La Comuna de París en el espejo de la Comuna de Argel y la revuelta de Mokrani

QG Décolonial

Hace 150 años que la Comuna de París fue aplastada de manera sangrienta. El 28 de mayo de 1871, el último día de la Semana Sangrienta, sonó[1] el fin de esta epopeya que entusiasmo a todos los idealistas del mundo, a los socialistas, a los libertarios, a los proudhonianos y a los saint simonianos y a muchos que la consideraron como el ensayo general de un Grand Soir.[2] ¿Acaso no quedó inmortalizada esta historia en la imagen de Lenin bailando al caer en la cuenta de que la revolución bolchevique había durado 72 horas más que la Comuna de París? Aprovechemos esta oportunidad para saludar la memoria de los 10 a 30 000 mártires que tomaron el Cielo por asalto, como fue definida esta insurrección que dejó una huella duradera en la historia revolucionaria del mundo.

Esta fue una época en que muchos celebraron tanto en París como en las regiones la instauración de la Comuna de París, la cual fue posible debido a la derrota francesa frente a los prusianos, interesémonos por lo que significó para la colonia argelina el fin del Imperio y la proclamación de la República. De hecho, para este momento, Francia lleva casi 50 años ocupando lo que consideraba como una nueva provincia cuatro veces más grande que la madre patria. El fin del segundo imperio provocó dos grandes acontecimientos, concomitantes, pero contradictorios y ambos poco conocido.

El primero es la gran insurrección conocida como el levantamiento de Mokrani y Hadd, que lleva el nombre de los líderes feudales que la dirigieron y pusieron en marcha una masa de casi 500 000 habitantes. Aprovechando la debilidad de los militares y el estado de desorden que reina en la Francia metropolitana, las poblaciones del este de Argelia, a partir de noviembre, pero sobre todo a mediados de marzo, se rebelan, tomando desprevenida a la potencia colonial. Sobre todo, porque los mejores regimientos de línea enviados a Francia para luchar contra los prusianos fueron hechos prisioneros en Sedán en el verano de 1870. Ante lo cual la Francia de Thiers necesitó el apoyo del Bismarck alemán, que oportunamente liberó estos regimientos, que fueron enviados inmediatamente al otro lado del Mediterráneo, para frenar lo que algunos consideraron un segundo ensayo de la insurrección del 1 de noviembre de 1854. La pregunta que surge inmediatamente al observar la simultaneidad de la insurrección de Mkrani con la Comuna de París es ¿cuál era la posición de la Comuna de París sobre las poblaciones que Francia tenía bajo su dominio? El caso argelino es bastante elocuente desde este punto de vista.

La segunda es la Comuna colonial de Argel. Mucho antes de que se proclamara la Comuna en París, la población europea de Argel inició en febrero una revolución, o al menos lo que consideraba su revolución, es decir, su emancipación de la metrópoli. Exigiendo el establecimiento de una verdadera democracia colonial, es decir, abierta solo para los europeos y contra los indígenas, e implementar una ayuda social para los colonos más pobres que han perdido su empleo. Pero una de sus principales reivindicaciones es el desmantelamiento de las oficinas árabes creadas por Napoleón III y que consistían en puestos militares encargados de proteger a las poblaciones argelinas de la rapacidad de los colonos. Así como la apertura del país a la plena colonización. Ya después de la insurrección de 1848 y los disturbios de 1851 (proclamación del segundo imperio) muchos revolucionarios se encuentran deportados para fundar colonias agrícolas. Muchos de estos comuneros de Argel, en febrero de 1871 eran revolucionarios franceses de 1848 y 1851, así como antiguos republicanos españoles que también habían huido de la represión. Otra exigencia de los colonos insurgentes era un estatuto de autonomía para Argelia, es decir, la entrega de todo el poder local a ellos. Este tipo de movimiento tiene un nombre: movimiento de independencia de los colonos, que se pueden encontrar en la Norteamérica británica con los insurgentes de George Washington, así como en Australia o Sudáfrica, en beneficio de los blancos, sin o contra los indígenas. Esta Comuna de Argel dirigida por Romuald Vuillermoz delega incluso un representante en la Comuna de París, Alexandre Lambert, que se encuentra en Francia en ese momento y que es promovido delegado de Argelia en París.

Ciertamente, Argelia está muy lejos de Francia y es difícil ver cómo los insurgentes de París podrían haber echado una mano a las tribus insurgentes del este de Argelia, que ni siquiera consiguieron unir fuerzas con los movimientos comunalistas de Lyon o Marsella. Sin embargo, la ausencia entre los comuneros del esbozo de una reflexión sobre las colonias y su necesaria liberación es característica de un mal entendido histórico entre los revolucionaros del mundo dominante y los revolucionarios de los mundos dominados que perdura hasta hoy. Soñemos. ¿Cómo no imaginar la fuerza adicional que habría tenido la Comuna de París si hubiera podido coordinarse con el movimiento insurreccional autóctono de Argelia en lugar de aceptar la adhesión del movimiento comunista y colonialista de Argel publicada en el Diario oficial de la Comuna? Un error que también cometió la Segunda República española con respecto a las colonias marroquíes y que un tal Francisco Franco supo explotar en su contra. Hoy en día, más que nunca, la atención de la izquierda francesa debería concentrarse en la división racial y, por tanto, en el error de considerar a las poblaciones “indígenas” como una cantidad insignificante o sólo una posible reserva de votos. Dado que este “error” no ha sido objeto de una gran reflexión estratégica en el seno de la izquierda blanca, estamos tentados a pensar que más un impensado, es, ayer como hoy, una fuerte tendencia del movimiento obrero blanco que prioriza la defensa de sus propios intereses en detrimento de un verdadero internacionalismo que acabe con el colonialismo y el imperialismo. Por lo tanto, si, como optimistas, quisiéramos cantar la canción: “¡Todo eso no impide Nicolás, que la comuna no esté muerta!”. La cuestión de la definición del “nosotros” ya sea de una nueva colectividad política o de una nueva utopía, quedaría siempre en suspenso.

[1] En francés sonne le glas, que si bien puede traducirse por el doblar de las campanas, es una expresión que alude al fin o a la muerte inminente de una persona o un acontecimiento.

[2] Esta es una expresión que tuvo sus orígenes afines del siglo XIX entre los comunistas y anarquistas y que define un momento de cambio, que puede pensarse como un momento de quiebre, un acontecimiento, un momento de inflexión. Una visión política impregnada de un halo mesiánico como el momento de la instauración de una nueva sociedad. N. T.