Segunda parte del Prefacio de la tercera edición revisada y ampliada de Psicología de masas del fascismo

Reich y la persistencia del fascismo II

Raúl Soto

Aquí las páginas finales del Prefacio a la tercera edición revisada y ampliada de Psicología de masas del fascismo, escrito por Wilhelm Reich en 1942. El libro no fue publicado hasta 1946 en Nueva York por su editorial Orgone Institute Press y basado en algunas referencias contextuales sin duda Reich retocó el prefacio dicho año. La primera parte de mi traducción del prefacio fue publicada el 24 de noviembre de 2022.

Las páginas ahora traducidas incluyen nuevos conceptos reichianos, como por ejemplo la democracia del trabajo, desarrollados después de publicar Psicología de masas del fascismo en Alemania (1933), durante su exilio en Escandinavia y los EE UU. También demuestran el desengaño de Reich con la política oficial del Partido Comunista de Alemania y sus dirigentes, aunque no su renuncia al materialismo dialectico, ni a otros conceptos marxistas. Debemos contextualizar las prioridades del partido comunista alemán en su lucha contra la insurgencia nazi, pero eso no justifica la expulsión de Reich del partido en 1933. Sin embargo, algunos de los argumentos de Reich reflejan su desengaño y frustración personal. Si ataca el determinismo económico del partido, él no evita caer en un determinismo psicológico, relacionado con su concepto de la economía sexual. Los ataques contra las posiciones heterodoxas formaron parte de la historia de la Tercera Internacional y muchas veces no tuvieron un asidero ideológico coherente. Haciendo una analogía con el caso Reich, podemos mencionar las discrepancias entre la ortodoxia de Vittorio Codovilla, por un lado, y las ponencias preparadas por José Carlos Mariátegui, Julio Portocarrero, Hugo Pesce y Ricardo Martínez de la Torre, por el otro, en la I Conferencia Comunista de Buenos Aires (1929). Codovilla representaba el dogmatismo de la III Internacional, mientras que los peruanos presentaron un análisis marxista de la realidad nacional. Aunque Mariátegui no estuvo presente debido a su salud precaria, Pesce y Portocarrero ‒miembros del núcleo organizador del Partido Socialista del Perú‒ defendieron las ponencias “El problema de las razas en América Latina” y “Punto de vista antiimperialista” (Ver Alberto Flores Galindo: La agonía de Mariátegui: la polémica con la Komintern, 1980).

No he encontrado un cotejo de la versión original alemana (1933) con la estadounidense de 1946, aunque en estas páginas el pensador austriaco es claro en la reformulación de algunas categorías marxistas, tratando de erigir un marco conceptual de la psicología de masas basado en su controvertida hipótesis de la energía orgón. No obstante, Reich mantiene el concepto de la conciencia falsa para explicar por qué también las clases trabajadoras apoyan el fascismo.

En mi traducción del inglés he mantenido las cursivas y comillas de Reich. En los corchetes interpolo información de contexto.

Conceptos reichianos tomados de su libro:

Análisis del carácter (Character analysis): una modificación de la técnica psicoanalítica del análisis de síntomas, por la inclusión del carácter en el proceso terapéutico.

Estructura del carácter (Character structure): La estructura típica del individuo, sus estereotipos al actuar y reaccionar. Este concepto es funcional y biológico y no un concepto estático ni moralista.

Biopatía (Biopathy): un desorden del organismo derivado de la perturbación de las pulsiones biológicas.  

Democracia del trabajo (Work-democracy): No es un sistema ideológico, tampoco un sistema político. Es la suma de todas las funciones gobernadas por las relaciones racionales entre las personas.

Economía sexual (Sex-economy): regulación de la energía biológica o la economía de la energía sexual del individuo.

Orgón (Orgone): Energía cósmica primordial. Bioenergía en los organismos vivos.

Política sexual (Sex Politics): aplicación práctica de los conceptos de la economía sexual en la sociedad y a nivel de las masas. Fue uno de los aportes de Reich a los movimientos comunistas de Austria y Alemania entre 1927 y 1933.

Sexpol: Nombre de la organización comunista alemana relacionada con la política sexual de las masas.

Prefacio a la tercera edición revisada y ampliada II

Wilhelm Reich

El libro Psicología de masas del fascismo fue pensado durante los años de la crisis alemana: 1930-1933. Fue escrito en 1933. La primera edición apareció en septiembre de 1933 y la segunda en abril de 1934, en Dinamarca.

Han pasado más de diez años desde entonces. La denuncia de la naturaleza irracional de la ideología fascista muchas veces recibió un reconocimiento entusiasmado de los diferentes campos políticos, pero no estaba fundado en un conocimiento cabal, por lo que no condujo a una acción apropiada. Copias del libro ‒a veces usando seudónimo‒ cruzaron la frontera alemana en grandes cantidades. Tuvo una buena recepción por parte del movimiento revolucionario alemán y sirvió por años de contacto con el movimiento antifascista alemán.

Los fascistas [nazis] prohibieron el libro en 1935, junto a todos los libros acerca de psicología política [incluidos ¿Que es conciencia de clase? y Materialismo dialectico y psicoanálisis de Reich]. Extractos fueron publicados en Francia, EE UU., Checoslovaquia, Escandinavia y otros países, también fue discutido en artículos. Solo los socialistas de partido, que veían todo desde un punto de vista económico y los dirigentes políticos asalariados, quienes controlaban los órganos del poder político, no lo entendieron y todavía no lo entienden. Por ejemplo, en Dinamarca y Noruega, fue duramente atacado y denunciado por los líderes del partido comunista como “contrarrevolucionario”. Por otro lado, es irónico que los jóvenes de los grupos fascistas sí entendieron la explicación sobre la economía sexual y la naturaleza irracional del racismo.

En 1942, alguien me sugirió traducir el libro al inglés. Entonces tuve que evaluar si el libro tenía vigencia después de diez años de haberlo escrito. El resultado de esta evaluación refleja la estupenda revolución en el pensamiento que ha ocurrido en los últimos diez años. Es también un examen de la validez de la sociología económica-sexual y su influencia en las revoluciones sociales de nuestro siglo [XX]. No había revisado el libro por muchos años. Cuando empecé a corregirlo y ampliarlo me sorprendí de los errores conceptuales cometidos hace quince años, debido a las revoluciones del pensamiento sucedidos y por la tremenda presión impuesta por el fascismo en las ciencias.

Para comenzar, puedo celebrar un gran triunfo. El análisis de la economía sexual de la ideología fascista no solo ha resistido la crítica del tiempo: sus puntos esenciales han sido corroborados por los acontecimientos de los últimos diez años. Ha sobrevivido la caída de la teoría puramente económica, la concepción vulgar del marxismo, con la cual los partidos marxistas germanos trataron de enfrentar el fascismo. Publicar una nueva edición después de diez años de la primera dice mucho del libro. Ninguno de los escritos marxistas de la década de 1930, cuyos autores atacaron la economía sexual, pueden decir lo mismo.

Mi revisión del libro original refleja la revolución en mi pensamiento.

Alrededor de 1930 no tenía idea de las relaciones naturales y democráticas del trabajo entre hombres y mujeres. Las ideas incipientes de la economía sexual en la formación de la estructura humana fueron insertadas en el marco intelectual de los partidos marxistas. En esa época, yo era un miembro activo de las organizaciones culturales liberales, socialistas y comunistas y estaba obligado a usar conceptos marxistas convencionales en mis trabajos acerca de la economía sexual. Incluso tuve discusiones con varios funcionarios del partido acerca de la tremenda contradicción entre la sociología de la economía sexual y el economicismo vulgar. Como aún creía en la naturaleza científica fundamental de los partidos marxistas, me era difícil comprender por qué los dirigentes del partido atacaban con virulencia los alcances sociales de mi trabajo médico, precisamente cuando masas de obreros, empleados, pequeños comerciantes, estudiantes, etc. acudían a las organizaciones de educación sexual para obtener conocimientos. Nunca olvidaré al “Profesor rojo” de Moscú, a quien ordenaron asistir en 1928 a una de mis conferencias en Viena y refutarme usando la “línea del partido”. Este profesor declaró, entre otras cosas, que “el complejo de Edipo no tenía sentido”, que algo así no existía. Catorce años después, sus camaradas rusos se desangraron hasta morir bajo los tanques de los soldados alemanes esclavizados por el führer.

Uno de verdad hubiera deseado que los partidos clamando pelear por la libertad humana estuvieran contentos por los resultados de mi trabajo político y psicológico. Los archivos de nuestro instituto demuestran que fue lo opuesto. Cuanto mayor eran los efectos sociales de nuestro trabajo en la psicología de masas, peor eran las medidas adoptadas por los oficiales del partido. En los años 1929 y 1930, los social-demócratas austriacos cerraron las puertas de sus organizaciones culturales a las conferencias de nuestra organización [la Sociedad Socialista de Educación e Investigación Sexual]. En 1932, sin hacer caso a la fuerte protesta de sus miembros, las organizaciones socialistas y comunistas prohibieron la distribución de las publicaciones de la Editorial para Política Sexual [Sexpol-Verlag], ubicada en Berlín. A mí me amenazaron con fusilarme ni bien los marxistas tomaran el poder en Alemania. Ese mismo año, las organizaciones comunistas alemanas cerraron las puertas de sus locales a los médicos que defendían los principios de la economía sexual. Esto también lo hicieron oponiéndose al deseo de los militantes. Fui expulsado de dichas organizaciones, acusado de introducir la sexología en la sociología y por haber demostrado cómo afecta la formación de las estructuras sociales. Entre los años 1934 y 1937, siempre fueron los burócratas del partido comunista los que alertaron a los círculos fascistas de Europa de los “peligros” de la economía sexual. Esto puede ser probado con documentos. Las publicaciones sobre la economía sexual fueron detenidas en la frontera soviética, al igual que innumerables refugiados tratando de salvarse del fascismo alemán. Eso no tiene ninguna justificación.

Estos hechos, que me parecieron irrelevantes durante esos años, se aclararon mientras revisaba Psicología de masas del fascismo. La teoría de la economía sexual y biológica había sido comprimida dentro de la terminología del marxismo vulgar, como un elefante dentro de una madriguera de zorros. Ya en 1938, mientras revisaba mi libro La lucha sexual de los jóvenes, me di cuenta de que cada término de la economía sexual conservaba su significado después de ocho años, mientras que cada consigna del partido incluida en el libro se había convertido irrelevante. Lo mismo sucede con la tercera edición de Psicología de masas del fascismo.

En general, hoy está claro que el “fascismo” no es el acto de un Hitler o un Mussolini, sino la expresión de la estructura irracional de las masas. Esta más claro hoy que hace diez años que la teoría racial es misticismo biológico. Tenemos también un mayor conocimiento a nuestro alcance, lo que nos permite entender las ansias orgásmicas del ser humano, y hemos empezado a comprobar que el misticismo fascista es ansia orgásmica, reprimida por una distorsión mística y por las inhibiciones de la sexualidad natural. Las ideas de la economía sexual sobre el fascismo tienen mayor validez que hace diez años. Por otro lado, las consignas marxistas partidarias usadas en el libro [de 1933] han debido ser eliminadas y reemplazadas con nuevos conceptos.

¿Significa esto que la teoría económica marxista es fundamentalmente falsa? Me gustaría contestar esta pregunta con unos ejemplos. ¿Es el microscopio de la época de Pasteur o la bomba de agua construida por Leonardo da Vinci “falso”? El marxismo es una teoría científica de la economía, originada en las condiciones sociales del principio y mitad del siglo XIX. Pero el proceso social no se detuvo ahí, continuó en el proceso completamente diferente del siglo XX. En este nuevo proceso social encontramos las características esenciales que existieron en el siglo XIX, al igual que encontramos la construcción rudimentaria del microscopio de Pasteur en uno moderno o el principio básico de da Vinci en el sistema moderno de distribución del agua. Sin embargo, el microscopio de Pasteur ni la bomba de agua de Leonardo da Vinci serían útiles hoy. Se han vuelto obsoletos como resultado de nuevos procesos y funciones coherentes con nuevas concepciones y tecnologías. Los partidos marxistas de Europa fracasaron y quedaron en nada (no me regodeo al decirlo) porque trataron de entender el fascismo del siglo XX, que era completamente nuevo, con ideas del siglo XIX. Perdieron el ímpetu como organizaciones sociales porque fracasaron por mantener viva y desarrollar las posibilidades vitales inherentes a toda teoría científica. No me arrepiento de haber pasado muchos años como médico militante en organizaciones marxistas. Mi conocimiento de la sociedad no deriva de los libros, básicamente fue adquirido por haber participado en la lucha de las masas por una existencia libre y digna. De hecho, mis mejores ideas sobre la economía sexual las obtuve de los errores de pensamiento de las mismas masas, o sea, los mismos errores que las prepararon para la plaga fascista. Pude conocer como médico al trabajador internacional y sus problemas de manera que ningún político de partido lo hubiese conocido. El político de partido solo vio a “la clase trabajadora”, a quien quería “insuflar una conciencia de clase”. Yo vi al hombre como a una criatura que había sido dominado por las peores condiciones sociales posibles, condiciones creadas por él mismo y las llevaba dentro como parte de su carácter y de las que trataba de liberarse en vano. La brecha entre las ideas puramente económicas y las bio-sociológicas se convirtió infranqueable. La teoría del “hombre de clase”, de un lado, se enfrentaba a la naturaleza irracional de la sociedad del hombre “animal”, en el otro.

Hoy todos saben que las ideas económicas marxistas de alguna manera se han infiltrado e influido el pensamiento del hombre moderno, pero muchas veces los economistas y sociólogos no son conscientes del origen de sus ideas. Conceptos como “clase”, “ganancia”, “explotación”, “conflicto de clase”, “mercancía” y “plusvalía” se han convertido en conocimiento corriente. Por eso, hoy no hay un partido que pueda ser considerado el heredero y representante viviente de la riqueza científica del marxismo, relacionada con los hechos actuales del desarrollo sociológico y no con consignas que no corresponden a la realidad.

Entre 1937 y 1939, el nuevo concepto económico sexual fue desarrollado: la democracia del trabajo. La tercera edición de este libro incluye los puntos principales de este nuevo concepto sociológico y contiene los mejores, y todavía válidos, conceptos sociológicos del marxismo. También toma en cuenta los cambios sociales del concepto “trabajador” ocurridos en los últimos cien años. Lo sé por experiencia propia que “los únicos representantes de la clase trabajadora” y los antiguos y nuevos “dirigentes del proletariado internacional” se opondrán a este concepto actualizado del trabajador, acusándonos de “fascista”, “trotskista”, “contrarrevolucionario”, “hostil al partido”, etc. Las organizaciones de trabajadores que excluyen a los negros y practican el hitlerismo no merecen llamarse creadores de una sociedad nueva y libre. El hitlerismo, sin embargo, no se circunscribe al partido nazi ni a Alemania, se infiltra en las organizaciones de los trabajadores, así como en círculos liberales y democráticos. El fascismo no es un partido político sino un concepto especifico de la vida y una actitud hacia el ser humano, el amor y el trabajo. Esto no significa que las políticas de los partidos marxistas de antes de la guerra [1939] sean irrelevantes y no tengan futuro. Así como el concepto de energía sexual fue rechazado por las organizaciones psicoanalíticas, solo para reaparecer fresco y fortalecido en el concepto de orgón; también el concepto del trabajador internacional perdió su significado en la praxis de los partidos comunistas y fue rescatado en el marco teórico de la sociología económica sexual. Ya que las actividades de los economistas sexuales solo son viables dentro del marco del trabajo socialmente necesario y no de la vida reaccionaria, mistificada e inútil.

La sociología económica sexual nació del esfuerzo de harmonizar las ideas profundas de Freud con la teoría económica de Marx. Los procesos instintivos y socioeconómicos determinan la existencia humana. Pero debemos rechazar los intentos eclécticos de combinar arbitrariamente “instinto” y “economía”. La sociología económica sexual disuelve la contradicción del psicoanálisis por haber olvidado el factor social y del marxismo, que el ser humano es un animal. Como lo he dicho en otro lugar: el psicoanálisis es la madre y la sociología el padre de la economía sexual. Pero un hijo es más que la suma total de sus padres. Es una criatura nueva e independiente, es la semilla del futuro.

De acuerdo con el nuevo concepto económico sexual de “trabajo”, he hecho algunos cambios en la terminología del libro. Los conceptos “comunista”, “socialista”, “conciencia de clase”, etc., han sido reemplazados por términos específicos psicológicos y sociológicos, como “revolucionario” y “científico”. Lo que importa es una “revolución radical”, la “actividad racional”, “llegar a la raíz de las cosas”.

Se ha tomado en consideración el hecho de que hoy no son los partidos comunistas o socialistas sino, en contradicción a ellos, muchos grupos apolíticos y clases sociales de diferentes tendencias políticas los que se están convirtiendo más y más revolucionarios, es decir, se están esforzando por conseguir un orden nuevo y racional. Se ha convertido en parte de nuestra conciencia social universal ‒y hasta los viejos políticos burgueses lo dicen‒ que, como resultado de la lucha contra la plaga fascista, el mundo se encuentra en el proceso de una agitación revolucionaria internacional. Las palabras “proletariado” y “proletario” fueron acuñados hace más de cien años para denotar a una clase completamente defraudada y condenada a una masiva pauperización. Sin duda, dichas categorías existen hoy, pero los nietos del proletariado del siglo XIX se han especializado y desarrollado técnicamente, se han convertido en trabajadores industriales indispensables y conscientes de su destreza. El concepto “consciencia de clase” ha sido reemplazado por “consciencia de mis propias habilidades” o “responsabilidad social”.

En el marxismo del siglo XIX, la “consciencia de clase” era un concepto restringido a los trabajadores manuales. Los que trabajaban en otras ocupaciones, es decir, labores sin que la sociedad no podía funcionar, eran llamados “intelectuales” o “pequeña burguesía” y eran considerados adversarios del “proletariado o trabajadores manuales”. Esta yuxtaposición esquemática y ahora obsoleta jugó un papel esencial en la victoria del fascismo en Alemania. El concepto “consciencia de clase” no es solo restringido, no abarca la estructura de los trabajadores manuales. Por esta razón, “trabajador industrial” y “proletariado” han sido reemplazados por los términos “trabajo vital” y el trabajador”. Estos dos términos incluyen a todos los que realizan trabajos vitales para la existencia de la sociedad. Además de los trabajadores industriales, incluye a médicos, profesores, técnicos, trabajadores de laboratorios, administradores sociales, granjeros, científicos, etc. Esta nueva concepción cierra la brecha que contribuyó en gran medida a la fragmentación de la sociedad trabajadora y, en consecuencia, condujo al fascismo, tanto negro y rojo.

Debido al desconocimiento de la psicología de masas, la sociología marxista enfrentó a la “burguesía” contra el “proletariado”. Esto es incorrecto desde el punto de vista psicológico. La estructura del carácter no se restringe a los capitalistas, es prevalente entre los trabajadores de todas las ocupaciones. Existen capitalistas liberales y trabajadores reaccionarios. No hay “distinciones de clases” cuando se trata del carácter. Por esa razón, los conceptos puramente económicos de “burguesía” y “proletariado” fueron reemplazados por los conceptos de “reaccionario” y “revolucionario” o “pensante libre”, que se relacionan al carácter de la persona y no a su clase social. Estos cambios no los impuso la plaga fascista.

El materialismo dialectico delineado por Engels en su Anti-Dühring se convirtió en un funcionalismo energético. Este desarrollo fue posible gracias al descubrimiento de la energía biológica: el orgón durante los años 1936-1938 [Reich se refiere a su teoría controvertida]. La sociología y la psicología adquirieron una sólida base biológica. Dicho desarrollo fue primordial en nuestro pensamiento. Nuestra amplitud de ideas cambiaron los viejos conceptos, los nuevos reemplazaron a los que habían dejado de ser válidos. El término marxista “consciencia” fue sustituido por “estructura dinámica”; “necesidad” por “procesos del instinto orgonónico”; “tradición” por “rigidez biológica y caracterológica”, etc.

El concepto marxista vulgar de “empresa privada” fue completamente malentendido por la irracionalidad del hombre; se entendió que el desarrollo liberal de la sociedad descartaba cada posesión personal. Sin duda, esto fue ampliamente explotado por los políticos reaccionarios. Es obvio que el desarrollo social y la libertad individual no tienen nada que ver con la abolición de la propiedad privada. El concepto de Marx de la propiedad privada no se refería a las camisas, pantalones, máquinas de escribir, papel higiénico, libros, camas, ahorros, casas, etc. Este concepto fue usado exclusivamente en referencia a la propiedad privada de los medios sociales de producción, es decir, los medios de producción que determinan el curso general de la sociedad. La “socialización de los medios de producción” se convirtió en una pesadilla precisamente porque la confundieron con la “expropiación personal” de pollos, camisas, libros, residencias, etc., en conformidad con la ideología del expropiado. En el curso del siglo pasado [XIX] la nacionalización de los medios sociales de producción comenzó en todos los países capitalistas, más en algunos, menos en otros.

Puesto que la estructura del trabajador y su capacidad para la libertad estaban demasiado inhibidas y no le permitieron adaptarse al rápido desarrollo de las organizaciones sociales, fue el estado que llevó a cabo esos actos reservados para la comunidad del trabajador. En cuanto a la Unión Soviética, la supuesta ciudadela del marxismo, no se puede hablar de la “socialización de los medios de producción”. Los partidos marxistas simplemente confundieron “socialización” con “nacionalización”. Se ha demostrado en esta guerra reciente [la Segunda Guerra Mundial] que el gobierno de los Estados Unidos también tiene la jurisdicción y los medios para nacionalizar las industrias pobremente administradas. Una socialización de los medios de producción, su transferencia de los dueños individuales privados a la propiedad social suena menos horrible cuando uno se da cuenta que hoy, como resultado de la guerra, solo quedan pocos dueños independientes en los países capitalistas, mientras existen muchos fideicomisos del estado. Asimismo, las industrias sociales en la Rusia Soviética no son administradas por sus trabajadores sino por funcionarios del estado. La socialización de los medios sociales de producción social no será factible hasta que las masas de los trabajadores se hayan convertido estructuralmente maduras, o sea, conscientes de su responsabilidad para administrarlas. La gran mayoría de las masas no lo desea ni está madura para ello. Además, la socialización de las grandes industrias, bajo la administración exclusiva del trabajador manual, excluyendo a técnicos, ingenieros, directores, administradores, distribuidores, etc. es sociológica y económicamente insensata. Hoy dicha idea es rechazada por los mismos trabajadores manuales. Si ese fuera el caso, los partidos marxistas ya habrían conquistado el poder en todo el mundo.

Esta es la explicación esencialmente sociológica del hecho de que las empresas privadas del siglo XIX se estén convirtiendo más y más en una economía planificada del estado capitalista. Debe decirse claramente que el socialismo no existe ni en la Rusia Soviética, sino un estado capitalista rígido, en el sentido marxista estricto. De acuerdo con Marx, la condición social del “capitalismo” no deriva, como cree el marxismo vulgar, de la existencia de capitalistas individuales sino de la existencia específica de “modos capitalistas de producción”. Resumiendo, deriva de la economía de intercambio y no de la economía del uso, del trabajo remunerado de las masas y del superávit de la producción. Este superávit se acumula para el estado encima de la sociedad o para los capitalistas debido a su apropiación de la producción social. En el sentido marxista estricto el sistema capitalista continúa existiendo en Rusia. Y continuará existiendo hasta que las masas estén motivadas irracionalmente y deseen una autoridad como ahora.

La estructura psicológica de la economía sexual agrega al punto de vista económico de la sociedad una nueva interpretación del carácter humano y la biología. La erradicación de los capitalistas y el establecimiento del capitalismo de estado en Rusia, en lugar del capitalismo privado, no ha efectuado el mínimo cambio en el típico, indefenso y servil carácter de las masas.

Es más, la ideología política de los partidos marxistas europeos se basó en las condiciones económicas especificas a un periodo de casi doscientos años, del siglo XVII al XIX, cuando las máquinas fueron inventadas. El fascismo del siglo XX, por otro lado, planteó las preguntas básicas acerca del carácter del hombre, el misticismo humano y el deseo de una autoridad, que cubrió un periodo cuatro a seis mil años. Aquí, también, el marxismo vulgar trató de meter un elefante en la madriguera del zorro. La estructura humana que le concierne a la sociología económica sexual no evolucionó en los últimos doscientos años, por el contrario, refleja la civilización patriarcal autoritaria que se remonta a miles de años. En efecto, la economía sexual sostiene que los excesos abominables de la era capitalista de los últimos trescientos años (el imperialismo depredador, la defraudación del trabajador, la dominación racial, etc.) fueron posibles solo porque la estructura humana de las masas ignorantes que han sufrido todo esto se convirtieron en dependientes de la autoridad, incapaces de ser libres y subyugadas al misticismo. El hecho de que esta estructura no sea inherente al ser humano sino inculcada por medio de las condiciones sociales y el adoctrinamiento no cambia sus efectos para nada, pero sí apunta a una salida llamada reestructuración. Si ser radical significa “llegar a la raíz de las cosas”, entonces el punto de vista de la biofísica económica sexual es, en el sentido estricto y positivo de la palabra, infinitamente más radical que el marxismo vulgar.

En consecuencia, las medidas sociales de los últimos trescientos años no pueden hacer frente a la pestilencia masiva del fascismo, ni un elefante (seis mil años) puede ser metido a la fuerza en la madriguera de un zorro (trescientos años).

Por lo tanto, el descubrimiento de biología natural de la democracia del trabajo debe ser considerada la respuesta al fascismo en las relaciones humanas a nivel internacional. Esto será verdad, así ningún economista sexual, biofisicista orgónico o trabajador de la democracia del trabajo contemporáneo viva para ver su completa realización y la victoria sobre la irracionalidad en la vida social.

Wilhelm Reich

Maine, agosto 1942

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