La Guía Ética para la Transformación de México: entre lo anticlimático y lo potentemente obradorista

Alfonso Vázquez Salazar *

El pasado jueves 26 de noviembre de 2020 fue presentada en la conferencia mañanera del presidente de la República la Guía Ética para la Transformación de México, la cual no queda claro del todo si es un documento que sustituye a la propuesta de una Constitución moral, formulada como compromiso 99 de la presidencia, o si es la base para convocar a la población en torno a la discusión de la misma.

     Lo cierto es que la Guía Ética para la Transformación de México es un documento de 34 cuartillas que fue redactado por una comisión conformada por Jesús Ramírez Cuevas, Verónica Velasco, Enrique Galván Ochoa, José Agustín Ortiz Pinchetti, Pedro Miguel y Margarita Valdés –estos dos últimos convocados con posterioridad–; y que consta de una Presentación, donde se explican los motivos y se resalta el carácter perfectible del texto, “abierto a la discusión y al enriquecimiento por parte de la ciudadanía”, y de 20 artículos de desigual extensión que hablan: 1) del respeto a la diferencia; 2) de la vida; 3) de la dignidad; 4) de la libertad; 5) del amor; 6) del sufrimiento y el placer; 7) del pasado y del futuro; 8) de la gratitud; 9) del perdón; 10) de la redención; 11) de la igualdad; 12) de la verdad, la palabra y la confianza; 13) de la fraternidad; 14) de las leyes y la justicia; 15) de la autoridad y el poder; 16) del trabajo; 17) de la riqueza y la economía; 18) de los acuerdos; 19) de la familia; y 20) de los animales, las plantas y las cosas. 

     El texto en su conjunto es irregular, sin la justificación suficiente sobre el orden en que los distintos artículos que lo conforman fueron integrados, y a pesar de que el presidente Andrés Manuel López Obrador haya señalado que es similar a la Cartilla moral de Alfonso Reyes –sólo que actualizada “a la luz de los nuevos tiempos”–, lo cierto es que la Guía Ética es un documento encomiable, valorado sobre todo por el esfuerzo de más de dos años que tardó su redacción, pero justo por esa misma razón resulta apenas aceptable. 

     El título mismo de Guía Ética resulta anticlimático porque refiere a esos manuales con protocolo de actuación del personal médico en situaciones de emergencia o de crisis sanitarias, como la que vivimos en nuestros días, y que remite a la malhadada discusión en torno a la Guía Bioética para la Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia que tanta polémica causó a principios de la pandemia en el círculo rojo de los filósofos académicos y de una buena parte de la reacción elemental del país ante la posibilidad de escasez de equipo médico, lo cual por las medidas de prevención tomadas por el gobierno federal no pasó de ser una mera elucubración hecha por los opositores para cuestionar la estrategia de combate a la pandemia.

     Al parecer, la Comisión de redacción de la Guía Ética para la Transformación de México optó por el empleo del concepto “ética” para evitar los efectos que podía causar el de “moral” en la opinión pública, sobre todo en el sector académico e intelectual –aún cuando el término “moral” es mejor conocido por la población mexicana–, desechando la articulación de una defensa y una justificación más enérgica de toda una concepción de la moral pública tan necesaria en un momento de crisis orgánica del Estado y de la sociedad mexicana propiciada por el neoliberalismo. Si la Comisión redactora desconocía autores, podía haber empezado por el propio Reyes que sin aludir al debate existente en la tradición filosófica en torno al empleo de “ética” o “moral”, y más bien dándolo por irresoluble, e incluso estéril, se inclinó por el uso del término moral para la articulación de todas sus reflexiones sobre el bien y el respeto como condiciones indispensable para la construcción de una mejor sociedad; o también podían haber revisado a pensadores de la tradición socialista como Antonio Gramsci, tan emblemático en este proceso histórico, quien reivindicando el sentido común nacional-popular sostuvo siempre la necesidad de una renovación intelectual y moral en una sociedad que experimenta un proceso profundo de transformación política. 

     Otro aspecto problemático del texto, que lo aleja del de Alfonso Reyes en su hechura, es la ausencia de método para integrar sus reflexiones: no queda claro por qué el respeto a la diferencia debe ser el primero de los preceptos o valores propuestos en la Guía Ética, y por qué nombrarlo de esa forma es más legítimo que hacerlo, por ejemplo, como respeto al otro o al prójimo, o a la persona en general: quizá hubiera quedado mejor formulado el título del artículo como “Del respeto a la pluralidad”, reivindicando con ello además un plano fundamental de la convivencia democrática. 

     En el mismo sentido, tampoco es entendible la causa por la cual el artículo que habla de la importancia de la  familia es relegado hasta el lugar 19, cuando es descrita como la “principal institución de seguridad social de México” y “la célula básica de la sociedad”. La falta de un método, es decir, la falta de un camino seguro a través del cual conducir de la mano al lector-ciudadano en una reflexión moral que abone en su formación cívica y política hace de la Guía Ética un texto deshilvanado y con poca fuerza para la captación de una idea de conjunto.

      No obstante estos señalamientos críticos, debo reconocer que la Guía Ética tiene pasajes memorables, como por ejemplo el apartado que habla del trabajo, o aquel que nos sumerge a reflexionar sobre el sufrimiento y el uso del placer, o de la necesidad de la conciencia histórica de lo que somos en el apartado que aborda la cuestión del pasado y del futuro, aunque la brevedad de los textos de algún modo los limita.

     Igualmente, las reiteradas referencias a las máximas que ha postulado el presidente de la República como ejes rectores de su gestión: “no robar, no mentir, no traicionar” o aquella que señala de manera tajante que “el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”, hace de toda la Guía Ética un texto potentemente obradorista que indudablemente, junto a la Cartilla moral, de Alfonso Reyes, servirá de instrumento indispensable para detonar la reflexión pausada y serena en la ciudadanía en torno al significado de una moral pública o una ética política en un momento en el que lo nuevo no acaba por nacer y lo viejo no termina por morir, y en el que se han sentado las bases ya para que la cuarta transformación de la vida pública de México sea en verdad perdurable. 

  

*  Filósofo, escritor y ensayista político. Profesor Titular de la UPN. Autor del libro Perfiles mexicanos. Ensayos sobre filosofía mexicana contemporánea (Cámara de Diputados, 2019) y El grado cero de la política y otros ensayos sobre la democracia en México (en prensa, 2020).