Perú: Del empate catastrófico a la crisis

CE, Intervención y Coyuntura

En una evaluación sobre la situación latinoamericana de los últimos meses señalamos, en las páginas virtuales de IyC, que los casos de Perú y Argentina debían ser examinados con cuidado, tras la evidente falta de autonomía de las fuerzas populares para incursionar en la dinámica estatal. Capacidad establecida a partir de figuras y formas de operación de los poderes del mercado y el dinero. En el caso argentino, agrupados políticamente atrás de Macri y sus sucesores. En el caso peruano, como la sobrevivencia de una terrible oligarquía, a veces fujimorista, a veces alternativa, pero siempre con el control institucional de las grandes decisiones.

El gobierno de Pedro Castillo se vio imposibilitado de desplegarse con potencia. La opción plebeya que representaba su ascenso intentó ser contenida por la oligarquía, a través del impasse institucional. En buena medida lo logró, con las sucesivas propuestas de destituirlo. Finalmente, Castillo, en un golpe de timón, rompió el empate catastrófico en el que estaban las fuerzas políticas. Lo hizo de una manera que nadie esperó y quizá tampoco cruzó por la mente de algún analista: con la tentativa de cerrar el congreso y convocar a una Asamblea Constituyente.

Castillo sabía bien que el horizonte demanda un cambio gradual en la estatalidad peruana y que esta posibilidad no llegaría por una vía consensada. Había que romper el (des)equilibrio de fuerzas que había empantanado al campo popular, mientras que este era más o menos cómodo para la oposición oligárquica, que tenía la sartén por el mango al controlar decisiones fundamentales y vapulear al gobierno.

El mismo paso de la presidencia a Dina Baluarte es parte de esta seguridad que el Congreso tenía, pues más que ser una presidencia interina con la misión de llamr a nuevas elecciones, lo que hubo ese día fue el cinismo de una derecha que no le interesaba la legitimidad y daba por acabada la resistencia popular, llamando a un acuerdo político que permitiera terminar “normalmente” con el periodo presidencial como si no hubiese pasado nada, más que quitar a una figura indeseable.

La izquierda “caviar” o citadina (el equivalente mexicano de la “verdadera izquierda”) en un primer momento cuestionó a Castillo. Pero pronto tuvo que sumarse a las demandas que surgieron como respuesta al brusco movimiento del entonces presidente: sumarse a la demanda de una Constituyente, de elecciones adelantadas y del cierre del espacio político controlado por la oligarquía, es decir, el congreso.

Por otra parte, la agresividad con la que el nuevo gobierno ha respondido a la resistencia popular deja en evidencia lo errado de la ultra izquierda que siempre le achacó a Castillo no radicalizar el proceso. Ante derechas tan mezquinas, irracionales y revanchistas que tenemos en América Latina, acelerar los procesos políticos, sin que el mismo campo popular lo exija, solo conllevará a enfrentamientos tan directos que terminarán en tragedia, como las seis vidas que ha costado la actual crisis peruana, al momento de escribir este texto.

La potencia plebeya se ha disparado en Perú. No sabemos si alcanzará a lograr sus objetivos inmediatos ni mediatos: liberar a Castillo, plantear una elección con prontitud, y; finalmente, el rediseño del Estado. Pero algo es cierto, en Perú, como en Colombia o en México, ya es un nuevo tiempo el presente. Las fuerzas no volverán a sus acuerdos tradicionales y los arreglos políticos deben ser cambiados. Cómo decíamos el mismo día que estalló la crisis, Castillo se fue, pero la crisis política no solo se ha quedado, sino que se va agudizar en los siguientes días.

Desde IyC seguimos con preocupación la represión que se ha desatado. Sin duda, el destino de la transición posneoliberal en la región y sus formatos, dependerá del asalto al cuartel fujimorista, fase superior del neoliberalismo expoliador y corrupto.