Recepción de la obra de José Revueltas

Edith Negrín, UNAM.

Ustedes, estimados integrantes de la Revista Intervención y Coyuntura, preguntan de varias formas sobre la falta de difusión de la obra literaria de Revueltas, por parte de la crítica, y sobre los ataques que recibió dicha obra. No es una interrogación simple y la idea de la obra marginada y atacada por ese fantasma abstracto, llamada “la crítica”, se ha convertido en lugar común. En realidad estamos ante un problema complejo. Hace falta un repaso, aunque sea breve y muy simplificado, para comprender la evolución en la obra literaria de Revueltas, en consonancia con su biografía; y poder señalar así diversos momentos de la recepción de su escritura. Sin embargo, todos los comentarios van después de asumir una premisa básica, que el autor sin duda amaba con pasión la literatura, ponía su escritura en un segundo lugar; el primero fue siempre la militancia política.

Nacido el año de 1914 en Durango, durante la etapa armada de la Revolución mexicana, circunstancias familiares que implican pérdida paterna y problemas económicos, obligan al escritor muy pronto a dejar la escuela y empezar a trabajar. No habían tenido que hacerlo así sus hermanos que habían estudiado en el Colegio Alemán. Ya inserto en el mundo de trabajo informal, desde la adolescencia, inició José Revueltas su formación cultural autodidacta, a través de múltiples lecturas. El contacto con compañeros de más edad, fortaleció su vocación como militante por el cambio social, ya despertada desde niño ante el ejemplo de su hermano Silvestre. Su inclinación a la labor política desde la izquierda, lo llevó, como es bien sabido, a padecer diversas formas de represión por parte del estado, incluida la cárcel. varias veces. Lo condujo asimismo a graves enfrentamientos con sus correligionarios. Su trabajo político, asumido de tiempo completo, estuvo siempre imbricado con su otra gran vocación, la escritura. Sus escritos ensayísticos son otra forma de militancia. Y sus obras literarias, donde emerge la libertad de su interior, revelan a veces la coincidencia de su doble pasión política-literatura, y a veces la contradicción entre ambas.

Revueltas sabía que su actividad militante germinaba su obra literaria. Ya en la madurez, en 1975, dijo a Elena Poniatowska: “Proust vivió la vida como una experiencia literaria, Malraux vive la política como un pretexto literario […] Creo que mi experiencia humana me sirve mucho; creo que es insustituible. ¿Cómo conozco a la gente si no es a través de la política? ¿Cómo la conozco si no es al frente de un sindicato o dirigiendo una huelga?” A estas alturas el escritor ya contaba con 61 años y moriría un año después. Sin embargo, reitero: una ojeada a su trayectoria vital y su producción nos deja claro qué si bien estuvo su vida estuvo vertebrada por la práctica política y la literaria, la vinculación entre ambas prácticas no siempre fue armoniosa, a veces llegó a ser desgarradora.

 

Los prometedores inicios

 

En los inicios de Revueltas como escritor él decidió no estar dentro del campo cultural, sino en el activismo cotidiano. Entregado de tiempo completo a interminables reuniones, a veces hacer pintas por las noches, labores de organización de obreros en campesinos, propaganda en distintos niveles, escritura de folletos y volantes, el joven José reservaba sus lecturas y su escritura de ficción para sus escasos ratos libres y por supuesto no en las condiciones más propicias. Dado su alejamiento del campo cultural, no extraña que sus textos iniciales suscitaran poca atención.

No había cumplido aún 15 años cuando conoció la prisión. En 1929 fue aprehendido por participar en un mitin y pasó varios meses en un reformatorio juvenil.  Años después recuperaría esta experiencia en el relato “El quebranto” –incluido en Dios en la tierra (1944). El principio de “El quebranto” había aparecido en la revista Taller, con el carácter de primer capítulo de una novela, en 1939. Curiosamente, antes de ser publicado, en 1938, el fragmento mereció un elogioso comentario de Efraín Huerta, quien había tenido acceso a una versión inédita; el texto del poeta apareció en El nacional. Más adelante Revueltas sostendría que la novela le fue robada y el fragmento, ya como relato, no se publica sino hasta 1944. También en 1938 empieza a dar a la luz artículos periodísticos y algunos otros relatos.

            En 1930 Revueltas ingresa al Partido Comunista Mexicano, entonces proscrito, y las experiencias que ahí vive dejan una huella profunda en su visión del mundo y su literatura.  En 1932 fue deportado al que era en ese tiempo el penal de las Islas Marías; permaneció ahí cinco meses y fue liberado por ser menor de edad. De nuevo en 1934, a causa de su participación en huelgas agrícolas vuelve como prisionero a las Islas y sale en 1935. Sus experiencias en este presidio inspiran su primera novela, Los muros de agua, aparecida en 1943, Es necesario apuntar que en esta obra, el joven narrador permite apreciar su fe en el PCM, su creencia en la honestidad de los militantes, y en un futuro comunista fraternal. La novela, un tanto maniqueísta, no recibió críticas negativas por parte de sus compañeros, y apenas atención por parte de la crítica cultural.

Fue con su segunda novela, El luto humano aparecida en 1943, que José Revueltas empezó a ser conocido en el ámbito literario. Antes de ser publicada la obra obtuvo el Premio Nacional de Literatura. La excelencia de esta narración, que ofrece un impresionante mural de la historia de México en el siglo xx, y representa un cambio formal respecto de la novela de la revolución mexicana, fue reconocida de inmediato por Octavio Paz, en la revista argentina Sur. El futuro autor de El laberinto de la soledad consideraba que el narrador iba a renovar la novela mexicana; pero que su juventud se traducía en defectos en la escritura.

Ese mismo año Revueltas es expulsado del Partido Comunista Mexicano. De igual manera, sería echado posteriormente a lo largo de su existencia, de otras organizaciones políticas, incluso algunas de las que había sido fundador. Su naturaleza radicalmente libertaria y antidogmática, con un toque del mejor anarquismo, lo llevaba a separarse de muchos de sus correligionarios. Y su proyecto vital, participar en el cambio social hacia el socialismo, pero a través de una organización democrática, por lo general lo enemistaba con las dirigencias.

El premio a El luto humano deja ver que la literatura revueltiana hasta el momento no había sido objeto de opiniones negativas, por parte de la crítica que podría llamarse canónica.

 

Las novelas políticas y la opinión adversa de los camaradas.

José Revueltas no sólo conoció las cárceles físicas. De su obra puede deducirse que el cerco representado por la privación del espacio político, a veces del espacio vital, a que fueron sometidos los comunistas, fortaleció el cerco mental del dogmatismo. De ahí que en las novelas y relatos revueltianos predominen los encierros y las tinieblas. Tal vez la vida cotidiana bajo la amenaza constante de la represión, en los años de clandestinidad del PCM, generó militantes como muchos de los personajes del autor: recelosos, poco fraternales, deshumanizados.

            En 1934 finalizó oficialmente la ilegitimidad del partido comunista, pero no ocurrió lo mismo con la prisión del dogma. Revueltas tematiza este tema en su primera gran novela política, Los días terrenales(1949). Aunque sigue creyendo en el partido como la forma superior de organización, indispensable para dirigir a la clase obrera, ya pone en sus páginas la debilidad política del Partido Comunista Mexicano, sus luchas y divisiones internas, las frecuentes expulsiones de militantes. Pone en escena a los comunistas doctrinarios, que no dudan ni cuestionan sus creencias, seguros de poseer la verdad histórica, hasta llegar al fanatismo, frente a los que considera “verdaderos”, los cuales siempre dudan, cuestionan los medios desde una posición humanista, y son fraternales, como él mismo. El autor se centra en el comunismo mexicano –al que en alguna carta se refiere como “estalinismo de huarache”–, pero ya entonces en el mundo occidental se ponía en tela de juicio el desarrollo ideológico político del movimiento comunista internacional. Ya se sabía de los procesos a militantes.

Sobre “el caso” en que se convirtió la recepción de Los días… se ha vertido mucha tinta. Militantes de casi todas las organizaciones de izquierda, incluso algunos que habían sido sus amigos, reaccionaron en forma airada y visceral al enjuiciar la novela. A través de una multiplicidad de argumentos y adjetivos –por ejemplo existencialista, antidialéctico, antimarxista– reprocharon a Revueltas la visión del hombre expuesta en la trama, como un ser impotente ante la historia. Le recriminaron el alejamiento del realismo que mostraba su literatura.

En tanto las críticas de sus compañeros eran de índole doctrinaria, reconocidos escritores no comunistas como Salvador Novo y Alí Chumacero, elogiaron la novela desde el punto de vista literario.

Revueltas entró en crisis. Publicó una nota reconociendo la pertinencia de las críticas y prometiendo revisar sus fundamentos teóricos y estéticos hasta hacer que estos concordaran con sus principios marxistas. No bromeaba. Intentó retirar su novela de las librerías, y suspendió las exitosas representaciones de su obra El cuadrante de la soledad, también tachada de los mismos defectos ideológicos que Los días…

Durante un tiempo, qué el describió más adelante como de “una sorda y violenta lucha interior”, el escritor, se concentra en hacerse una autocrítica ideológica y estética, e intenta entender y aceptar el realismo socialista. En una carta autoflagelatoria, pide su readmisión al PCM y lo hace en 1956. De acuerdo con su nueva actitud, no da a la luz novelas políticas. El mismo año publica En algún valle de lágrimas, donde intenta una especie de realismo balzaciano. Y en 1957, Los motivos de Caín, donde ejerce un relativo realismo socialista. Relativo pues ambas novelas están signadas por la desesperanza.

En 1960 José Revueltas es expulsado de nuevo del PCM. Pero ahora, después de la última experiencia, y tras mucha meditación y estudio, su posición ha cambiado de nuevo. Ahora, ha recobrado la confianza en sí mismo y sabe que tenía razón en el cuadro de la militancia que presenta en Los días terrenales.

Las convicciones del autor se ven reafirmadas por el contexto internacional, en la URSS se inicia la crítica del estalinismo. Por otra parte, su esperanza en un destino socialista libertario para la humanidad se reanima con la Revolución cubana, y viaja a Cuba donde imparte clases varios meses de 1961.

En esta primera mitad de la década de los sesenta, el escritor incursiona infructuosamente en nuevas organizaciones, políticas. Y, ya con la decisión –expresada en entrevistas posteriores— de nunca volver a silenciar su voz, publica dos de sus obras fundamentales. En 1962 el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, obra fundadora de la ciencia política en México, y cuya lectura fue prohibida a los militantes del PCM. Y en 1964 su segunda gran novela política, Los errores, donde no sólo reafirma la visión negativa ofrecida en Los días…, sino la hace extensiva al movimiento comunista internacional.

Los errores, de nuevo execrada por los camaradas en muchos artículos, fue objeto de una interesante reseña por parte de un escritor tan devoto de la perfección textual como Juan García Ponce. Bien distante de la ideología revueltiana, el escritor yucateco leyó detenidamente la novela y criticó a fondo su estructura; pensaba que la trama adolecía de un exceso de acontecimientos. Sin embargo, me gustaría recordar que, cuando hacia 1999 pedí permiso a García Ponce de incluir su reseña en la antología que entonces preparaba, aceptó con la condición de que también insertara un trabajo suyo posterior, sobre El Apando, un texto muy elogioso desde el punto de vista literario. El autor de La casa en la playa me dijo que cuando reseñó Los errores quería ser muy crítico con Revueltas, pero a finales de siglo “sólo desearía hacerle un homenaje”.

La aparición de la novela recibe asimismo una calurosa bienvenida por parte del autor ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta.

En el ámbito académico, la obra literaria de Revueltas era virtualmente ignorada. Casi no se analizaba en los cursos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM — insisto, estamos en la primera mitad de los sesentas–; una honrosa excepción era la asignatura de posgrado del cuentista José Luis González que se ocupaba en detalle de Los días terrenales. La única tesis sobre esta obra, presentada antes, es la de James East Earby sobre La influencia de Faulkner sobre cuatro escritores mexicanos, en 1956.

 

El movimiento estudiantil de 1968: Revueltas entra a la historia y a la leyenda.

Hacia la segunda mitad de la década de los sesenta, ya José Revueltas tenía un espacio reconocido en el campo cultural mexicano. Así, en 1967 recibe el premio Xavier Villaurrutia por su obra literaria. El mismo año aparece la edición de la obra en dos volúmenes, a iniciativa de Martín Luis Guzmán. El hecho de que las narraciones fueran compiladas y epilogadas por José Agustín emblema del escritor juvenil, en esta edición, es una señal de cómo las nuevas generaciones se aproximaban al escritor militante.

Desde la óptica política, la posición izquierdista de Revueltas se daba por un hecho; así, fue invitado a Cuba como jurado de Casa de las Américas a principios de 1968. No obstante, en su propio país, desde el punto de vista de la militancia política, el autor continuaba buscando sin éxito nuevas formas de organización.

Con la experiencia de muchas batallas políticas perdidas, personales y colectivas, Revueltas hacia finales de los sesenta, se enteró del movimiento que se gestaba en los ámbitos estudiantiles. Se presentó por su cuenta en la Universidad Nacional Autónoma de México, y encontró en las asambleas juveniles aquello que ansiaba: democracia y fraternidad en la lucha social. Una vez más se integró de lleno al activismo político. En una entrevista posterior, dijo a Ignacio Hernández dijo que había comprendido que la rebelión juvenil iniciaba “el renacimiento de un Nuevo México” y que no había dudado ni un segundo en entregarse a esa causa. Vio una alternativa a la organización, distinta de en un partido centralizado y autoritario y empezó a teorizar sobre una nueva posibilidad que él llamó la autogestión.

Revueltas, sabemos, fue acusado falsamente de ser dirigente del movimiento y encarcelado una vez más por ello en 1970. Condenado a 16 años de prisión, permaneció hasta mayo de 1971, cuando fue liberado “bajo palabra”. Durante esta estancia escribió una de las novelas más perfectas de la literatura mexicana, El apando, y algunos de los relatos de la colección Material de los sueños; así como textos de reflexión filosófica y política.

El alzamiento de 1968 generó cambios radicales en el sistema político mexicano, e inspiró, muchas obras de arte. Tanto los que participaron en el movimiento, como los simpatizantes, crearon obras para entender, registrar, recrear los acontecimientos, a través de la literatura, el mero testimonio personal, el análisis político, la historia, el cine, la fotografía, la pintura, la música. Obras que a estas alturas ya constituyen un extenso catálogo.

La mayor parte de los estudiantes, activos o no, eran –o más bien éramos, pues se trata de mi generación– nacidos entre 1936 y 1950, la que los historiadores caracterizaron como generación del 68.  Y José Revueltas fue, es, el intelectual emblemático de este movimiento social: ese año ingresó a la vez al ámbito de la historia y al de la leyenda, como se pudo apreciar en algunos momentos significativos. 

Volviendo a la recepción, al final de la década de los setenta, y a lo largo de la de los ochenta, se puede apreciar un incremento notable en los textos tanto informales como académicos sobre el autor y su obra. Un hecho fundamental fue la publicación de sus obras completas en 26 volúmenes, amorosamente compiladas y editadas por Andrea Revueltas y Philippe Cheron y con la colaboración de varios estudiosos, entre 1978 y 1987. La edición incluye y desborda la obra literaria. A través de un prisma a la vez temático o genérico y cronológico se ordenan y anotan, las novelas y cuentarios ya publicados, se compilan las narraciones y poesía fragmentarias, inéditas y desperdigadas. También se reúnen documentos personales, diarios de escritor, cartas, apuntes diversos, los cuales, como comentó José Emilio Pacheco, nos permiten un acceso excepcional a la intimidad del escritor.  Se incluyen las crónicas, que permiten ver cómo el periodismo se convierte en literatura; las obras de teatro, los ensayos sobre cine y la información sobre los guiones cinematográficos; ocupa un volumen el extenso guion no filmado de nombre Tierra y libertad. Varios tomos se dedican a la obra ensayística, sobre literatura, historia, política; sobre esa interrogante continua en nuestra cultura, en especial en las décadas 30, 40 y 50 sobre la especificidad del y lo mexicano.

Acerca de este último tema, el autor escribió muchos textos a lo largo de su vida, así dijo en 1983 que México era “el arqueopterix”, ese hallazgo fósil de los estratos de la era Mezozoica, mitad reptil y mitad ave. Mucho antes, en 1950 había dicho en una entrevista a Oswaldo Díaz Ruanova:” Yo no soy existencialista […]. Me tienen por un heterodoxo del marxismo, pero en realidad no saben lo que soy: un fruto de México, país monstruoso al que simbólicamente podríamos representar como un ser que tuviese al mismo tiempo forma de caballo, de serpiente y de águila. Todo es entre nosotros contradicción”.

El seguimiento de esta inquietud puede apreciarse con la publicación de los 26 volúmenes. La serie nos hace conocer, como nunca antes, al autor en su multiplicidad y complejidad. La publicación diversidad colabora a la profusión de estudios sobre la obra del autor con que ahora contamos. Posteriormente las obras, como suele ocurrir, se han ido enriqueciendo con nuevos hallazgos.

Hablamos de momentos que definieron la situación de Revueltas en el campo cultural mexicano, su excarcelación y sobre todo su fallecimiento en 1976. A su muerte, prácticamente todas las publicaciones del país, los diarios más importantes, los periódicos estudiantiles, sindicales y partidarios, por definición marginales, los suplementos y revistas especializadas, pasando por una amplia gama de matices ideológicos, expresaron sus condolencias. Abundaron, como suele pasar, semblanzas, dedicatorias, homenajes. Sin duda había se hizo evidente la nueva generación de lectores de Revueltas. En buena medida es cierta la afirmación de Héctor Manjarrez, “no ha que extrañar a nadie que los mejores y más atentos y más atentos lectores de Revueltas sean 30 y 40 años más jóvenes que él”.

En las instituciones de educación superior surgen las tesis y algunos libros sobre la obra literaria del autor. Análisis que documentan la falsedad de algunos de los detractores de las novelas políticas que afirmaban que José Revueltas no era un buen escritor, y lo calificaban de disperso, descuidado, inacabado.

 

Del Centenario a la etapa actual.

            En 2014, se celebró en todo el país, y en algunos extranjeros el nacimiento de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. Los tres escritores fueron objeto de diversas actividades conmemorativas, reediciones de sus obras, lecturas públicas de las mismas y diversos actos especiales.

Se exploraron las relaciones entre ellos y se reconoció su valiosa y no suficientemente analizada herencia cultural. Se puso el acento en la gran libertad de expresión que, de diversas maneras, en diferentes circunstancias, desde distintos lugares, conquistaron.

De nuevo se produjo un florecimiento en los trabajos sobre José Revueltas, que, con etapas de aceleración y otras más pausadas, ha ido creciendo desde entonces hasta el presente.

Ya nadie niega el importante sitio de José Revueltas en el canon de la literatura mexicana; ya nadie sostiene que fue un escritor deficiente. Por lo contrario, sus narraciones se han visto asediadas con modernos métodos de análisis literario y estético. Su pensamiento se ha puesto a discusión con pensadores del nuevo siglo.

Ahora existen tesis ensayos y libros que comentan las propuestas filosóficas del autor, las políticas, las periodísticas, las teatrales, las poéticas. Se revisan sus viajes y sus epístolas. No menciono nombres de los estudiosos para no ser injusta si omito a alguno-a, pero por lo general se trata de excelentes aportaciones.

Hay estudios sobre las valiosas aportaciones de Revueltas al arte  cinematográfico, como teórico, como guionista; inclusos sus intentos de filmar. Y, en forma complementaria, se han llevado al cine varios de sus textos.

Hemos visto que la imagen de José Revueltas fue captada en testimonios auditivos y cinematográficos. Y su persona ha sido convertida en personaje de relatos y películas.

La obra literaria de Revueltas ha sido inspiración para escritores y otros creadores.

En la actualidad nadie podría decir que se trata de un autor marginado u olvidado. Es conocido y querido por grandes grupos, e incluso por el poder estatal, como prueba el hecho de que su nombre, como el de Octavio Paz y el de Efraín Huerta, fue colocado en letras de oro en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Sin embargo, lamento decir que, a pesar de todo, más allá de los especialistas, su obra no ha sido suficientemente leída. Acercar esta obra singular a la mayoría de lectores y lectoras es una tarea pendiente para todos nosotros.