La “verdad histórica” como discurso de poder y transmisión de ideología. A ocho años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa

Abraham Martínez González[1]

Introducción

Se acerca un año más de las desapariciones de los 43 normalistas de Ayotzinapa sin saber con certeza qué fue lo ocurrió. Han pasado ocho años desde que los estudiantes de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa en Iguala Guerrero, fueron vistos por última vez. El gobierno federal actual ha informado algo relevante que viene a cambiar el curso de la historia, se trató de “una acción concertada desde el aparato de poder en el más alto nivel de gobierno” (La Jornada, 2022), refiriéndose y contradiciendo lo que se había anunciado en el gobierno anterior de Peña Nieto en voz del ahora recién apresado Murillo Karam.

Se hace pública la noticia de que la llamada “verdad histórica” ha caído. En conferencia de prensa se anuncia por parte del subsecretario de Derechos Humanos de gobernación, Alejandro Encinas (La Jornada, 2022) que “fue un crimen de estado” con un “encubrimiento al más alto nivel”. Por lo tanto, se puede inferir que dicha verdad no era real, se desmiente la verdad porque ahora hay pruebas contundentes de que en el terrible acontecimiento participaron altos funcionarios de gobierno, y no sólo eso, también se encontraron evidencias importantes que señalan que hubo interrogatorios por medio de tortura a por lo menos 77 personas que posteriormente fueron liberados. Interrogatorios que fueron hechos por las entonces autoridades del gobierno.

La “verdad histórica” como discurso de poder y de lo falso

Acerca de esa “verdad histórica” se había dicho lo siguiente: que los estudiantes fueron incinerados en el basurero de Cocula y donde únicamente el grupo criminal Guerreros Unidos eran los responsables, versión que se enfocaba en señalar que a los estudiantes los habían confundido con una banda rival. Ahora se declara, a partir de nuevas investigaciones y evidencias que los estudiantes fueron separados al menos en tres grupos distintos donde participaron diferentes células de grupos armados, entre criminales y “agentes de diversas instituciones del Estado mexicano” (BBC, 2022).

Y sobre lo anterior vale la pena preguntarse, ¿qué tipo de verdades se declaran y difunden entonces desde las instituciones de gobierno? Cuando hablamos de un sujeto a la historia, entonces surge la cuestión ante el acontecimiento de la desaparición de los 43 normalistas, ¿a qué tipo de historias se sujeta a la sociedad? O en otras palabras, ¿de qué manera se enajena al sujeto a una determinada historia?

Al reflexionar sobre la llamada “verdad histórica”, ponerla en cuestión, surge la propuesta de colocarla como objeto de análisis desde un enfoque psicoanalítico, es decir, se propone un análisis de discurso desde la perspectiva psicoanalítica (ADPP), dispositivo que fue planteado en otro espacio (Martínez González, 2021). Entonces el discurso que representa la “verdad histórica” se considera una estructura discursiva y por lo tanto, tenemos que esa “verdad” en concreto es un discurso, en este caso, un discurso producido desde la institución-gobierno anterior. En ese sentido, el discurso elaborado para conformar la “verdad histórica” versaba sobre cómo sucedieron los hechos respecto a la desaparición de los 43 estudiantes, pero no sólo eso, además fue un discurso para ocultar la verdad.

Si recuperamos de Foucault (2018), las consideraciones que plantea sobre la estructura de cualquier discurso (todo discurso es aparente, y en todo discurso existe algo no dicho), se dirá que en el caso de la “verdad histórica” encontramos por supuesto que se trató de un discurso de “apariencias”, es decir, falso, así como de que ocultaba algo no dicho. ¿Pero qué sería lo no dicho en este caso? La verdad.

Lo anterior implica que la verdad sobre el caso de la desaparición de los estudiantes aún está por descubrirse, el gobierno actual ha declarado abiertamente su voluntad e interés de que así sea, habrá que estar pendientes de que se concrete, de otra forma sólo se estarían repitiendo discursos con la intención de seguir ocultando la verdad.

Por otro lado, hablando del discurso que representa la “verdad histórica” y los efectos que eso tiene en el tejido social, Castoriadis (2007) señalaba que todo en el mundo social “está tejido con lo simbólico”, y de lo cual se puede deducir que entonces las historias que se cuentan están cargadas a su vez de ciertas ideologías, como bien puede entenderse al respecto de la llamada “verdad histórica”, en tanto conjunto de ideas apuntaladas para ejercer influencia sobre la sociedad, pero además dicha verdad en tanto elaboración discursiva como una posición política, es decir, la institución construye un “imaginario social”.

El mismo Foucault (2018), señalaba de qué manera los discursos producidos (más cuando tienen su origen en estructuras de poder), buscan invariablemente transmitir ciertas ideologías. Cabe la pregunta entonces, cuando fue producida la “verdad histórica”, ¿qué ideologías se intentaron transmitir a la sociedad? Algo que queda claro desde la versión de los hechos es que ésta se enfocaba en la unicidad, es decir, se habló de que a los estudiantes se les desapareció e incineró en el basurero, y que los responsables fueron el grupo criminal Guerreros Unidos, donde además se aseguró, el motivo fue una “confusión”. De acuerdo a esto, tenemos una sola verdad, una sola versión que no dejaba lugar a las dudas, supuestamente. Lo que resulta interesante al seguir analizando el discurso es lo siguiente: el motivo fue que los confundieron.

La confusión radicó según lo dicho por el entonces procurador Murillo Karam, en que a los estudiantes se les pensó como otro grupo criminal, adversarios de Guerreros Unidos. Esto lleva a que en el discurso, y en tanto lo no dicho que sin embargo existe ahí en el discurso que, los estudiantes fueron comparados con otro grupo criminal. En otras palabras, estudiantes normalistas es igual a criminales, ¿y no es esa la idea que tienen algunos sectores de la población respecto a los estudiantes normalistas? Lamentablemente así es. Hay personas que consideran a los estudiantes normalistas como criminales, sin que en absoluto lo sean. Los argumentos tienen que ver con sus formas de manifestarse, sus demandas, pero sobre todo sus orígenes comunitarios o rurales. Como muchas veces sucede en sociedades como la mexicana, existe un rechazo o aversión a ciertos grupos sociales, tales como indígenas, rurales, entre otros. Parece que el color de piel y el lugar de nacimiento siguen siendo estigmas que marcan a las personas, y donde aparecen y se reproducen socialmente discursos discriminatorios y de odio, donde como en el caso de los 43 estudiantes, se les compara y confunde con criminales. Ese es un aspecto de lo que trata la “verdad histórica”, un discurso de odio y discriminación, afortunadamente hoy desmentido.

Otro punto interesante sobre lo que representan los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, lo ofrece Pavón-Cuellar (2015), quien los llama “guerrilleros, luchadores y maestros”, quienes además, desde hace muchos gobiernos se les ha intentado desaparecer, empezando por la “represión de su palabra, por el silenciamiento de sus luchas y sus demandas”, porque al final de cuentas, “Ayotzinapa es también el nombre de lo oculto, lo desconocido, lo silenciado, lo reprimido, lo desaparecido por el sistema político-económico”.

Demanda de justicia y la búsqueda de la verdad

Como respuesta a la demanda justificada por gran parte de la sociedad, especialmente los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, el gobierno federal dice ahora que esa “verdad histórica” fue una creación por parte de altos funcionarios de gobierno donde falta ver quiénes son los responsables, tema que seguramente se irá desarrollando por el bien de la justicia. Pero además surge una reflexión a partir del caso que tal vez permita establecer algunos puntos de resonancia con lo social. Si esa verdad fue creada para ocultar lo que realmente sucedió, ¿no acaso se puede pensar que entonces la llamada “verdad histórica” sirvió para ocultar otra verdad? ¿Una verdad para ocultar otra verdad? En otras palabras, se puede suponer que debe existir otra historia no dicha aún.

Como parece apreciarse, esa otra historia está por revelarse. Las nuevas investigaciones y la buena voluntad por parte del gobierno actual para descubrir lo que realmente sucedió y poder ejercer justicia está en marcha; esa es la apuesta declarada. Lo cual por supuesto no deja satisfechos a los familiares de los 43 estudiantes desaparecidos, quienes siguen siendo fantasmas que no terminan por desaparecer del todo, puesto que tampoco se logra encontrarlos.

Sobre esto último, también declaró Alejandro Encinas que lamentablemente “no hay indicio alguno de que los estudiantes se encuentren con vida” (BBC, 2022), discurso que para los familiares no les quita la esperanza y las ganas de seguir adelante en su búsqueda, pues como han pronunciado en días recientes a través de diferentes manifestaciones, “siguen faltando 43”.

Retomando lo que se planteó, si entonces una “verdad” sirvió para ocultar otra verdad no dicha, ¿cuáles son los efectos en lo subjetivo? ¿Hay indicios en el entramado social sobre el ocultamiento de ciertas verdades? Seguramente habría que escuchar y analizar discursos que den cuenta de ello, en tanto lo subjetivo se construye a partir del lenguaje, o sea, del discurso, sin embargo, hay una parte de lo subjetivo que recae en las fantasías producidas a partir del acontecimiento. Aquí se ha dado cuenta de al menos un indicio sobre los efectos que dicha verdad trae a lo social y tiene que ver con el tipo de ideologías que transmiten los discursos, que como se pudo analizar, estaría relacionado con un discurso de discriminación y de odio, tal vez emparentado con ese “narcisismo de las pequeñas diferencias” que señalaba Freud (1930), para referirse a cierta inclinación agresiva a partir de una pulsión hostil hacia “los extraños”.

En conclusión, a la sociedad se le intentó transmitir la idea de odio y rechazo hacia los estudiantes normalistas por medio de la llamada “verdad histórica”. El por qué, se podrá localizar al entender lo que ellos representan para ciertas instituciones de poder o para determinados grupos de la sociedad; lo que les incomoda, lo que no va con establecidas líneas discursivas, con retoricas marcadas desde hace muchos gobiernos en contra de lo comunitario y lo diferente, discursos que se convierten en verdades, en historias que se cuentan a la sociedad para repetir fantasmas y temores, es decir, reproducir ideologías, peor aún como en el caso de los 43 normalistas desaparecidos, se repiten historias de violencia y desaparición hacia quienes no encajan con lo establecido.

Referencias bibliográficas

BBC News Mundo (2022). Ayotzinapa: 4 preguntas para entender el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en México que fue calificado como “crimen de Estado”. Consultado en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-62616853

Castoriadis, C. (2007). La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets. (Originalmente publicado en 1975).

Foucault, M. (2018). La arqueología del saber. México: Siglo XXI. (Originalmente publicado en 1969).

Freud, S. (2010). “El malestar en la cultura”. En Sigmund Freud Obras Completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu. (Originalmente publicado en 1930).

La Jornada (2022). En el caso Ayotzinapa “se encubrió al más alto nivel”. Consultado en: https://www.jornada.com.mx/notas/2022/08/19/politica/en-el-caso-ayotzinapa-se-encubrio-al-mas-alto-nivel/

Martínez González, A. (2021). Pandemia: el acontecimiento y lo no dicho en el discurso educativo. Un análisis con perspectiva psicoanalítica. Revista Ethos Educativo No. 56. México: IMCED. Consultado en: https://imced.edu.mx/Ethos/Archivo/56/56-articulo-02.pdf

Pavón-Cuellar, D. (2015). ¿Qué podría significar Ayotzinapa? Entre el discurso y el acontecimiento. Ponencia magistral en el Cuarto Coloquio Regional Multidisciplinario de la ANEFH, Análisis de las manifestaciones contra hegemónicas. 4 de marzo 2015, Morelia, Michoacán. Consultado en: https://davidpavoncuellar.wordpress.com/2015/03/05/que-podria-significar-ayotzinapa-entre-el-discurso-y-el-acontecimiento/

[1] Maestro en psicología educativa con perspectiva psicoanalítica (IMCED) y Especialidad en psicoanálisis lacaniano (USFM). Psicoanalista miembro de Espacio analítico mexicano (EAM). Asesor en el Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación (IMCED). Docente de Telesecundaria (SEP).