales han ostentado importantes cargos en la estructura del Estado –hasta el convicto Andrés Felipe Arias, célebre por haber entregado subsidios del programa Agro Ingreso Seguro a familias ricas, tiene su propio manual de Economía Colombiana–; así, varios de ellos, han sido directamente responsables del estado actual de cosas; en la práctica, sus manuales, además de ser un intento por defender un modelo económico en el cual creen con la fé que solo tienen los ayatolas del capitalismo, también es un mecanismo para autoexculparse del desastre que ellos mismos han ayudado a incubar.

En estos manuales, es común encontrar una visión idílica de lo que han sido las transformaciones económicas de los últimos 30 años y los “grandes logros” en materia de crecimiento económico y progreso social. Por ejemplo, en el famoso manual de Mauricio Cárdenas, ex ministro de Hacienda, se toma “un colombiano al azar”, es decir, un colombiano en promedio, que tiene 28 años en promedio, con 9.3 años promedio de estudio, que en promedio vive en la ciudad en un apartamento o casa, que en promedio vive 74 años, que en promedio vive en pareja pero no está casado, entre otros rasgos. Y así, con la escoba del promedio se arrojan debajo de la alfombra de estos manuales los profundos contrastes de la sociedad colombiana. Por ejemplo, mientras el 71% de los productores agrícolas viven en fincas de menos de cinco hectáreas que ocupan el 3% del área, el 0.2% de productores están en fincas de más de mil hectáreas y ocupan el 60% del área. Así las cosas ¿para qué engañarse con los promedios?

El mar de autocomplacencia de los autores de estos manuales, los llevó a plantearse la siguiente pregunta cuando los tomó por sorpresa el paro nacional de 2021: si la economía colombiana ha mostrado tanto dinamismo, si muchos salieron de la pobreza en los últimos treinta años, si la esperanza de vida en promedio ha aumentado, si el número de años de educación en promedio ha aumentado, si ahora la mayoría de colombianos tienen celular, en suma, si las actuales generaciones viven mucho mejor que sus padres o abuelos –a veces hasta nos recuerdan todas las limitaciones que padecían los seres humanos en la Edad Media para señalarnos cuánto hemos avanzado gracias a la economía de mercado–, entonces, si esto es así  ¿Por qué salieron a protestar el año pasado? ¿Cuál es el origen de la inconformidad si todo marcha muy bien en la línea del progreso nacional?

Pues bien, Economía Colombiana, una introducción crítica, libro de nuestro amigo y compañero de luchas Carlos Duque, gracias a la apuesta de la editorial Ibáñez y desarrollado en el marco de sus estudios de doctorado en Economía en la Universidad Autónoma Metropolitana en México, va en contravía de lo que los manuales de economía convencionales nos tienen acostumbrados y en contravía del paraíso que nos han querido dibujar los economistas al servicio del poder.

Como un reflejo de la evolución intelectual y política de Carlos, su libro nos permite hacer un recorrido por los rasgos estructurales de una economía capitalista dependiente como la colombiana, desarrollando una narrativa muy rigurosa y empíricamente sustentada, sacando de debajo de la alfombra todo lo que los defensores del estado de cosas vigente quieren ocultar: el carácter dependiente de la economía colombiana, el verdadero funcionamiento del mercado capitalista, la existencia de una sociedad de clases profundamente desigual –más allá del “colombiano promedio tomado al azar”, y que encuentra como explicación fundamental la explotación del trabajo y no la “diferencia de esfuerzos y habilidades”–, las dificultades que tienen las mujeres para lograr las mismas condiciones y oportunidades que los hombres, los retos que implica el cambio climático, el activo papel del Estado en pleno despliegue del neoliberalismo –a diferencia de la absurda narrativa según la cual el Estado es un obstáculo para el verdadero desarrollo capitalista, tan en boga en los discursos de los libertarios– así como la naturaleza de las crisis capitalistas y quién paga por ellas.

Para desarrollar este propósito, Carlos nos propone 7 capítulos divididos en tres partes, que van desde la macroeconomía del capital, en el que desarrolla una visión de conjunto no solo de la economía colombiana, haciendo una interpretación heterodoxa del PIB y los sectores que lo componen, sino también una visión panorámica de lo que nos va a ofrecer el conjunto de su obra, pasando por el estudio del mercado laboral colombiano, en el que realiza importantes reflexiones sobre el mundo del trabajo, la estructura de clase de la sociedad colombiana y el origen de las ganancias en el capitalismo, para posteriormente, ofrecernos en la segunda y tercera parte del libro una articulación entre el Estado, la política económica, el sector externo y las crisis.

Este complejo recorrido, realizado con maestría, claridad expositiva y amplio material empírico que ayuda a clarificar el sentido de las ideas expuestas, tiene como fundamento teórico un abordaje heterodoxo, alejado, como el mismo Carlos señala en la introducción al texto, del “paradigma neoclásico y neoinstitucionalista que domina la mayor parte de los textos sobre economía colombiana que circulan en el país”. Su apuesta teórica combina el marxismo heterodoxo moderno, la economía ecológica crítica y la economía feminista de ruptura, a lo que hay que agregar también el pensamiento económico y social latinoamericano, desde el estructuralismo hasta la teoría marxista de la dependencia, corrientes olvidadas –que no proscritas– en las facultades de economía del país.

Los alcances –y limitaciones– de esta combinación teórica, para nada arbitraria o expuesta como simple eclecticismo disparatado, podrán ser establecidos por las y los lectores del libro, quienes encontrarán una importante caja de herramientas para la aproximación a la economía colombiana, ya sea en el ámbito académico de la formación de economistas y demás profesionales de las ciencias sociales, o para la ciudadanía en general, desde los trabajadores organizados, hasta el variopinto conjunto de movimientos sociales. Economía Colombiana de Carlos permite dialogar con la diversidad de la sociedad colombiana.

Destaco como elemento central articulador del desarrollo teórico-conceptual y empírico del libro, la categoría de Metabolismo Social. Carlos nos recuerda que “La economía interactúa con su entorno natural a partir de flujos de materiales y energía, de los cuales depende para su continua reproducción. Dicha interacción se conoce como metabolismo social y está determinada histórica y culturalmente. Es decir, cambia con el tiempo y con las formas de organización económica”.

Este es uno de los grandes méritos del libro de Carlos, pues permite compatibilizar el estudio de las categorías de la economía, la creación del valor, su distribución y consumo, con la problemática ecológica, de modo que nos entrega insumos para comprender el alcance del vuelco climático global, que más allá de los ciclos naturales del planeta, está asociado no a la “acción del hombre”, como genéricamente se tiende a presentar, sino como consecuencia de la forma capitalista de organización de la producción y de la vida social. De hecho, el balance que nos presenta Carlos en su texto, permite comprender el pesimismo que nos caracteriza a quienes señalamos que difícilmente la crisis ecológica actual puede resolverse en el marco de la existencia del capitalismo. Además, desde el punto de vista del necesario diálogo entre la economía y otras disciplinas sociales, el texto deja atrás la unilateralidad que caracteriza buena parte de la bibliografía convencional y explora la interacción con la sociología, la historia, los estudios ambientales, entre otras ramas del saber social.

Así pues, como observarán los lectores, la apuesta de Carlos en el libro es innovadora y, de cierto, modo arriesgada, dado que intenta hacer un análisis de la totalidad social concreta colombiana, a partir de diversos referentes teóricos. Quizá, en nuevas ediciones del libro, que seguramente surgirán como consecuencia de la profundización de los estudios de Carlos, así como de los comentarios y balances que el entorno académico y social hará sobre él, se fortalecerá la conexión entre esta noción de metabolismo social con lo que nos puede decir la economía feminista de ruptura, dado que el despliegue de la crisis ecológica y en especial sus consecuencias, se viven de manera diferenciada dependiendo del género, no solo de la clase. También, vale la pena preguntarse hasta dónde es posible crear la conexión entre estas distintas vertientes teóricas con la teoría económica de Marx y su médula, la teoría del valor-trabajo, dado que la economía ecológica y la economía feminista de ruptura no hace explícita necesariamente su adscripción a una concepción del valor como la de Marx. En todo caso, y pensando preliminarmente, quizá algunas ideas provenientes de la economía ecológica puedan servir para profundizar –que no para resolver– la vieja discusión –aún abierta– sobre la distinción entre el trabajo productivo y el trabajo improductivo.

Mención aparte merece una reflexión acerca de hasta qué punto el libro que nos presenta hoy Carlos, en el que muestra las características del funcionamiento de la economía colombiana como una economía capitalista, nos permite concatenar este funcionamiento que responde a leyes, con la dinámica política cuya lógica está dominada por la contingencia. Es decir, ¿esta economía política y su metabolismo social, determinan totalmente la acción colectiva? ¿al escudriñar en las leyes de funcionamiento del capitalismo realmente existente en Colombia, se define la determinación en última instancia de la economía sobre la política, o se nos sugiere simplemente un marco, un contexto, en el que los actores sociales tienen una capacidad relativa de agencia?

Por supuesto, el texto de Carlos tiene un enfoque predominantemente de economía política y no tiene como propósito realizar un balance de los rasgos políticos de la sociedad colombiana ni establecer las posibilidades de alguna opción política en particular. Pero el texto sí está situado política e ideológicamente, como el mismo Carlos nos lo recuerda en su introducción, al decir que “el libro no asume una defensa a priori de las instituciones económicas y políticas fundamentales en Colombia y otros países: ni de los mercados, ni del sistema de empresa privada, ni del ordenamiento jurídico liberal. Tampoco se ofrece una defensa soterrada o implícita de las élites económicas y políticas que han dominado al país. Al contrario, a lo largo del libro hacemos explícitas nuestras críticas a dichas instituciones y grupos sociales, develando sus intereses materiales, contradicciones y límites históricos.”

Además, en los capítulos 6 y 7, donde aborda el asunto de la acumulación de capital en Colombia y las ondas largas y las crisis, el autor nos brinda unas sugestivas ideas que pueden servir de insumo para el debate sobre la influencia de los ciclos económicos sobre los ciclos de la política, los cambios en la correlación de fuerzas, las contradicciones al interior del bloque social dominante y los alcances y limitaciones de la movilización social. Así mismo, el texto permite alimentar el debate –también en el marco de la discusión sobre la relación entre economía y política– sobre la naturaleza del Estado capitalista, quizá matizando la idea de que este es solo la junta administradora de los intereses del capital, para reconocer, con Poulantzas y otros autores que aportaron elementos a la teoría marxista de la política, que dentro y por el estado hay lucha de clases, en suma, que el Estado es un campo en disputa en América Latina y Colombia.

Contra el economicismo y reduccionismo de clase típico del marxismo ortodoxo, pero también contra el relativismo y la idea de contingencia extrema que ofrece la teoría posmoderna más radical, tan en boga en estos días, para abordar la interacción entre economía y política el propio Marx nos aporta una salida en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.”

Para finalizar, solo me resta decir que, en este novedoso libro, Carlos Duque utiliza el arma de la crítica, para criticar al mediocre capitalismo realmente existente en Colombia y, al mismo tiempo, realiza la crítica de las armas, al desnudar la ideología y los intereses de clase que se esconden detrás de los manuales convencionales de economía colombiana y sus epígonos. Bienvenido sea Economía Colombiana una introducción crítica y bienvenidos sean los debates que este importante texto alimentará en la academia y en los movimientos sociales.