Marchar por Reforma para no reformar

CE, Intervención y coyuntura

En el país en que Reforma y Revolución no son conceptos del debate político, sino más bien dos avenidas de referencia, no deja de ser paradójico que el domingo 13 de noviembre, los opositores a la reforma política caminen sobre Reforma. Y es que, por más paradójico que resulte, los que hoy protestan para que todo siga igual, en realidad no hacen sino confirmar que todo ha cambiado ya.

Dentro del amplio debate que se ha desplegado, hay una certeza: las cosas no podrán ser como eran y es urgente su modificación. Entre más freno quieran poner, más necesario se torna dar la vuelta de tuerca. Para la oposición un cambio matizado y bien controlado sería lo ideal; para el presidente y la 4T un cambio de fondo, aunque para nada radical (eso sería desaparecer el Senado, virar al parlamentarismo; etc). Pero un cambio. La idea de que todo siga igual contraviene los vientos que corren que son, justamente, de modificaciones legales, simbólicas, políticas. Más vale que todas y todos los actores políticos –incluida la quinta columna monrealista– comprendan esto.

La reforma que ha presentado el gobierno de la 4T puede y debe ser discutida. Los obstáculos políticos no son menores en su aprobación. En días próximos analizaremos algunos de ellos. Sin embargo, más allá de que ninguna transformación institucional formal es una panacea sino se opera, hoy existen las condiciones políticas y sociales para que el régimen representativo cambie y se pluralice.

El terror a la votación popular de los defensores de la institución alienta a una democratización más plebeya, se antoja más su desplome cuanto más insisten que solo ellos y nadie más que ellos son la encarnación democrática. El argumento de los técnicos vs contra el populacho devela el elitismo inherente a las y los egresados universitarios que buscan acomodarse en la estructura paraestatal de los organismos autónomos bajo el amplio y generoso paraguas de las consultorías.

Del otro lado, las dudas asaltan. ¿Hay certeza de lo que se está impulsando? Morena está metido en un proceso de “formación política” y a diferencia de la cuestión energética, no hay movilización de base en torno a la reforma. O el calado es menor. ¿Tenemos una quinta columna minando la posibilidad de la reforma? Todas estas preguntas asaltan de inmediato y se contestarán, en los hechos, en los próximos días.

En la marcha, la retórica reaccionaria que Albert O. Hirschman describió se hará presente en Reforma. José Woldenberg –prologuista de Hirschman, en otra paradoja– se sumará al lujoso auto de los que ven en cualquier cambio un riesgo. Tremenda señal de la vida: ha cambiado tanto el escenario, es tal la negativa a entender que la nación y sus fuerzas se movieron, que los otrora técnicos puros han devenido en retardatarios de un cambio que se hará sin ellos y a pesar de ellos.