La crisis del capitalismo: con Marx y Roberts

Carlos Humberto Contreras Tentzohua

No faltan académicos y personas que sin conocer la obra de Marx aseguran que su trabajo no funciona, o que, simplemente después de la caída de la URSS ya no se debe de leerle. Es evidente que a muchos profesores les gana su ideología, así como la aversión a proyectos alternativos a los hegemónicos, por eso es que al escuchar el nombre de Marx tiemblan y manifiestan su desagrado. No obstante que cabría recordarles que una cosa es el desagrado subjetivo, y otra muy distinta los argumentos racionales, por eso es que examinaremos el aporte que Marx hizo sobre el análisis de la crisis económica del capitalismo, y comprenderemos su enorme actualidad.

En su libro La larga depresión. Cómo ocurrió, por qué ocurrió y qué ocurrirá a continuación, Michael Roberts examina las razones de las crisis económicas bajo el capitalismo, y llega a la conclusión de que ni las teorías liberales ni las de la economía mixta logran explicar el origen de las crisis económicas y sus respectivas soluciones. En el caso de las teorías liberales aseguran que las crisis y las depresiones deben su origen a malas inversiones tanto como a otros excesos: “El desencadenante de la de 2008 fue la enorme expansión del capital ficticio, que finalmente se vino abajo cuando la expansión del valor real ya no pudo sostenerla, a medida que la ratio entre el precio de la vivienda y los ingresos familiares llegaba a cifras extremas”. (Roberts,2019:39)

Y es así que el capitalismo nunca es el problema, sino malas decisiones en inversiones o exceso de especulación como en la crisis de los tulipanes, como en la depresión de 1929, o como en la crisis de 2008 (que nos afecta hasta el día de hoy). No obstante, como bien lo señala Roberts a partir de Marx: “(…) estos “desencadenantes” no son causas. Tras ellos hay una causa general de las crisis: la ley de la tendencia decreciente de la tasa de beneficio.” (2019: 39) Es decir, el problema no son las malas inversiones o el exceso de especulación, sino que el problema de fondo es el capitalismo y su tendencia a la baja de su tasa de beneficio, ahí radica la verdadera causa de las crisis y las depresiones:

De manera que la Gran Depresión no se inició en 1930 con una crisis bancaria, y, de hecho, hasta diciembre de 1930 no aumentaron de forma significativa las quiebras de bancos. Entre 1929 y 1930 los activos bancarios crecieron un 2,7 por ciento. Mucho más relevante era el dato de que la economía real había estado decreciendo desde mediados de 1929, con una contracción de la producción industrial de casi la mitad desde mediados de 1929 hasta mediados de 1930, mientras que la tasa de desempleo se triplicó de 2,9 por ciento en 1929 a 8,2 por ciento en 1930. La economía real se deterioró antes de que tuviera lugar la crisis bancaria. (2019: 66)

Es decir, no fue el sector financiero y su especulación lo que causó la crisis, o incluso las malas decisiones de ciertos agentes, sino que antes ya la economía real había estado decreciendo, por lo que esa esencia de la caída en la tasa de crecimiento es lo que verdaderamente sigue causando las crisis y las depresiones en el capitalismo. No obstante cabe preguntarse ¿por qué ésa es la esencia del capitalismo? La razón es que el capital se valoriza, pero para hacerlo depende tanto de la fuerza de trabajo de los obreros, así como del plusvalor  que éstos generan:

(…) el valor solo se puede generar mediante el esfuerzo de los trabajadores. Se trata de una suposición razonable. Las fábricas, la maquinaria, el software y las materias primas no pueden ponerse a trabajar a menos que las personas (la fuerza viva del trabajo) ejerzan su energía para utilizarla. En una economía, el valor no puede crearse sin una fuerza de trabajo viva; esto implica que un mundo totalmente robotizado podría producir muchas cosas útiles, pero no crearía un valor del que los capitalistas pudieran apropiarse. (23)

Es decir, sin el trabajo de los obreros la burguesía no podría apropiarse del plusvalor que produce el obrero, para con ella acumular capital y a la larga invertirla para producir más plusvalía y así repetir el ciclo de acumulación del capital. Aunado a eso hay quienes afirman que el capitalismo puede funcionar sin obreros de por medio, mediante la automatización, y probablemente tengan algo de razón, no obstante que las consecuencias para la sociedad pudieran volverse terribles debido a la sustitución de los obreros por las máquinas, además de que como bien lo señala Roberts, produciría cosas útiles, pero no plusvalor pues ésta surge de la fuerza de trabajo de las personas. Sin embargo, cabe preguntarse antes ¿qué es el plusvalor? De acuerdo a Roberts y a Marx éste se obtiene de la siguiente manera:

La tasa de beneficio (TB)=la plusvalía (p) dividida por el capital constante (c) más el capital variable. La ley dice que los capitalistas compiten entre sí en el mercado para vender bienes y servicios. Si no pueden obtener beneficios quiebran y deben de salir del mercado. Los beneficios se incrementan haciendo que los empleados produzcan bienes y servicios con un valor superior al del coste de producción (es decir el coste de emplear una fuerza laboral; el coste de invertir en maquinaria, en una fábrica, en tecnología y usarlas; y el coste de materias primas). Este valor extra es la plusvalía (p). (23)

Mientras el capital constante sería la maquinaria, la tecnología (incluyendo el software o las maquinas robotizadas), la fábrica, así como las materias primas, el capital variable sería la fuerza de trabajo, y lo es porque este capital al trabajar las materias primas y forjar con ellas un nuevo producto hacen que éste adquiera más valor del que tenía, en eso radica que el trabajo sea un capital variable y no fijo como el constante. Pero no solo eso, sino que el trabajo también puede producir plustrabajo, es decir se puede hacer que los trabajadores se esfuercen más para producir mayores cantidades de productos, y con ello aumentar las ganancias y el plusvalor de los burgueses, no obstante que todo ello acarrea enormes consecuencias a largo plazo: 

Los capitalistas intentan reducir los costes de los productos que los trabajadores producen para ellos con respecto al precio al que pueden venderlos con beneficios en el mercado. Cada vez más, la única forma de conseguir esto es mediante nuevas inversiones en tecnología para incrementar la productividad del trabajo. Así, la ley de Marx dice que a medida que los capitalistas acumulen más capital, el valor de la maquinaria, las fábricas y la tecnología utilizadas se elevará con respecto a la cantidad de mano de obra empleada. (23)

Con lo que en vez de aumentar la tasa de plusvalor, lo que aumenta es el capital constante, provocando la disminución del plusvalor, lo que a la larga acarrea inevitablemente la falta de acumulación de capital variable, y más importante aún la tasa de beneficio decrecerá, con lo que los problemas para la empresa que lo experimente van desde los despidos, pasando por una crisis, hasta incluso la bancarrota. Ahora pensemos eso a la escala de todo un país, o incluso a escala mundial. El capitalismo pasa de una fase de gran expansión a una de inevitable contracción, es parte de su esencia:

La ley de Marx dice que la proporción entre el capital constante y el capital variable aumentará con el tiempo. Esta proporción se llama composición orgánica del capital (c/v). Si se eleva con el tiempo, y la tasa de plusvalía (p/v) es constante, la tasa de beneficio disminuirá. Esto es lo que dice la ley de la tendencia decreciente de la tasa de beneficio. Pero existen tendencias opuestas a la ley, y la más importante de ellas es que, cuando los capitalistas emplean nueva tecnología para aumentar la productividad del trabajo, es probable que la tasa de plusvalía crezca. Sin embargo, no será posible para la economía capitalista aumentar la tasa de plusvalía (sea indefinidamente o durante cualquier periodo muy largo de tiempo) por encima del aumento en la composición orgánica del capital. Al final, la ley de Marx se impondrá, y la tasa de beneficio empezará a decrecer. (24)

Bajo el capitalismo las empresas buscarán siempre aumentar su plusvalor, y para ello aumentarán la capacidad productiva de la fuerza de trabajo mediante un mayor uso de la maquinaria, e incluso de maquinaria cada vez más sofisticada. El problema es que con ello deberán usar más capital constante, y con ello disminuye su plusvalor, además que no se puede ir más allá de la composición orgánica del capital. Debido a eso inevitablemente la crisis estalla, y en el peor de los casos una depresión. Una de las formas en la que se evita la crisis es despidiendo personal, pero el plusvalor es producido por la fuerza de trabajo, es decir por las personas, si se les despide inevitablemente éste disminuye. La tecnología solo funciona cuando hay personas usándolas y ayuda a éstas a producir plustrabajo, y con ello plusvalor, si no hay personas la plusvalía disminuye, la tasa de ganancia se acorta provocando la crisis e incluso la quiebra de la fábrica, o de las diversas industrias. 

Sin embargo para evitar la crisis las empresas, sobre todo las grandes, usan todas las opciones a su mano antes de que éstas se presenten, y entre esas opciones están tanto el crédito como el capital ficticio: “(…) el crecimiento del crédito y del capital ficticio (como Marx llamaba a la inversión especulativa en acciones, bonos, y otras formas de activos monetarios) sucede precisamente para compensar la presión a la baja sobre la rentabilidad en la acumulación del capital real.” (Roberts, 42) Una empresa puede vender acciones para así adquirir el capital que ya no adquiere mediante la producción, y lo que sucede es que muchas veces ésa se vuelve su principal fin y ya no la producción, con lo que inevitablemente la especulación aumenta con el inevitable riesgo de las burbujas inflacionarias:

Las caídas de la tasa de beneficio fomentan la especulación. Si los capitalistas no pueden obtener suficientes beneficios con la producción de mercancías, intentarán ganar más apostando en el mercado de valores o comprando otros instrumentos financieros diversos. Los capitalistas experimentan las caídas de la tasa de beneficio casi simultáneamente, de manera que comienzan a comprar acciones y activos al mismo tiempo, y esto hace subir los precios. Cuando los precios de las acciones y otros activos financieros suben, todo el mundo los quiere: aquí empieza la burbuja, cuya silueta hemos visto una y otra vez desde la crisis de los tulipanes desde 1637. (42)

El peligro de que el capitalismo se base más y más en las finanzas radica en que crea la sensación de obtener dinero fácil, fomenta una especulación en la que supuestamente todos pueden ganar, entonces muchas personas se arriesgan y gastan su dinero en la especulación, hasta que se crea una burbuja que finalmente estalla y provoca una crisis, o incluso una depresión. El problema es que las empresas grandes y los grandes bancos se pueden dar el lujo de especular porque si quiebran contarán con el apoyo gubernamental y el cargo a los contribuyentes, pero las personas no, y se quedan muchas veces en la calle.

Actualmente las cripto monedas han fomentado la especulación financiera, sobre todo el Bitcoin. Las personas esperan invertir parte de su patrimonio en Bitcoin para ganar más dinero, pero lo cierto es que no pocos analistas financieros expresaron sus dudas sobre esta criptomoneda, precisamente por su fomentación de la especulación, además que inevitablemente hacía recordar a lo sucedido con la crisis de los tulipanes y también con la depresión de 1929. Los defensores del Bitcoin aseguran que dicha criptomoneda sirve para combatir la dominación de los grandes bancos y de los gobiernos, por lo que incluso hay anarquistas que lo ven con buenos ojos. Sin embargo, en estos momentos el Bitcoin está sufriendo una enorme caída, con lo que pareciera que las dudas sobre su eficacia no estaban mal justificadas.

La lección de Marx radica en que lo importante sigue siendo la producción, y que las finanzas muchas veces sólo funcionan para tratar de tapar las fallas en la cadena de producción. Incluso si el principal fin del capitalismo ya es la finanza y no la producción hay que preocuparse bastante pues indica que tarde o temprano una crisis va a estallar, y en el peor de los casos una terrible depresión. De hecho, con la globalización Estados Unidos dejó de ser un país productor tanto de productos industriales (la mayoría de sus fábricas se fueron a China), como de productos agrícolas, por lo que su consumo depende de lo que importan. Con su conflicto con China, el Covid 19, y ahora con su conflicto con Rusia y las sanciones impuestas a este país debido al operativo especial de Rusia, Estados Unidos, pero también sus aliados, comienzan a tener problemas de escases de productos, sobre todo alimenticios, pero también de productos industriales, con lo que se puede apreciar el enorme inconveniente de basar la economía en la especulación.

El otro punto importante del análisis de Roberts basado en Marx radica en que la solución a la crisis no puede provenir del keynesianismo. En esta teoría se supone que con la enorme inversión gubernamental en grandes construcciones e infraestructura se acabaría con el paro laboral, mientras que por el otro lado provocaría que los burgueses se animaran a invertir, provocando con ello la recuperación del sistema capitalista, sobre todo por el fomento al consumo. Para Roberts eso es falso, pues la recuperación del capitalismo tras la gran depresión de 1929 se dio mediante la Segunda Guerra Mundial y no mediante el fomento al consumo:

La economía de guerra se financió restringiendo las oportunidades de los trabajadores de gastarse los salarios de sus empleos de guerra. Se había instaurado un ahorro forzado mediante la adquisición de bonos de guerra, el racionamiento y un aumento de los impuestos para pagar la guerra. La inversión gubernamental implicaba la dirección y la planificación de la producción por decreto. La economía de guerra no estimulaba al sector privado, había reemplazado al libre mercado y la inversión capitalista con ánimo de lucro. No fue el consumo lo que restauró el crecimiento económico, como los keynesianos esperaban; en realidad fue, sobre todo, la inversión en armas de destrucción.”  (74-75)

La recuperación del capitalismo se dio gracias a la enorme explotación que se ejerció sobre los trabajadores, el haberles obligado a ceder parte de su salario para financiar a la industria de guerra fue la verdadera causa de la recuperación. De seguir la vía neoliberal el capitalismo hubiera continuado en crisis, lo mismo se puede decir del keynesianismo. Para ambas posturas el consumo es el que permite que el capitalismo se desarrolle, pero la recuperación de la depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial demuestran que eso no es así, pues en ésta el consumo de las personas se limitó, e incluso se les obligó a vivir con cierta escasez, para así favorecer a la industria de guerra.

De hecho, el gobierno de EE.UU. obligó a los privados a trabajar al servicio de la guerra, con lo que el Estado fue el organizador de la recuperación económica, no el libre mercado. Se podría decir incluso que el verdadero causante de la recuperación del capitalismo fue un “socialismo de guerra” que en vez de beneficiar al pueblo benefició a la industria de guerra tanto como al gobierno de los EE.UU., pero que sobre todo benefició al capitalismo para que se recuperara de su propia crisis, mostrando que dejado a su suerte el capitalismo no podría subsistir, requiere del Estado siempre, mostrándonos la falsedad de la utopía neoliberal de autores como Hayek o Friedman. Pero si algo nos demuestra es que:

(…) una vez que el capitalismo está hundido en una depresión, tiene que tener lugar una destrucción devastadora y profunda de todo el valor que el capitalismo ha acumulado durante las décadas previas antes de que una nueva era de expansión sea posible. No hay ninguna política que pueda evitarlo y proteger al sector capitalista. (77)

Y es así que el capitalismo inevitablemente trae consigo crisis que traen la destrucción más atroz, es un ciclo que se repite una y otra vez con las mismas consecuencias, así como con escenarios similares. Pero nada de eso importa, tanto banqueros y magnates, así como políticos seguirán aplicando las mismas medidas, protegiendo con ello al capitalismo de su crisis constante, siempre a costa del pueblo e incluso a costa de la destrucción y del genocidio como en la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente vivimos una época de transición, en la que los países occidentales se ven cada vez más inmersos en crisis por escasez de recursos, los precios suben y el dinero no alcanza. En el caso de EE.UU. se volvió un país que no produce lo que consume, ni productos industriales ni agrícolas, que su única fuente de ingresos radica en la impresión de billetes, haciendo con eso que toda su economía se base en la especulación. En cambio, sus rivales como China y Rusia producen y venden mercancías industriales y de suma importancia como alimentos y derivados del petróleo, por lo que pueden resistir de mejor forma a la crisis económica.

De darse una confrontación entre ambos bandos provocaría una destrucción a gran escala, tan fuerte como en la Segunda Guerra Mundial, o incluso un escenario donde se usen armas nucleares que acabarían con toda vida. Todo eso imposibilitaría la recuperación del capitalismo tal y como ocurrió con la derrota del eje.

El fin de gran parte del campo socialista, así como la caída de la URSS no trajeron el mundo feliz que la utopía neoliberal y globalista cacarearon, sino que trajo consigo un reparto más injusto de la riqueza, un colonialismo tan atroz como el del siglo XIX, una especulación financiera sin precedentes, y ahora la posibilidad de un conflicto bélico tan atroz como la Segunda Guerra Mundial.

La crítica de Marx al capitalismo es actual por el hecho de que es consciente de la enorme capacidad de destrucción que este sistema económico tiene, a diferencia de las demás teorías económicas y filosóficas que al dejar de lado todos los inconvenientes se vuelven pura ideología. Por otro lado, con Marx apreciamos que el trabajo y la producción de mercancías siguen siendo de suma importancia, y que en cuando se permite que la economía se vuelva más especulativa y financierista aumentan los riesgos de crisis y de depresión.

No obstante que también nos advierte sobre los limites del keynesianismo, tanto como de las reformas, por lo que es importante pensar en proyectos alternativos de civilización, y en estos momentos ante los enormes cambios es de suma importancia el recordar los riesgos que se corren al querer mantener este sistema económico a toda costa.

Bibliografía.

Roberts, M. (2019 ). La larga depresión. Cómo ocurrió, por qué ocurrió y qué ocurrirá a continuación. Barcelona. El Viejo Topo.