José Revueltas: entre Anteo y los monstruos del bien. Del "Ensayo sobre un proletariado sin cabeza" a "Los errores".

Javier Sainz Paz

Iniciemos bajo esta premisa: ni la novela Los errores (1964) es un manual o ensayo teórico-político, ni el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1962) es una obra de ficción. Empero, ambos géneros, novela y ensayo, permiten la inclusión de segmentos que le brindan agilidad discursiva al texto o corresponden a una estrategia por parte del autor.

José Revueltas insertó en varias de sus novelas no sólo marcas contextuales referentes a períodos de la historia de México, sino también cavilaciones de todo tipo que realiza por medio del narrador y varios personajes en donde la introspección y el ensayo se combinan con la prosa poética, método singular utilizado por Revueltas en varias de sus obras.

En Los errores, en distintas ocasiones ―si no es que en toda la obra ficcional― podemos apreciar la constante intervención, al punto casi de la invasión, de un narrador extradiegético que necesita desplazarse sin resticción alguna para dosificar, a gusto y necesidad, la información con el fin de realizar juicios, tener la máxima perspectiva, erigir descripciones donde el lector se quede impregnado con el “lado moridor” y provacarle un sentimiento de encierro que ocasione empatía con los personajes que están sumergidos en una trama que los conducirá por la espiral de la enajenación, como diría Evodio Escalante en su libro Una literatura del lado moridor.

Si realizamos un examen de las intervenciones gnómicas y psicorraciones que realiza el narrador en los capítulos donde se desarrolla la trama de los comunistas, podemos apreciar que muchas de ellas tienen semejanzas y correspondencias con los juicios que realiza Revueltas en el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de 1962. Por motivos de espacio, son tres los tópicos en los que me detendré: 1) El partido como noción ética, 2) Sofismas y dogmatismo en el Partido Comunista Mexicano (PCM), y 3) Las balas de Anteo y los monstruos de bien. En este último apartado busco mostrar cómo la figura mítica de Anteo, y la de los “mountruos del bien”, se convierten en la metáfora que nos conduce hacia una perspectiva de análisis del PCM.

  1. El partido como noción ética.

El partido como noción ética aparece, de forma más explícita, en el capítulo X de Los Errores, que lleva el nombre de “Ismael Cabrera”. En las siguientes líneas, el narrador describe este concepto: “El partido como noción moral superior, no sólo en su papel de instrumento político, sino como conciencia humana, como la reapropiación de la conciencia”[i].

Más adelante, el narrador se desplaza entre los recuerdos del personaje Jacobo Ponce hasta llegar a un diálogo con Patricio Robles, dirigente del partido:

-¿De dónde saca usted esas tonterías idealistas, camarada Jacobo, acerca del partido como noción ética? -Patricio lo había mirado con aire cruel y lleno de vehemente desprecio, un rictus de asco en la comisura de los labios-. ¡Pendejadas! El partido es la vanguardia del proletariado. Nosotros representamos en México esa vanguardia. Eso es lo que debe estar claro para todos[ii].

Después de esto, el narrador vuelve a desplazarse en la memoria de Ponce hasta llegar a otro diálogo que sostiene, ahora, con Ismael Cabrera, miembro del Comité Central del PCM:

Estoy de acuerdo contigo: es necesario en absoluto comenzar a decirlo, explicárselo a todos. En la comprensión de esto radica el porvenir; No el porvenir inmediato, sino el de más adelante, el de los destinos de la conciencia socialista después del triunfo. De acuerdo por completo. Mira: la verdad es que caminamos por el filo de la navaja de esa fórmula horriblemente acariciante y tentadora, de que el fin justifica los medios. Un descuido y ahí estaremos ya, inconscientes, ciegos. Bien; esto acaso pudiera tolerarse en la lucha contra el capitalismo. Digo pudiera. No debe tolerarse en ninguna clase de circunstancias. Pero, ¿te lo imaginas después? Correríamos el riesgo de convertir en mentiras las grandes verdades históricas; de entregar la dirección de la sociedad a los locos de la inteligencia, a los santos malos de que tú hablas. Terminaríamos por pensar que los hombres no tienen salida[iii].

El concepto de partido como noción ética trae consigo la idea de verlo no solo como un instrumento político, sino como medio para la reapropiación de la conciencia del hombre, pues de asumir que el partido es sólo la vanguardia del proletariado per se, por el simple hecho de decirse comunista, y que a los comunistas les asiste la verdad histórica, en su nombre se podrían realizar muchos crímenes. En el Ensayo sobre un Proletariado sin cabeza encontramos las siguientes líneas:

Caracterizan al stalinismo, de este modo, dos rasgos fundamentales: a) la deformación de la conciencia proletaria, el abandono de su racionalidad y de su tendencia histórica hacia la rehumanización del hombre, que son sustituidos por una autodeformación de la conciencia; y b) la sustitución del carácter revolucionario del proceso por una tendencia conservadora dominante dentro del mismo[iv].

Es decir, la deformación de la conciencia deviene en que se deja de luchar por la emancipación plena del hombre. En la novela se ejemplifica un rasgo del estalinismo y no se realiza el proceso de desarrollar la categoría del partido como conciencia organizada como sí se hace en el Ensayo… , pues el interés es otro: es ahondar acerca del silencio que tienen que guardar los comunistas, la verdad que ocultan respecto a las deformaciones que genera el partido; es por ello que, aunque ello no fuese directamente la razón de la expulsión del personaje Jacobo del partido, es un punto nodal desde donde se erige la crítica de Revueltas en la novela.

  1. Sofismas y dogmatismo del PCM

En la novela encontramos varios momentos donde el narrador, al exteriorizar el pensamiento de los personajes, construye en el lector una perspectiva del partido como ente dogmático; una muestra es cuando califica a aquellos que “andaban mal” para la dirigencia, es decir aquellos que de alguna forma eran nocivos para la permanencia en el poder de ciertos grupos en el seno del partido; expresiones como “teóricos pequeño burgueses desligados de las masas”, actitudes “objetivamente contrarrevolucionarias”, “desviación de los principios”, “espíritu anti partido”, “influencias extrañas a la clase obrera”, eran utilizadas para definir a los traidores y sustituir una investigación real de los hechos, anularlos políticamente y en ocasiones hasta de forma física. Esta anulación de la democracia interna y de la autocrítica se conformó como una segunda esencia para el partido.

En la novela tenemos al personaje Ólenka Delnova, joven de 20 años cuyo crimen fue haber desatendido sus deberes burocráticos en el Partido Comunista de la Unión Soviética, debido a que su madre sufría de alcoholismo y eraella quien la cuidaba; a la joven se le acusó de no confiar en las instituciones soviéticas para cuidar de su madre, de tener una disposición antipartido, contrarrevolucionaria y de traidora a la causa del comunismo. Olegario recuerda las palabras expresadas por Eladio en defensa de Ólenka:

¿De dónde se sacaba estas conclusiones obtusas, mecánicas, frías, donde ante todo lo primero que se ignoraba era la existencia del ser humano? […] Estaban ahí para juzgar el caso de hoy Ólenka Delnova, pero todos los que se interesaron en conocerlo de antemano, todos sin excepción, se habían satisfecho tan solo con leer el expediente, sin preocuparse siquiera de hablar con ella y escucharla. Para ellos el expediente era más valioso que Ólenka; Ólenka era menos importante que un papel muerto y miserable, donde cualquier burócrata habría garabateado cualquier cosa[v].

Así como a Antígona se le negó sepultar a su hermano Polinices, para matar no sólo al hombre sino su memoria, Ólenka fue desaparecida, metáfora propuesta y explicada por José Manuel Mateo en su libro En el umbral de Antígona.

Más adelante Olegario reflexiona en la diferencia entre los crímenes del fuero común y los políticos; dirá que los asesinatos hechos por los comunistas están cargados de amor, pues incluso ellos son parte de la construcción del socialismo; pero de pronto Olegario siente horror de sus propias palabras y el narrador nos hace testigos de un vertiginoso debate en la conciencia del personaje:

(…Exactamente pensó en el lenguaje de los procesos de Moscú donde el fiscal acusaba a ciertos procesados de haber urdido la muerte prematura de Lenin. Muerte prematura, igual a homicidio; supresión administrativa, igual a fusilamiento sin proceso público. Cuestiones de semántica, se dijo como si sonriera por dentro. Algo que será de lo más endemoniadamente jocoso para las generaciones futuras que estudien nuestra época). El carácter impersonal, angélico, del asesinato político.[vi]

Asimismo, Olegario piensa en la muerte de Sócrates, en cómo aceptó su muerte, en la situación en que un sujeto cualquiera podría aceptar su propia muerte y si habría alguna vez circunstancias, de la más elevada e inobjetable jerarquía moral, que permitieran el asesinato y la aceptación de aquellos actos. Después hay una nueva vuelta de tuerca en esta cavilación:

La sentencia y la muerte de Sócrates fueron racionales, sujetas a una lógica estricta y dependientes de lo que, para su tiempo, no podría ser sino una «elevada e inobjetable jerarquía moral». Nadie consideró la muerte de Sócrates como extravagancia, locura o extravío de los jueces (aunque se tachó de injusta por muchos); ni tampoco nadie calificó de retorcida o enfermiza la aceptación y la noble auto consumación de esa muerte por Sócrates. El filósofo mismo hubiera deseado que el mejor de sus amigos le preparara el brebaje mortal. ¿Porque le había resultado, pues, tan extraños sus propios pensamientos del instante anterior? Un fantasma recorría el mundo: el fantasma de la matanza de los inocentes. Pero…, ¿Si ese fantasma tenía la razón y la verdad?[vii]

Más adelante, en el capítulo XXV, Olegario piensa que no es en la noción de partido donde reside la conciencia deformada, pues aún ésta instancia necesita individualizarse, es decir que detrás de él no existe algo amorfo y efímero, sino sujetos concretos responsables por el actuar del partido: “con ese y los demás crímenes cometidos, en cualquier parte que fuese del mundo, los jefes habían asesinado al partido comunista. La única resurrección posible sólo podía residir en la verdad, en la libertad, en el hombre y en el castigo”[viii].

En el capítulo final de la novela, el narrador nos conduce por los pensamientos de Nazario Villegas, líder de la organización anticomunista contra la que el PCM había planeado el atentado. Se desarrollan dos tesis: a) la dirigencia del PCM juega a la revolución; sus acciones sólo buscan ser las más radicales pues su objetivo no es hacer la revolución en México, sino subir en la jerarquía burocrática soviética; y b) que la dirigencia del PCM juegue a hacer la revolución es ideal y funcional para la burguesía mexicana. Veamos este segmento:

Lo esencial residía en que ahora se presentaba la coyuntura para obligar al gobierno […] a que formara parte, de hecho, en un frente único anticomunista junto a todas las agrupaciones de las diferentes gamas de la derecha, donde, con legitimidad indisputable, correspondía a Nazario Villegas el liderazgo político. Los jefes comunistas jugaban a la toma del poder, eso sí, conscientes de que no era sino un juego, aunque sangriento y criminal. Pero gracias a este juego, Villegas ya estaba en la antesala del poder, lo que a la postre no les resultaba tan divertido a tales jefes[ix].

Así, en la novela se desarrolla la manera en como los jefes comunistas hacían creer que se luchaba por la revolución, era por medio del dogmatismo y de la anulación de la democracia interna. En el epílogo, que lleva por nombre “El nudo ciego”, la psiconarración sienta foco sobre Ismael Cabrera, líder comunista que, aunque está de acuerdo con Jacobo, no arriesgaría por nada su posición elevada en la jerarquía comunista, dentro de la cual desea seguir escalando. Ismael enumera la lista de sofismas que son utilizados por los “cráneos” dirigentes del partido que conforman la “teología roja” del comunismo:

La clase obrera es la clase más revolucionaria; el partido comunista es el partido de la clase obrera; ergo, es el partido más revolucionario. “El proletariado es la vanguardia de las demás clases oprimidas; el proletariado triunfante de la Unión Soviética es la vanguardia del proletariado mundial; ergo, la URSS es la vanguardia de la revolución en todos los países de la tierra.” “Stalin fue el mejor discípulo de Lenin; Lenin fue el más grande continuador del marxismo; ergo, Stalin es el más grande continuador del marxismo.” “La IV Internacional no es sino una variante del fascismo; Trotsky es el jefe de la IV International; ergo, Trotsky no es sino una variante de Hitler y Mussolini”, etcétera.[x]

En el Ensayo…, podemos encontrar una correspondencia a esto. Desde el prólogo podemos encontrar las consecuencias del dogmatismo, el estalinismo chichimeca:

Un stalinismo chichimeca, bárbaro, donde el “culto a la personalidad” se convierte en el culto a Huitzilopoztli y en los sacrificios humanos que se le ofrendan periódicamente con la expulsión y liquidación política de los mejores cuadros y militantes, cada vez que esto se hace necesario cuando los sombríos tlatoanis y tlacatecuhtlis dentro del PCM se sienten en peligro de ser barridos por la crítica justa[xi].

De esta manera, la dirección autoral expone que, cuando las armas de la crítica están viciadas por un proceso dogmático y demagógico, ello afecta a plenitud el resultado, es decir que la crítica de las armas es una praxis dogmática, lo cual tendrá graves consecuencias. En el Ensayo… Revueltas plantea que el extremo de las condiciones negativas para que se suscite una práctica dogmática son las siguientes:

1] Carecer de una conciencia colectiva; 2] para no tener esa conciencia colectiva, suprimir su ejercicio, abolir la democracia interna; 3] para no ejercer la conciencia colectiva, impedir el desarrollo ideológico; 4] para impedir el desarrollo ideológico, erigir la teoría en un dogma; 5] para poder erigir la teoría en un dogma, impedir el crecimiento del partido; 6] para impedir el crecimiento del partido, no ligarse a las masas; 7] para no ligarse a las masas, realizar una práctica errónea; y finalmente, 8] para poder realizar una práctica errónea, presentar dicha práctica en uno de sus dos aspectos: o como una aplicación inadecuada de un concepto justo, de una línea política justa, o como la práctica limitada de un concepto justo, pero que no ha podido realizarse en su totalidad en virtud de impedirlo las condiciones objetivas adversas, pero que en última instancia, comprueba la justeza del concepto[xii].

Esto lo ejemplifica Revueltas en el actuar del PCM de 1929 a 1934 ― periodo en el que la crítica ha situado el desenvolvimiento de la trama de Los errores―, años en que la Internacional Comunista ordena una radicalización de la lucha contra el Estado:

Entonces el PCM, sin preocuparse de las peculiaridades que el fenómeno tenía, o podía tener en México, toma en bloque el concepto de radicalización de las masas y lo convierte en la norma que debe regir de modo absoluto el carácter de su propia participación en el movimiento sindical. De tal suerte, todas las huelgas donde el PCM participe deberán ser “las más radicales”, las más extremistas y las que exijan demandas más altas; y todos los centros de trabajo que estén bajo el control del PCM deberán ser lanzados a la huelga sin excepción. El resultado no fue otro, por supuesto, que la expulsión de los comunistas de los sindicatos donde el PCM no tenía la dirección ni podía defender a sus miembros, y la derrota y el aplastamiento despiadado de las huelgas dirigidas por el partido[xiii].

  1. Las balas de Anteo y los monstruos del bien.

Anteo fue un gigante, hijo de Poseidón y de Gea, que se enfrentaba con los viajeros que pasaban por sus tierras y, tras vencerlos, adornaba el templo de su padre con sus cráneos. Sólo Heracles pudo darle muerte al separarlo de la tierra, de su madre, que cada vez que se ponía en contacto con ella reponía sus fuerzas, situación que ante los ojos de todos, lo hacía pasar por inmortal. Anteo, ese gigante que asesinaba para honrar a su padre, es utilizado como metáfora por el autor en el capítulo XXIV de la novela.

Los monstruos del bien son aquellos militantes del silencio, que saben la verdad pero prefieren callarse pues creen que su voz debilitará al partido, es decir, a la entidad superior a la cual se deben. Estas dos metáforas requieren un proceso de interpretación y no tomarlas como mera prosa poética del autor: Anteo, sería la dirigencia cuya conciencia deformada mata para honrar a su padre, su fe, su dogma; los monstruos del bien, militantes que están al tanto de la situación pero que prefieren callar, sólo contemplan cómo Anteo sacrifica al militante. Anteo puede morir, al ser separado del dogma por medio de la verdad, el no callar ante los crímenes; el combatir el dogmatismo es lo que ahogará el poder del dogmatismo sobre los monstruos, los ciegos seguidores. Sólo así podrá nacer el partido que defienda la verdad histórica que la vio nacer, seguir su camino de convertirse en la conciencia histórica, organizada y cumplir los propósitos por los cuales fue creado.

Este ensayo buscó trazar algunas de las líneas que atraviesan el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza y la novela Los errores sin pretender que lo expuesto sean las únicas relaciones que se puedan trazar. Las reflexiones a las que llaman ambas obras son valiosas aunque también, deben analizarse como parte de un contexto específico y siempre tomando en cuenta los géneros desde donde fueron concebidas. Una de las reflexiones más valiosas es el llamado que hace Revueltas a que lector responda si el siglo XX será recordado como aquel donde triunfó la Revolución de Octubre de 1917 o donde el sueño del comunismo murió con los Procesos de Moscú. A mi parecer, lo importante no es inclinarse con seguridad por una u otra respuesta, sino recordar que nada definitivo está dicho aún, y que el tren de la historia sigue en movimiento.

Bibliografía.

Mateo, José Manuel. En el umbral de Antígona. Notas sobre la poética y la narrativa de José Revueltas. México, Siglo XXI Editores, 2011. 261 p. (Col. “Lingüística y Teoría Literaria”).

Pimentel, Luz Aurora. El relato en perspectiva. 3ª. ed. México, Siglo XXI Editores. 2005. 191 p.(Col. “Lingüística y Teoría Literaria).

Pimentel, Luz Aurora. Constelaciones I. Ensayos de teoría narrativa y literatura comparada. México, Boniga Ortiga Editores-UNAM-FFyL, 2012. 360 p.

Revueltas, José. Los errores. 4ta. reimp. México, ERA, 1979. 278 p. (Col. Obras completas…6).

Revueltas, José. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. pról de Andrea Revueltas, Rodrigo Martínez y Philippe Cheron. 4ª. reimp. México, ERA, 1987. 248 p. (Col. ―Obras Completas…17).

[i] José Revueltas. Los errores. 4ta. reimp. México, ERA, 1979. p. 88. (Col. Obras completas…6).

[ii] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 89.

[iii] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 90.

[iv] José Revueltas. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. pról de Andrea Revueltas, Rodrigo Martínez y Philippe Cheron. 4ª. reimp. México, ERA, 1987. p. 61. (Col. ―Obras Completas…17).

[v] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 146.

[vi] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 179.

[vii] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 220.

[viii] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 252.

[ix] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 262.

[x] José Revueltas. Los errores. Ibíd. p. 271.

[xi] José Revueltas. Ensayo sobre un proletariado sincabeza. Ibíd. p. 38.

[xii]  José Revueltas. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. Ibíd. p. 236.

[xiii] José Revueltas. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. Ibíd. p. 240.