Mélenchon ganó*

QG Decolonial

Como titulaba Libération antes de la primera vuelta, Jean-Luc Mélenchon, candidato de Francia Insumisa y de la Unión Popular, ya había ganado. Es cierto que, como candidato, por tercera vez, no llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, pero podemos decir que ganó.

Ha aumentado su puntuación respecto a 2017, que ya era sustancialmente superior a la de 2012. Se acerca al 22% y menos de dos puntos le separan de la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen.

Mélenchon ha sido eliminado y, por tanto, no podremos votar por él el domingo 24 de abril. Sin embargo, no podemos hablar de una derrota de la Unión Popular. Por supuesto, le faltó un poco para acceder a la segunda vuelta, pero, precisamente, ¿quién, hace 10 años, habría apostado por una hipótesis real –ver un programa político que proponga una síntesis a la vez social y audazmente antirracista— para conseguir semejante resultado?

Aquí ganó.

Da una constitución política a una parte importante del pueblo de este país basada en la realidad de dicho pueblo, lo que Mélenchon denomina “creolización”. De hecho, la geografía del voto de Mélenchon sigue dibujando tímidamente un acercamiento o una posible alianza política entre los “beaufs” y los “barbares”. Podemos ver que Mélenchon fue el primero en una ciudad del Aisne (un departamento predominantemente lepenista) – Château-Thierry – o en Évreux, en el Eure, donde la RN también fue la primera, una ciudad cuya alcaldía estuvo en manos del PCF de 1970 a 2001. Que en estos departamentos sacrificados en el altar de Maastricht, de la desindustrialización, del rigor presupuestario y de la UE, y donde Mélenchon participó en la manifestación contra la islamofobia de noviembre de 2019, él haya obtenido la mayoría de los votos emitidos atestigua que es posible aflojar el dominio liberal-fascista que nos imponen Macron y Le Pen y, fundamentalmente, cerrar el racismo del antirracismo moral unido al desprecio de clase del viejo proletariado blanco.

Mélenchon, tal vez incluso a pesar de sí mismo, está pensando de forma nueva en la cuestión nacional. Este es uno de los elementos del éxito, por el momento electoral, de su política. El hecho de que haya obtenido buenos resultados en Brest, Marsella y Argenteuil indica que el proletariado de este país, blanco o indígena, puede votarle. Los habitantes de Argenteuil o de Stains saben que Mélenchon denuncia la islamofobia y no se engañan dándole su confianza. Los imanes que escriben un llamado a votar por él, así como las grandes estrellas del rap, no se equivocan. El caso de Stains, una ciudad obrera muy pobre y mayoritariamente autóctona, es revelador a este respecto: la participación se mantiene estable, pero Mélenchon ha pasado del 41% de hace cinco años al 60% (con un número aún mayor de votantes en la urbanización Clos Saint-Lazare, tan denostada por los obscenos reportajes televisivos, con un 62%, y en el Moulin neuf, con un 70%). Una movilización espectacular.

Por otro lado, los proletarios blancos de las ciudades obreras o parcialmente obreras como Brest o Le Havre, que ponen a Mélenchon a la cabeza en esta primera vuelta, saben que el candidato de FI no es Roussel. Como dice este último en una prosa muy republicana, Mélenchon se dirige a las “fracciones radicalizadas de los barrios obreros” (en Seine-Saint-Denis, por ejemplo, un ex suburbio rojo) y logra así una unidad de clase de la que el PC era incapaz por su racismo (por no hablar del PS pequeñoburgués).

Su éxito en el antiguo cinturón rojo de los suburbios parisinos, en particular en Aubervilliers, que se pasó a la derecha en 2020, se explica por este éxito.

Su llegada al liderazgo en la región de Île de France es posible porque a este éxito popular se añade un avance en los círculos pequeño-burgueses «ilustrados», como demuestran sus resultados en el este de París, en los suburbios acomodados (Mélenchon es el segundo en Sceaux, así como en Chaville o Vanves) y, globalmente, en la mayoría de las grandes ciudades francesas (Toulouse, Estrasburgo, Marsella, Montpellier…).

La Unión Popular hace así una demostración inverosímil: ha sido capaz de unir a un proletariado blanco y no blanco que dos siglos de chovinismo han separado, aunque dista mucho de ser una unión plena y que gran parte de esas mismas clases trabajadoras sigan siendo abstencionistas o lepenistas.

La victoria de Mélenchon es, pues, la de una idea de país, de una concepción de la cuestión nacional, que se enfrenta a la vez al consenso republicano racista e islamófobo, al contar con los no blancos como parte de este país, y al consenso liberal, al romper con el tropismo pro-UE del partido que domina la izquierda francesa desde finales de los años 70, el Partido Socialista.

Esta concepción no es el horizonte decolonial que aspira a una ruptura franca con el imperialismo francés y que debe reconstruir su línea y su autonomía. Pero el hecho de que ese movimiento tenga el 22% de los votos es una buena noticia. Este resultado de Mélenchon, a menos de dos puntos de la candidata racista, demuestra que es posible combatirla políticamente oponiéndole otra idea.

Es, para el futuro inmediato, un valioso apoyo.

* Este texto se publicó originalmente en https://qgdecolonial.fr/2022/04/12/edito-49-melenchon-a-gagne/?fbclid=IwAR3RP0hL7k_ZjXfX8vsuERYoX7_Xupr2ktY7H71afGquopzxJlsZM_ucnBw