Reseña de Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina, de Pablo González Casanova

  • Pablo González Casanova, Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina, México, Akal, 2017, 667 pp. ISBN:978-607-97537-2-6.

                                                    Jaime Ortega Reyna[1]

La sociología como discurso crítico: ese quizá sería el título sintético de una de las obras más importantes que se han producido en la región latinoamericana: la obra de don Pablo González Casanova, sociólogo mexicano con una larga experiencia en el campo de la sociología, figura central para el pensamiento latinoamericano y personaje clave para la construcción de alternativas sociales.  

La editorial Akal ha publicado recientemente el primer tomo de sus “obras escogidas”, con el título “Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina”. A diferencia de la compilación hecha en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en esta ocasión se pretende dar cuenta de una trayectoria más amplia del trabajo teórico y político del sociólogo. Al igual que en aquella edición se presentan distintos segmentos de la obra a partir de nudos problemáticos específicos. Lo que tenemos entonces no es un orden cronológico de textos, sino la articulación de distintos problemas que se van desplegando en la obra, siendo los segmentos presentados parte de un recorrido más amplio.

La trayectoria intelectual de González Casanova, como se sabe, es de gran importancia. No sólo para la institucionalización o profesionalización de la sociología, sino además acompaña gran parte de las luchas de los pueblos tanto mexicano como de América Latina para conquistar la democracia y la dignidad. Ello no es un tema menor, pues demuestra que el ejercicio crítico e intelectual no tiene que estar confrontado con el cultivo del trabajo académico. El recorrido realizado por González Casanova afronta la tensión entre la toma de partido y el despliegue de la racionalidad. Su objetivo, en el mejor sentido, es el de transformar-interpretar.

Tanto el prólogo de Marcos Roitman titulado atinadamente “La ética del compromiso” como el epílogo del periodista Luis Hernández Navarro dan muestra de esta situación. Efectivamente, aunque la tensión de la que hablamos es permanente y González Casanova la vivió en carne propia en el periodo en el que ocupó la Rectoría de la Universidad Nacional, lo cierto es que su trayectoria es un ejemplo de las posibilidades de disponer de las herramientas de la razón humana a favor de los grupos y clases subalternas.

Ahora bien, para las más jóvenes generaciones de cientistas sociales es pertinente una obra como la que ahora reseñamos, ello por una razón fundamental: tras la denominada “crisis de los paradigmas” el discurso de González Casanova se presenta aún como una teoría fuerte. Contrario a cualquier coqueteo con el irracionalismo, el nihilismo o las muchas formas de relativismo; su obra se asienta en conceptos muy claros.

Como toda teoría fuerte ella tiene su aspiración en una finalidad que aunque clara, es también siempre inacabada: la conquista de la democracia. Es este el objetivo último de González Casanova, que la democracia sea un proceso producido a partir de la participación de los pueblos. En su obra este proceso puede denominarse de manera parcial como liberación y de manera totalizante democracia o como él la denomina: “Universal y no-excluyente”. En su definición esto es decisivo: no hay democracia sin justicia social, es decir, sin el logro de la liberación nacional. Esto lo ha colocado en sintonía con quienes consideran que la democracia no es una forma de ordenar y restringir la participación, sino un proceso de intervención y de conocimiento político de las sociedades. Por lo tanto, lo coloca en la acera de enfrente de los poderes vigentes, particularmente en su forma “neoliberal”, otro de los grandes temas a que el sociológico ha dedicado brillantes páginas. El combate de González Casanova desde los años ochenta se ubica aquí, en la crítica a la forma conservadora de entender la democracia.

Sin embargo, la epistemología de González Casanova debe buscarse en los elementos que articulan esta concepción de la democracia. El libro reseñado apuntala una dupla que permite articular esa epistemología: la cuestión del colonialismo interno y el de la sociología de la explotación.

El segmento de textos escogidos para dar cuenta de esta doble situación resulta de lo más productivos. Ello por varias razones, la primera de ellas es que nos va mostrando el peso y el paso del contenido de los conceptos que González Casanova va construyendo a través de su obra. Es decir, la antología funciona como una herramienta para observar las transformaciones y las continuidades. Sorprende ver por ejemplo que ya desde el trabajo de 1965 La democracia en México, González Casanova arriesga las hipótesis de la “sociedad plural” y del “colonialismo interno”, como una dupla inseparable y en tensión permanente. Ambas enmarcadas dentro de la lógica de comprensión del “marginalismo íntegro”. Con el uso de variables diversas, el autor demuestra esta situación de marginalidad de las poblaciones indígenas. Posteriormente el discurso del sociólogo busca menos la firmeza de esas variables, sino los efectos políticos, particularmente en la construcción de una sociedad plural y democrática, que tiene el colonialismo interno.

Esto último que afirmamos es perceptible a partir de que González Casanova se pregunta a propósito de la situación ya no de exclusión, sino de relación específica con las formas de dominación y particularmente con la noción de explotación. En una doble vía, la epistemología de nuestro autor camina por ambas bandas. Abreva de la situación de marginalidad y dominio a partir del concepto de colonialismo interno, pero encuentra que la explotación es la llave conceptual para entender la racionalidad de dicho colonialismo. El colonialismo interno no es un resabio, ni una rémora, sino una necesidad de la forma moderna de dominación: la explotación. Ello lo lleva a cuestionar por ejemplo los esquemas de las distintas vertientes de la teoría de la dependencia y también a trabajar con finura el concepto de explotación.

Insistiremos en la pertinencia del trabajo de selección que muestra estos tránsitos, donde González Casanova no renuncia a los conceptos anteriormente usados, sino que va dándoles contenido, ampliándolos según la apertura de la mirada y de los problemas. También en los trabajos seleccionados el autor confiesa algunas de sus deudas, como por ejemplo con la obra de Wright Mills o el impacto que tienen los procesos de descolonización en África y Asia.

El segundo pasaje, ya anunciado, es el del trabajo sobre la base de conjunto de relaciones que dan cabida a la explotación. Es este el trabajo quizás más denso de González Casanova. En el se juega tanto su aproximación al marxismo, como el empleo de otras teorías y de múltiples técnicas estadísticas. La explotación no se denuncia en un sentido moral, tampoco ideológico. Siendo fiel al espíritu científico de Karl Marx, lleva a su extremo la idea de hacer operacionalizable el concepto de explotación. Con él apuntala no sólo la dimensión relacional que ya dijimos arriba, sino también otras condiciones como son su calidad constitutiva del mundo moderno, su historicidad, su dimensión contradictoria. Finalmente apuntala que estos elementos tensados en la relación entre propietarios de fuerzas productivas que comandan despóticamente sobre el trabajo ajeno, es la base sobre la cual se deben discutir conceptos como el de poder o el de desarrollo.

Todo este despliegue conceptual es presentado en dos artículos cruciales incluidos en la antología: “La explotación global” publicado en Memoria y “El colonialismo global y la democracia” que aparece como capítulo de un libro coordinado junto a Samir Amin. En ellos González Casanova asume un discurso que pretende servir como una herramienta crítica de carácter global. Lo que demuestra es que la situación referida como “colonialismo interno” tiene que ver directamente con la forma global del capital. Así, las dinámicas específicas de las sociedades no escapan a una dinámica mundializada de explotación y transferencia de excedentes.

Así, González Casanova nos presenta un abanico amplio de posibilidades heurísticas. En la siempre tensa relación entre gobernantes y gobernados o entre dominantes y dominados, el sociólogo se coloca siempre al lado de los segundos. Parafraseando a Luis Hernández Navarro, podemos decir que la obra de González Casanova sirve para captar el devenir del tiempo de los pueblos que se enfrenta a las pesadas manecillas del reloj del poder.

[1] Doctor en Estudios Latinoamericanos.