La guerra y el dezplazamiento de la ética

Leonardo Meza Jara

I.- Incluso para la actividad humana de la guerra se han planteado reglas éticas y jurídicas que se registran en tratados internacionales. Hay actos que son concebidos como “crímenes de guerra”, que en el caso de la invasión de Rusia a Ucrania pueden ser juzgados por tribunales internacionales. Las reglas éticas y jurídicas de la guerra refieren la posibilidad de una bondad o una justicia, que existirían en medio de un infierno de violencia.

¿Pero, la guerra puede ser ética? ¿En medio del infierno de la guerra pueden existir páramos de bondad y/o de justicia? La posibilidad de que exista una ética de la guerra es una de las mayores contradicciones de la humanidad. Durante la guerra tiene lugar una suspensión de la ética, que tendría que ser analizada en su historicidad. La suspensión de la ética en los casos de la invasión de Estados Unidos a Irak y Afganistán, difiere de la suspensión de la ética en el caso de la invasión de Rusia a Ucrania. 

La ética de G. E. Moore que se publicó en el libro “Principia ethica” a inicios del siglo XX, que es planteada desde una perspectiva analítica, deja en claro que los juicios éticos requieren ser elaborados tomando en cuenta su condición acontecimiental y empírica. Cada crimen de guerra cometido por los Estados Unidos o Rusia, al ser valorado éticamente requiere de un análisis específico y empírico.

Es posible hacer generalizaciones éticas sobre los crímenes de guerra cometidos por los Estados Unidos o Rusia, pero cada crimen de guerra requiere ser analizado como un acontecimiento específico. El horror de los crímenes de la guerra puede ser concebido como una sola masa de violencias injustificables y reprobables. A su vez, cada crimen de guerra tiene una historia específica, una serie de acontecimientos violentos que al ser valorados éticamente ameritan ser analizados respecto a su acontecimentalidad.

II.- Los Estados Unidos han cometido crímenes de guerra en Irak, Afganistán y otras invasiones que tuvieron lugar en el siglo XX. Rusia ha cometido crímenes de guerra en su invasión a Ucrania. Los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos y Rusia son más que evidentes, y es imposible negar su existencia. El problema surge en las maneras de juzgar los crímenes de guerra cometidos por ambos países. ¿Cómo han sido juzgados ética y jurídicamente los crímenes de guerra que han sido cometidos por los Estados Unidos y por Rusia? ¿De qué formas se ha construido la verdad ética y jurídica sobre los crímenes de guerra que han sido cometidos por los dos países mencionados?

Al plantear estas dos preguntas no se trata de explicar y/o justificar una actuación que a todas luces es ética y jurídicamente cuestionable, respecto a crímenes de guerra que han sido cometidos por parte de una potencia militar hacia una nación más débil. Se trata de mostrar la existencia de valoraciones y juicios que se construyen de manera diferente respecto a los crímenes de guerra. Las formas de subjetivar los crímenes de guerra, y formarse valoraciones y juicios al respecto, están atravesados por condicionamientos históricos, culturales, políticos e ideológicos.

No hay una verdad exclusivamente ética en nuestras maneras de subjetivar los crímenes de guerra. Sino que la verdad sobre los crímenes de guerra es también histórica, cultural, política e ideológica. No hay una verdad universal, ni un mecanismo unívoco y determinante en las maneras de valorar y formarse juicios sobre los crímenes de guerra. Las maneras de subjetivar los crímenes de guerra estas atravesadas por variables que trascienden el territorio de la ética.

III.- En la historia mexicana los crímenes de guerra han sido subjetivados con una versatilidad que resulta extraña y sorprendente. Una de las matanzas más sanguinarias en las guerras de México fue cometida por las tropas insurgentes en el asalto a la Alhóndiga de Granaditas. El hecho histórico de la masacre de la Alhóndiga de Granaditas tiene todas las cualidades de un crimen de guerra. Sin embargo, las valoraciones y los juicios históricos que los mexicanos nos hemos formado en torno a este acontecimiento resultan contradictorios y paradójicos. La matanza de españoles y criollos en la Alhóndiga de Granaditas en los primeros días de la guerra de independencia, ha sido concebida como un acontecimiento de heroicidad y justicia histórica ante la colonización española.

En la historiografía oficial, el crimen de guerra de la Alhóndiga de Granaditas ha sido subsumido por una explicación y justificación que desemboca en un acto de venganza histórica. ¿Si los españoles nos violentaron durante tres siglos, los mexicanos estaríamos justificados a cometer una matanza colectiva como la sucedida en la ciudad de Guanajuato en 1810?

Nuestras formas de subjetivar la historia son cuestionables respecto a los actos que pueden ser concebidos como “crímenes de guerra”. Esto tiene que ver directamente con la idea moderna de “Revolución” que se ha formado en occidente. La idea de “Revolución”, como causa mayor que explica y justifica las transformaciones históricas en occidente, está plagada de contradicciones y paradojas. Alguien puede dar su vida o quitársela a un tercero, por una causa mayor que estaría explicada y justificada por una “Revolución”.

Una “Revolución” puede justificar los crímenes más atroces, como el cometido en la Alhóndiga de Granaditas en 1810. Son pocos los historiadores que se han atrevido a juzgar la carga negativa de este crimen de guerra. Entre los críticos del crimen de guerra de la Alhóndiga de Granaditas, está el caso del intelectual conservador Lucas Alamán (“Historia de México. Tomo 1”, 1962). ¿Pero, quién se atrevería a citar a un historiador que al juzgar la guerra de independencia ha declarado que el padre de la patria tendría que ser Agustín de Iturbide en lugar de Miguel Hidalgo? Más allá de lo ético, al juzgar la matanza de la Alhóndiga de Granaditas aparecen variables históricas, culturales, políticas e ideológicas que resultan conflictivas.

IV.- Lo que habría que cuestionar al valorar los crímenes de guerra, son los mecanismos (éticos, jurídicos, políticos, ideológicos, etc.) a través de los cuales se suspende la ética cuando se viven situaciones extraordinarias, como la guerra en Ucrania. Durante la guerra se ponen en marcha mecanismos de suspensión de la ética, que atañen directamente a los crímenes de guerra. Estos mecanismos ponen en juego una relatividad de la ética que resulta sumamente conflictiva y compleja.

La única posibilidad de construir una visión unívoca y universalizante sobre los crímenes de guerra es el pacifismo absoluto, la declaratoria definitiva de: NO A LA GUERRA. Pero, contradictoriamente los seres humanos estamos enraizados en la guerra. Los mexicanos del siglo XIX fueron descendientes históricos de la guerra de independencia y tuvieron como figura paterna a un mártir que fue fusilado injustamente en la ciudad de Chihuahua. Los mexicanos del siglo XX somos parte de una estirpe que le rinde culto a los muertos de la revolución, somos hijos de los colgados y masacrados que aparecen en los relatos de Nellie Campobello (“Cartucho”, 2013).

Nuestras historias han sido trastocadas por los actos de violencia de la guerra, que nos queman las entrañas y que nos hacen hervir la sangre. Es aquí que se hace necesaria una explicación psicoanalítica sobre la violencia de la guerra.