La esperanza activadora del Dr. José Manuel Mireles

Rodrigo Wesche

Tesista de la Licenciatura en Filosofía en la FFyL y pasante de la Licenciatura en Historia por la ENAH

Una de las tantas lamentables muertes a causa del COVID-19 fue la del Dr. José Manuel Mireles Valverde. Falleció el 25 de noviembre tras veinte días de internamiento en un hospital del ISSSTE. 

La noticia no sin razón estremeció a quienes simpatizamos con la izquierda, pues el Dr. Mireles fue el líder de uno de los movimientos que evidenciaron con mayor claridad la descomposición social generada en México por la narcoguerra neoliberal. 

Nacido en Michoacán, José Manuel Mireles se desempeñó únicamente como médico en su estado hasta finales de 2013, cuando se convirtió en líder de los Grupos de Autodefensas, movimiento que surgió con el propósito de luchar contra el cártel de los Caballeros Templarios en Michoacán. 

Ante la brutal violencia de ese grupo delictivo, específicamente frente a la muerte, desaparición y decapitación de vecinos, el cobro de piso y las agresiones sexuales contra mujeres, incluidas menores de quince años embarazadas por integrantes del cártel, y la indiferencia y complicidad de las autoridades estatales y federales, los habitantes del municipio de Tepalcatepec se levantaron en armas. Ya no morirían como animales llevados al matadero, sino que a partir de ese momento estuvieron dispuestos a morir en combate, defendiendo a sus seres queridos y sus bienes. 

Esta actitud se percibe al comienzo del documental Tierra de Cárteles (2015) del cineasta Matthew Heineman, cuando después de explicar la situación que los había llevado al levantamiento, el Dr. Mireles pregunta directamente a las cámaras: “¿Qué harías tú, esperar que vinieran por ti o comprar una de estas cosas [señalando un arma] para defenderte? ¿Qué harías tú?”. La pregunta resuena con fuerza en el espectador.

En el mismo documental se perciben dos cosas. Primero, cómo era un líder político consciente de que él y las autodefensas no eran la sede del poder político, sino sólo servidores del pueblo, a quienes se comprometían a defender. En cada diálogo con la gente de los distintos municipios, el Dr. Mireles defendía la legitimidad de su movimiento e instaba a que las personas se organizaran. 

Esto me lleva al segundo elemento, la esperanza activadora del Dr. Mireles. A donde sea que llegara, era capaz de generar esperanza en aquellas personas que llevaban años siendo acosados y violentados por los cárteles. Gracias a su liderazgo y el movimiento que impulsó, mucha gente concibió la posibilidad de transformar su situación y no asumirla como un destino. Así, la esperanza los movía a actuar, a cambiar su realidad. En un discurso decía las siguientes palabras: “Ya es hora de que levantemos la vista. Ya es hora de que saquemos las armas. Ya es hora de que nos defendamos. Muchas gracias y para delante todos”.

Lamentablemente el 4 de enero de 2014 sufrió un accidente de avión y, coincidentemente, desde ese momento se operó una estrategia del gobierno federal para desarmar a los grupos de autodefensa. Poco a poco el movimiento se comenzó a dividir en facciones, en parte gracias a que se integraron personas cercanas al gobierno o a grupos delictivos. Mientras unos decidieron mantener la línea que el Dr. Mireles había impulsado en las autodefensas, otros se integraron a las Fuerzas Rurales. Finalmente el 27 de junio de 2014 fue detenido y obtuvo la libertad hasta el 18 de julio de 2018 al no encontrar indicios para imputarle algún delito. A pesar de la cárcel y un estado de salud deteriorado, se logró levantar y apoyó activamente la coalición Juntos Haremos Historia que llevó a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador en 2018 y desde su estado trabajó para empujar la Cuarta Transformación de la vida pública del país. 

Resistió los embates del narcotráfico, los esfuerzos del entonces gobierno federal para desarticular las autodefensas, la traición de supuestos colaboradores que le dieron la espalda en los momentos más sombríos, el accidente (¿o atentado?) a bordo de una avioneta, la cárcel, complicaciones de salud en y después de su confinamiento. Ninguno de sus aportes políticos debe llevarnos a omitir o justificar las contradicciones manifiestas del Dr. Mireles en materia de violencia de género; más bien habría que asumir su legado e ir más allá de él. 

Perdió la batalla contra el coronavirus, la única donde su gran fuerza de voluntad y esperanza no pudieron intervenir. A muchos nos enseñó que la transformación de México era posible. Honremos su memoria empujando los cambios que tanto le hacen falta al país. No permitamos que vuelvan los responsables de la crisis humanitaria, con tanta violencia, muertos y desaparecidos. ¡Gracias por salpicarnos de esperanza! No le fallaremos Dr. Mireles.