La pelota no se mancha. Dos reflexiones

Luis Martínez Andrade[1]

Maradona: el arte aurático

Héroe para muchos latinoamericanos, villano para algunas feministas o simplemente un vulgar truhan para ciertos ingleses, Diego Armando Maradona fue un hombre que asumió sus contradicciones. Gran admirador del Che Guevara (a la menor provocación mostraba el tatuaje que se había estampado en su brazo derecho con la imagen del teórico del humanismo socialista), fiel seguidor de la Revolución cubana (durante su discurso de premiación como “Jugador del Siglo de la FIFA” dedicó su premio al pueblo cubano) y defensor de la Revolución bolivariana de Hugo Chávez (en más de una ocasión llegó a declarar que si los Estados Unidos invadían Venezuela, él se alistaría como soldado voluntario de lado de las fuerzas bolivarianas), el astro argentino también fue la expresión más abyecta del machismo latinoamericano: mujeriego, alcohólico y bravucón.

Si para Walter Benjamin, las imágenes de la infancia son elementos importantes en la construcción espiritual del ser humano para hacer frente a las amenazas venideras[2], la mónada (la unidad perfecta que es el principio del absoluto) de mi generación se expresó un 22 de junio de 1986 en el estadio Azteca de la ciudad de México. Era el partido de los cuartos de final que enfrentaba a la albiceleste con la selección de Inglaterra. Aquí el contexto histórico no puede ser tomado a la ligera. Tan solo algunos años atrás, se había desarrollado la guerra de las Malvinas en la que alrededor de 650 combatientes sudamericanos perdieron la vida. La herida neocolonial todavía no había cicatrizado. Para “el Diego”, era más que un partido de fútbol, era el momento de realizar “un salto de tigre al pasado”[3], cierto, en el marco de un evento organizado por una de las organizaciones más corruptas del planeta: la FIFA. Pero también recuerda Benjamin que el salto de tigre al pasado “tiene lugar en una arena en donde manda la clase dominante”[4]. Actualmente contamos con variopintas interpretaciones de ese par de goles marcados por el número 10 de la selección argentina. El primero, el de “la mano de Dios”, fue la revancha del humillado. Fue el desacato del expoliado a las reglas impuestas por los poderosos. Fue la rebeldía del “que nació para servir y obedecer”. El segundo escapa al raciocinio. Fue un verdadero poema. Sus piernas interrumpieron el continuum de la historia pues actualizaron el presente. No sé por qué me gusta imaginarme a Walter Benjamin, cerveza en mano, observando desde las gradas del Coloso de Santa Úrsula aquella segunda anotación y, por tanto, reescribiendo su ensayo sobre La Obra de Arte en la época de su reproductibilidad técnica. No dudo que después de disfrutar ese soberbio gol hubiera escrito un acápite sobre el “florecimiento del aura”.

Acusado por violencia sexual, Maradona muere un 25 de noviembre de 2020 fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Quizá la muerte del diez sea la expresión de un cambio de época: la reconfiguración del patriarcado y de la modernidad capitalista o la posibilidad de un mundo menos opresor.   

Chernóbil

Exactamente hace 35 años, el 2 de mayo de 1986, se enfrentaron en el estadio Gerland (Lyon), las escuadras del Atlético de Madrid y la del F.C. Dínamo de Kiev. Se estaban disputando la Recopa de Europa 1985-1986. Dicho encuentro se convirtió en un momento estelar para el fútbol soviético pues demostró que el balompié ruso (nojnoï myach) era superior al del occidente capitalista. Ya desde el minuto 5 el equipo ucraniano se había puesto al frente con un gol de Aleksandr Zavárov. Sin embargo, en la segunda mitad, Oleg Blojín, con una soberbia asistencia de Vadym Yevtushenko, destrozaba las ilusiones del equipo español. Un par de minutos más tarde, llegó el tercer gol. Fue como un disparo en la sien para los colchoneros. Huelga decir que esa final catapultó el método científico del entrenador Valery Lobanovsky. Como se sabe, el técnico ucraniano había introducido el uso de estadísticas y de jugadas cronometradas y, al mismo tiempo, había impuesto una rigurosa dieta a sus jugadores. Para Beñat Zarrabeitia “su contribución es esencial para comprender el fútbol actual”[5]. Efectivamente, el “socialismo realmente existente”, al igual que la política deportiva de los países liberales, asumió la lógica racional-instrumental moderna. El deporte, como vector de racionalización[6], de construcción de la virilidad[7] y de técnica disciplinaria[8], estaba siendo ahogado, por la lógica de la competición, en “las aguas heladas del cálculo egoísta”.

Sin embargo, se suele olvidar que dicho cotejo se dio a una semana del accidente nuclear de Chernóbil (26 de abril). Régis Genté y Nicolas Jallot, periodistas galos, cuentan que fue en Francia donde los jugadores ucranianos se enteraron de la catástrofe. Obviamente se mostraron preocupados por sus familiares que se encontraban en la ciudad de Kiev, a cien kilómetros. Gracias Valentin Chtcherbachev, comentarista deportivo, los aficionados ucranianos que seguían el partido a través de la televisión y de las ondas hertzianas de la radio se enteraron del peligro que corrían pues el régimen soviético seguía minimizando (por no decir, negando) el hecho. Gracias a los buenos oficios de Valery Lobanovsky, las familias de los jugadores fueron evacuadas[9].

Otro hecho que también suele ser olvidado u omitido por la prensa occidental refiere a que mientras algunos países democráticos de la “Europa humanista” se negaron a recibir a los niños ucranianos (alrededor de 23 mil) para darles tratamiento, Cuba los aceptó. Ironía de la historia, mientras los cubanos recibían a estos niños para curarlos de manera gratuita, Kiev estaba votando a favor una resolución americana que condenaba a la isla ante la Organización de Naciones Unidas. 

[1] Sociólogo. Autor del libro Textos sin disciplina. Claves para una teoría crítica anticolonial, México, Universidad de Guadalajara, 2020.  

[2] Walter Benjamin, Infancia en Berlín hacia el mil novecientos, Madrid, Adaba Editores, 2012.

[3]  Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Bogotá, Ediciones desde abajo, 2013, p. 29

[4]  Walter Benjamin, op. cit., p. 29.

[5] Véase Carles Viñas, Fútbol en el país de los Soviets, Navarra, Txalaparta, 2020, p. 10.

[6] Norbert Elias et Eric Dunning, Sport et civilisation. La violence maîtrisée, Paris, Fayard,1994.

[7] George L. Mosse, L’image de l’homme : L’invention de la virilité moderne, Paris, Abbeville, 1996.

[8] Jean-Marie Brohm, La Tyrannie sportive : Théorie critique d’un opium du peuple, Paris, Beauchesne, 2006.

[9] Régis Genté et Nicolas Jallot, Futbol. Le ballon rond de Staline à Poutine, une arme politique, Paris, Allary éditions, 2018.