Nuevo orden: la vieja historia de una polarización narcisista

Karla Portela Ramírez

 Nuevo orden

Dirección y guion, Michel Franco

México-Francia, 2020

Dos bandos: ricos y pobres, blancos y morenos, civilización y barbarie. Al primero de esos bandos, el de blancos ricos y civilizados, pertenece la bella y amorosa pareja que integran Marian (Naian González Norvind)  y Alan (Darío Yazbek Bernal), quienes celebran su boda acompañados por distinguidos miembros de la sociedad, políticos, militares, grandes empresarios; en una palabra, la alta alcurnia de México que les ofrenda, no sólo con su presencia sino con obsequios costosos e incluso con fuertes sumas de dinero en efectivo. Ese mismo día, otra pareja, Rolando (Eligio Meléndez) y su esposa no celebran; padecen la urgencia por conseguir dinero suficiente que pague una cirugía de la cual depende la vida de ella. Precisamente porque son parte del bando morenos pobres y bárbaros, no cuentan con el apoyo de la crema y nata de la sociedad; aunque que ambos fueron parte de la servidumbre en la casa de los padres de Marian durante muchos años, Rolando acude a ellos solicitando un préstamo, unos cuantos miles de pesos que pueden salvar una vida o permanecer guardados dentro de una caja fuerte.   

Es en ese momento que se detona el conflicto ¿el dinero tendría que estar en manos de quien lo necesita para vivir y no sumando al cúmulo de quien le sobra? ¿es justo dar dinero al necesitado aun quitándoselo a quien lo ha ganado? ¿habría que analizar cómo se ha ganado ese dinero, mediante trabajo honrado o a través de la corrupción? Lo cierto es que el filme de Michel Franco no ahonda en la cuestión social, no enfoca críticamente la situación de desigualdad que atraviesa México y la humanidad en general fundada en la distinción entre clases sociales y razas, por lo contrario este cineasta acentúa la zanja que nos divide, nos separa, porque en su exposición o tratamiento del tema no se trata de “blancos ricos civilizados” y “morenos pobres bárbaros”, no se trata de una conjunción de grupos sino de una confrontación entre ambos a la que parecen agregarse dos adjetivos más: buenos y malos.

Así, en 88 minutos de duración lo que vemos es la guerra de “fifís” contra “chairos” que tanto ha promocionado el poder ejecutivo nacional; una guerra que se libra simultáneamente en dos niveles entrelazados: al interior de una lujosa casa, entre individuos identificados, por una lado la familia propietaria, la familia de Marian y por otro, sus trabajadores, Rolando en este caso, prácticamente suplicando ayuda; y, en un segundo nivel, al exterior, en las calles de la ciudad, entre individuos anónimos armados y violentos que han decidido sublevarse contra el gobierno en pro de los desfavorecidos o sea de sí mismos, los morenos pobres que por la forma en que son representados se descubren además como bárbaros, agresivos, malos. Cabe señalar a que tan llana y trillada trama se agrega un elemento en que quizá radica el mensaje o moraleja que el cineasta regala a su público: frente a la súplica de Rolando, Marian, joven mujer, hermosa y amable, sensible y caritativa accede y actúa con decisión para ayudar a su exempleado aún contra la voluntad de los hombres en su vida, Alan (Darío Yazbek Bernal), Daniel (Diego Boneta) e Iván (Roberto Medina), su esposo, su hermano y su padre, respectivamente. La cuestión es que su bondad y nobleza no serán apreciadas, antes bien recibirá un castigo indeleble, las consecuencias de su acto altruista serán lastimosamente irreversibles. Igualmente como condimento y para perfilar el cierre de la trama se presenta un elemento más, el ejército, la guarda nacional decide también sublevarse, luchar a favor de sí y aprovechar los disturbios, el desorden para instaurar una dictadura militar, un nuevo gobierno, un nuevo orden.

La pregunta sería: ¿qué hay de nuevo en esta narración, en dicha propuesta cinematográfica? Porque en la superficie únicamente se mira el histórico enfrentamiento que a través del tiempo ha tomado distintos nombres de acuerdo con Karl Marx: amo versus esclavo, señor feudal versus vasallo, patrón versus proletario, o en palabras nuestras y actuales whitexican versus naco… El tema aparente o superficial es el racismo, la discriminación racial y todo lo que ello implica con relación a la desigualdad económica, pero en el fondo de este tema, con mirada aguda que analiza es posible vislumbrar algo más: el narcisismo social que desencadena la división de la sociedad y su paulatina destrucción. Además del papel que en este juego desempeñan los medios tecnológicos y de comunicación, particularmente el cine, sobre lo cual detallo en los párrafos a continuación.

Sin duda cada uno debe pensar en sí mismo, en el propio bienestar, incluso podría afirmarse que para sobrevivir y vivir con cierta dignidad es indispensable un cierto grado de egoísmo, amor propio, así como una limitada auto atribución de importancia por encima de la que se reconoce en los demás, esto es un narcisismo básico, contenido y benéfico en el sentido de que permite la afirmación de sí, la construcción de una identidad propia. No obstante, cuando el narcisismo es demente, cuando rebasa el límite óptimo para sobrevivir, cuando tiene lugar una excesiva complacencia sobre las propias facultades u obras, cuando lo que se auto atribuye es superioridad sobre los otros, estos desaparecen, el mundo exterior deja de existir, olvidamos que somos seres sociales interdependientes y en ese aislamiento mental, emocional, espiritual el mundo se convierte en enemigo, en amenaza constante que puede ser contrarrestada sólo adquiriendo mayor poder.

Evidentemente el narcisista habitual, como lo encarnan los actores en estos personajes, conserva un mínimo de cordura y desde ahí nota, admite que necesita de otros para defenderse de sus enemigos, que requiere adherirse a gente que comparta su esfera de interés, de este modo el narcisismo individual se transforma en narcisismo de grupo –la raza, la religión, el clan o la nación, etc. sustituyen al individuo–. En el caso de esta película claramente se ven dos esferas de interés, los dos bandos antes citados cuyo juicio racional ha caído en la deformación y desde el cual el objeto de adhesión narcisista (el color de la piel, las posesiones materiales) es considerado valioso no con base en un juicio de valor objetivo, sino porque es mío, porque soy yo y debo luchar por mi supervivencia aún a costa de la destrucción del otro.

Desde esta perspectiva el narcisismo grupal, social es fuente de violencia y guerra que se presenta en múltiples formas de fanatismo, raciales, políticas, religiosas, nacionales, entre otras. Ahora bien, y siguiendo la respectiva reflexión de Erich Fromm, ante la creciente intensidad del narcisismo de grupo como condición psicológica que puede desencadenar en desorden y violencia, como se observa en Nuevo orden ¿cuáles son las posibilidades óptimas que pueden ayudarnos a evitar la catástrofe y de qué manera podrán intervenir en ello los medios técnicos y tecnológicos?

De acuerdo con el mismo autor una opción es cambiar el objeto del narcisismo, que éste sea la humanidad entera, toda la familia humana, es decir que el individuo se considere ciudadano del mundo, que sienta orgullo por los logros de la humanidad entera; si podemos comprendernos es porque participamos de los mismos elementos de la existencia, visto así, cada individuo lleva en sí a toda la humanidad. En otras palabras, que el narcisismo se vuelva hacia la especie humana como objeto y no a sus componentes antagónicos; de hecho todas las revoluciones se han basado en una idea común: la igualdad de todos los seres humanos. Sobre cómo lograr el esto, el mismo autor propone como primer paso reducir el narcisismo individual con ayuda de la técnica y la tecnología, ya que ambas permiten la creación de las condiciones materiales necesarias de una vida digna para todos, a su vez y mediante los nuevos medios comunicación la distancia física se trastoca, se entablan nuevos lazos sociales y en mayor cantidad. Aunque, advierte Fromm, no todo depende de la enseñanza, de la educación ésta ejerce influjo sólo si cambian las condiciones esenciales económicas y políticas.

En lo anterior, me interesa subrayar la cualidad que contienen los medios de comunicación para crear lazos sociales, particularmente el cine que convoca y reúne en un mismo espacio a fifís y chairos, whitexicans y nacos; quizá sea esta la mayor virtud, valor del cine, al menos por 88 minutos o lo que dure la película nos re-une, nos hace ver y sentir iguales, individuos ávidos de imágenes, deseos de escuchar, atestiguar una historia, que en esta ocasión a manera de espejo nos muestra nuestro reflejo para recordarnos que al final del día, de la función que todos somos iguales, seres humanos vulnerables, expuestos por igual al error y al cierto, seres dotados de libertad. Una libertad que ejercemos, vivimos genuinamente cuando la observación se acompaña de reflexión, análisis y (auto)crítica, actitud filosófica ante los medios de comunicación, en principio.