La rusofobia de Milan Kundera y su ‘kitsch’ de clase media

Cesar Martínez (@cesar19_87)*

Era un desquite sexual: Praga era como un planeta de mujeres despampanantes mostrando su desprecio a los soldados rusos subidas a unas piernas largas y hermosas como no se habían visto en Rusia durante los últimos cinco o seis siglos.

La Insoportable Levedad del Ser

 

La avalancha de xenofobia, racismo y misoginia contra el legado cultural de Rusia por parte de gobiernos y medios de comunicación en Estados Unidos y la Unión Europea desatada a raíz de la invasión a Ucrania nos obliga a cuestionar si alguna vez Occidente podrá encararse con un adversario hostil sin antes tener que denigrarlo, deshumanizarlo y censurarlo en el terreno de la representación: ¿Puede una guerra militar librarse sin ser acompañada por una guerra estética donde el otro no solo es retratado como malo, sino también como feo yrepulsivo?

A juzgar por la cita de arriba, tomada del gran best-seller del escritor checo Milan Kundera, la respuesta es no: la guerra que Occidente lleva librando contra Rusia muchísimo antes de que el primer soldado ruso haya puesto un pie en el Donbás ha contemplado la producción de cine anti-ruso, música anti-rusa, periodismo anti-ruso, deporte anti-ruso y literatura anti-rusa. Si Kundera nos dice la verdad páginas más adelante cuando señala que “mis personajes son mis propias posibilidades que no se realizaron” y que “la novela no es una confesión del autor sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo” (p.232), entonces…  ¿Por qué ese gran monumento al melodrama sexual que es La Insoportable Levedad del Ser debe partir del resentimiento contra Rusia siendo que Kundera dice abanderar la libertad artística?

Y es que la obra de Kundera sobrevive a las fobias de su propio autor al examinar aquellos vicios de la sociedad comunista que también están presentes en cualquier sociedad de consumo contemporánea: la cobardía, la frivolidad y el encasillamiento de la condición humana dentro de una idea de libertad y de derechos políticos y civiles equiparados con lo sexual. Si en el párrafo anterior usé las palabras “resentimiento” y “melodrama” es porque en el primer capítulo de su libro, Kundera tiene la honestidad y la destreza técnica de trazarse el ambicioso objetivo de modificar el sentido de la vida y el sentido de la libertad apoyado en la idea nietzscheana del Eterno Retorno (peso y levedad como opuestos): establecer un nuevo ideal de belleza humana mediante la negación o aniquilación de Rusia como símbolo de todo lo perverso, lo viejo y lo aburrido que existe.

De modo que la castración simbólica de los soldados rusos ante un concepto de belleza femenina también mutilado (puesto que para Kundera una mujer hermosa es un par de piernas largas y una mujer libre es aquella que emplea su belleza aprovechándose de otras mujeres) involucra el doble proceso de vaciar al ser de su contenido político e histórico e irlo llenando de posibilidades por realizar en lo estrictamente personal. Aunque el título del libro nos diga que la levedad es insoportable, abundan los pasajes donde la levedad se presenta como algo aceptable y atractivo: los cuerpos de los personajes kunderianos se transforman en las ruinas del Ayuntamiento de Praga arrasado durante la segunda guerra como la imagen de un cadáver que Kundera exhibe repetitivamente para validar su voz denunciando las atrocidades del “totalitarismo ruso”.

En el melodrama de Kundera hay un profundo vacío en la experiencia del ser que es disimulado a través de una estética ‘kitsch’, cuya estrategia él mismo describe y condena cuando se trata de otros ‘kitschs’: el de izquierda (idea de progreso o Gran Marcha), el católico (idea del amor infinito de Dios) y el comunista (idea de la contradicción socioeconómica superada). Para Kundera, el acto de negar algo, negar cualquier cosa o simplemente negarlo todo nada más porque sí es lo que realiza al ser y lo embellece: “De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si [la mierda] no existiese. Este ideal estético se llama kitsch.” (p 260)

Siguiendo a Kundera cuando nos explica que el ‘kitsch’ consiste simultáneamente en afirmar lo bello (máscara de belleza) y negar lo feo (biombo que oculta la muerte), hallamos que el ‘kitsch’ de la Insoportable Levedad del Ser, y de otras novelas del autor, es un ‘kitsch’ de clase media usando al sexo como espejismo y a Rusia como espantapájaros que permite a sus personajes comportarse como si no existiese la estratificación de la sociedad en clases. Ellas y ellos cumplen funciones en un mundo obsesionado con pretender que la desigualdad no existe: los sueños líquidos de Kundera están compensados por la pesadilla del profesionista liberal (médico, académico, artista, fotógrafo, ingeniero o periodista) que de la noche a la mañana por causa de un poder dominador debe dejar su profesión para ganarse la vida limpiando ventanas, pastoreando ganado o picando piedras dentro de una mina de carbón en Eslovaquia.

¿Es que existe terror mayor para la clase media que la pérdida del estatus social?

Hay que decirlo: La xenofobia anti-rusa de Kundera es un ideal estético cuyo valor dentro de la historia política del arte es indiscutible. Se trata de un estilo que explota las ansiedades y temores de un cierto sector social atrapado entre los de arriba y los de abajo con el propósito de negar la política y la historia como fuentes de sentido de la vida, o lo que él llama acuerdo categórico con el ser. Pese a su carácter reaccionario y conservador, Kundera sobresale entre otros escritores de derechas por su capacidad de hablar en términos metafísicos. Así, efectivamente, se afirma la levedad del ser propio y del ajeno como imperativo estético: deshumanizar al adversario, (castrarlo si es hombre o mutilarla si es mujer), es en el ‘kitsch’ kunderiano una cuestión de verse bien. Es maquillar la imagen de la violencia contra todo lo que Rusia simbolice en un presente que jamás superó la Guerra Fría, porque se repite eternamente.

De forma paradójica, la idea del Eterno Retorno donde pasado y futuro no tienen peso ni valor es por sí misma un ‘kitsch’, pero un ‘kitsch’ totalitario. Explica Kundera: “Pero allí donde un solo movimiento político tiene todo el poder, nos encontramos de pronto en el imperio del kitsch totalitario.” Aunque Kundera obviamente escribió esto último con el propósito de aporrear a Rusia identificándola con el totalitarismo o el imperialismo a ojos de sus lectores de Occidente, la noción del ‘kitsch’ totalitario recupera lo histórico-político para ponerlo de nuevo como fuente de humanidad: el ‘kitsch’ totalitario nos señala que el odio latente que ahora despertó contra toda expresión cultural rusa ha sido parte de una operación de Estado en el terreno de la estética tanto como la guerra lo es en el terreno de las balas.

“Einmal ist keinmal. Lo que sólo ocurre una vez es como si no hubiera ocurrido,” escribe Kundera y añade: “La historia es igual de leve que una vida humana, insoportablemente leve, como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá (p.234).” Estableciendo el Eterno Retorno como fundamento de su propio ‘kitsch’ o acuerdo categórico con el ser, sin embargo, Kundera camina a través de la misma senda peligrosa que Nietzsche transitó en su obsesión por liberar a la humanidad del peso de valores clásicos como la memoria y la moral en detrimento de la cultura: sin ambas como las brújulas de la historia política, el intelecto, la ciencia e incluso la excitación sexual se vuelven atuendos que encubren la desnudez de la fuerza bruta.

Al fin, la literatura anti-rusa de Milan Kundera no solo permite exhibir que la xenofobia, el racismo y la misoginia han sido armas más eficaces en el arsenal de Occidente contra Rusia que cualquier sanción económica. Hablamos de una estética completamente ‘kitsch’ que descarga al ser de los pesos de la historia y la política, del tiempo y del poder: el ser obsesionado con la levedad que llega a creer con ligereza que las guerras son asuntos de buenos contra malos, de piernas largas y hermosas escapándose de la cárcel de la minifalda contra hombres castrados cuyo único manto protector es el uniforme militar.

*Maestro en relaciones internacionales por la Universidad de Bristol y en literatura estadounidense por la Universidad de Exeter.

Bibliografía:

Kundera, Milan (1984) La Insoportable Levedad del Ser, Tusquets.