Pioneros por el comunismo: seremos como el Che

Carlos L. Garrido y Edward Liger Smith

El filósofo francés Jean-Paul Sartre una vez llamó a Ernesto “Che” Guevara el «ser humano más completo de nuestra época». En vísperas del 55 aniversario de su asesinato a manos de tropas bolivianas respaldadas por la CIA, todavía es difícil encontrar un mejor ejemplo del ser humano socialista que aquel que proclamó valientemente con sus inolvidables últimas palabras: “¡Dispara, cobarde! ¡Solo vas a matar a un hombre! El Che fue para Fidel Castro “el más extraordinario de [los] camaradas revolucionarios”; un hombre con un carácter contagioso que orgánicamente elevó a quienes lo rodeaban a emular sus virtudes revolucionarias de “altruismo”, “desinterés” y la “disposición inmediata [e] instantánea” que tenía para “llevar a cabo las misiones más difíciles” por la lucha socialista. Aunqueguiado por un coraje hercúleo y una actitud espartana ante las dificultades, en el discurso que da Fidel en memoria del Che dice que es

En el campo de las ideas, en el campo de los sentimientos, en el campo de las virtudes revolucionarias, en el campo de la inteligencia, además de sus virtudes militares, donde sentimos la tremenda pérdida que ha significado su muerte para el movimiento Revolucionario.

Los ideólogos burgueses que sirven como portavoces teóricos y retóricos de la clase dominante capitalista acumularán basura en la reputación de cualquier figura histórica que avance con éxito en la lucha por el socialismo, el Che Guevara no es una excepción. Como ya había señalado con elocuencia en un discurso de 1961 en Santa Clara, “es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres, convirtiéndolos en bestias salvajes sedientas de sangre dispuestas a decapitar, a matar, a destruir la última imagen de un revolucionario, de un partidista, de un régimen que ha caído bajo su bota, o aún lucha por la libertad”. Sin embargo, Che vivió su vida de una manera que lo hizo extremadamente difícil de criticar para los medios imperialistas burgueses. ¿Cómo se puede, después de todo, criticar a alguien que cayó defendiendo “la causa de los pobres y humildes de esta tierra,” y que, como señaló Fidel, lo hizo de “manera tan ejemplar y desinteresada” que “ni sus más enemigos acérrimos se atreven a disputar”?

El Che creía que un componente necesario en la construcción de una sociedad socialista es la creación de un “nuevo hombre socialista», libre de los rasgos egoístas e individualistas que son comunes entre los individuos que existen dentro de las relaciones de producción capitalistas. Para el Che, todo revolucionario debe esforzarse por ejemplificar al nuevo hombre socialista en sus acciones, siendo honesto, trabajador, increíblemente estudioso y dispuesto a trabajar por el bien de la sociedad colectiva. Esto marca una transición radical desde la noción capitalista de crecimiento centrada en la acumulación individual de capital y mercancías, hacia una noción socialista de crecimiento centrada en el florecimiento humano, hacia una noción del ser humano como una expresión única del conjunto de relaciones en las que está sumergido como individuo dialécticamente interconectado con lo social. Como dijo el Che a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en un discurso de 1962, “el joven comunista debe esforzarse por ser el primero en todo… ser el ejemplo vivo y el espejo a través del cual se miren nuestros compañeros que no pertenecen a la juventud comunista”. Esto significaba que los jóvenes comunistas debían

ser esencialmente humanos. Ser tan humanos que te acercas cada vez más a perfeccionar los mejores atributos del ser humano. Purificar los mejores atributos del hombre a través del trabajo, los estudios y el ejercicio de la solidaridad continua con nuestro pueblo y con todos los pueblos del mundo. Desarrollar al máximo su sensibilidad, al punto de sentirse angustiado cuando un hombre es asesinado en otro rincón del mundo, y entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se levanta una nueva bandera de libertad.

El propio Che se volvió cada vez más disciplinado a medida que envejecía y sirve como un brillante ejemplo de la ética socialista que esperaba que cogiera forma en las próximas generaciones de comunistas cubanos. Desde su muerte, generaciones de jóvenes cubanos se han esforzado en el proceso de construcción del nuevo ser humano socialista a través de la máxima: “pioneros por el comunismo; seremos como el Che”.

Para el Che, la transición al socialismo no podía reducirse sólo a cambios en la economía política, era necesaria una transformación fundamental del ser humano a través del desarrollo de la cultura socialista. Como señala Michael Löwy, el Che tenía “la convicción de que el socialismo no tiene sentido y, en consecuencia, no puede triunfar a menos que presente la oferta de una civilización, una ética social, un modelo de sociedad que es totalmente antagónico a los valores del individualismo mezquino, el egoísmo sin trabas, a la competencia [burguesa], [y] la guerra de todos contra todos que es propia de la civilización capitalista [y] de este mundo en el que ‘el hombre se come al hombre’”. No sólo es necesario elevar la vida intelectual y cultural de las masas obreras a “una conciencia en la que haya una nueva escala de valores”, sino que esta transformación no debe limitarse a la superestructura ideológico-política; también debe incrustarse en la base económica de la sociedad a través de lo que prescribió como la necesidad de «un renacimiento espiritual completo en la actitud de uno hacia el propio trabajo». Como señala Vijay Prashad, “fue este nuevo marco moral lo que motivó la agenda de Guevara para construir el socialismo… si se tenía que crear una nueva sociedad, se tenía que crear a través de una nueva fibra moral”.

Como todo revolucionario histórico exitoso, el Che destacó la importancia de la lectura y el estudio intensivo. El propio Che era conocido como un lector incesante a lo largo de todo el curso de su vida. Cuando era niño en Argentina y jugaba fútbol, Che leía teoría marxista mientras esperaba en la banca para jugar, especialmente cuando los terribles ataques de asma lo sacaban del juego. Mientras las guerrillas cubanas libraban su lucha revolucionaria en la Sierra Maestra, el Che daría clases de economía y filosofía marxistas a los revolucionarios que tendrían la tarea de administrar la sociedad cubana después de que el dictador mafioso Batista fuera derrocado. De esta manera, en los gérmenes del proceso revolucionario cubano el Che ya había sembrado las semillas para la creación del nuevo hombre socialista, y la elevación de la vida intelectual y moral del pueblo. El embrión de la proclama que hizo el Che en El Socialismo y el Hombre en Cuba, de tener “la sociedad entera… convertida en una gigantesca escuela”, ya se estaba realizando aún en las circunstancias extraordinariamente difíciles que entrañaba la guerra de guerrillas.

Che entendió que la educación de las masas cubanas tenía implicaciones muy prácticas para el éxito a largo plazo de la revolución cubana. Cuando era joven, pensaba que el imperio estadounidense estaba controlado por magos malvados y príncipes oscuros que querían gobernar el mundo y no les importaba a quién sacrificaban para hacerlo. Fue después de leer libros como Imperialismo: la etapa más alta del capitalismo de Vladimir Lenin que el Che llegó a comprender que era el capital quien perpetraba el imperialismo violento que veía a su alrededor en América Latina, en lugar de una camarilla diabólica de magos malvados. Fue la voluntad del capital la que dictó las acciones asesinas del Gobierno norteamericano en Guatemala, de las que el Che apenas escapó con vida. Si se pudiera hacer entender esto a los pueblos de América Latina, sería mucho más difícil para los imperialistas estadounidenses convencerlos de que les beneficiaria restablecer las relaciones capitalistas de producción, algo que EEUU a menudo intenta hacer a través de la propaganda y otras técnicas para fomentar las revoluciones de color.

Después de seis décadas de sanciones internacionalmente denunciadas y de guerra híbrida contra Cuba, las manos ensangrentadas del imperio estadounidense no han podido derribar la construcción del socialismo en el país. Aún en los períodos en que la guerra de Estados Unidos contra Cuba ha producido las dificultades más formidables para conseguir los materiales necesarios para asegurar la subsistencia del pueblo cubano, el pueblo cubano ha continuado valientemente el proceso revolucionario, con la consigna de su Titán de Bronce Antonio Maceo grabada en el pecho: “Quien pretenda apoderarse de Cuba sólo recogerá el polvo de su suelo ensangrentado, si no perece en la lucha”.

El pueblo cubano, ante una batalla contra Goliat, ha entendido la proclama que había hecho en Nuestra América el Apóstol de la revolución José Martí, que “valen más trincheras de ideas que trincheras de piedra”, que los ideales revolucionarios que persigue el socialismo cubano son infinitamente preferibles a las penurias que podría proporcionar la guerra de Goliat. Son en parte estos ideales, y esta ética revolucionaria incrustada en la cultura y la conciencia cubana, la que ha permitido que sobreviva una nación socialista con pocos recursos justo bajo las narices del imperio estadounidense; mientras que otras con muchos más recursos y potencial material siguieron el camino de la restauración capitalista, hundiendo a millones de personas a la pobreza y a dificultades que no se veían desde antes de la revolución de Octubre. Es en gran parte gracias al énfasis que puso el Che en la construcción del hombre nuevo, de una cultura nueva con un conjunto nuevo de ideales y prácticas, la que ha dejado que la revolución cubana sigua siendo un faro de esperanza para los revolucionarios de todo el mundo, y una espina en las narices de los imperialistas, los cuales no querrían nada más que saquear los recursos cubanos, superexplotar a los trabajadores cubanos, y usar a La Habana como la ciudad del pecado para vacacionar como lo hacían antes de la revolución.

Al estudiar el énfasis que puso el Che en desarrollar el nuevo ser humano socialista y la nueva cultura socialista, nos damos la capacidad de comprender más concretamente el éxito del socialismo cubano. Además, para quienes estamos en países que actualmente luchamos por la toma del poder por las masas trabajadoras, estudiar la vida y obra del Che nos recuerda del papel necesario que juega la dirección intelectual y moral de la vanguardia revolucionaria en la desarticulación del pueblo trabajador de la hegemonía burguesa, y hacia la rearticulación de un nuevo conjunto de ideales, pasiones, deseos y ética socialista, lo cual es necesario para el logro de una sociedad libre de alienación, opresión, explotación y guerra.

Autores:

Carlos L. Garrido es un estudiante de doctorado cubanoamericano e instructor de filosofía en la Universidad del Sur de Illinois, Carbondale (con una maestría en filosofía de la misma institución). Sus enfoques de investigación incluyen el marxismo, Hegel, el socialismo estadounidense de principios del siglo XIX y el socialismo con características chinas. Es editor del Midwestern Marx Institute for Marxist Theory and Political Analysis y del Journal of American Socialist Studies. Sus escritos populares han aparecido en decenas de revistas socialistas en varios idiomas. Recientemente editó e introdujo el libro Marxism and the Dialectical Materialist Worldview: An Anthology of Classical Marxist Texts on Dialectical Materialism (Midwestern Marx Publishing Press, 2022).

Edward Liger Smith es un politólogo estadounidense y especialista en proyectos antiimperialistas y socialistas, especialmente Venezuela y China. Actualmente está trabajando en el libro What About Venezuela: Socialism in Venezuela and Why the U.S. Needs It, que se espera que sea publicado a principios de 2023 por Midwestern Marx Publishing Press. También tiene intereses de investigación en el papel que desempeñó la esclavitud del sur de EEUU en el desarrollo del capitalismo estadounidense y europeo. Edward es editor del Midwestern Marx Institute for Marxist Theory and Political Analysis y del Journal of American Socialist Studies. Actualmente es estudiante de posgrado y entrenador de lucha en la Universidad de Wisconsin-Platteville.