Hacia un un nuevo pacto social

Abdiel Rodríguez Reyes

Profesor de Filosofía en la Universidad de Panamá

Mi aporte a la reflexión por un nuevo pacto social en Panamá es sobre cuál sería su contenido a partir del concepto de praxis en Karl Marx. Un primer paso es preguntarnos qué no puede contener un nuevo pacto social: no puede ser misógino, homofóbico, extractivista, racista, xenofóbico por lo menos. Y, qué sí: feminista, interculturalista, ecologista, sindicalista clasista por lo menos. Este contenido no surge de la nada, emana desde nuestras propias experiencias históricas. El simple hecho de que nos estemos planteando la idea de un nuevo pacto social supone –parafraseando a Marx–, la existencia de una clase revolucionaria. Es importante identificar a posibles aliados tácticos y estratégicos con ese horizonte de lucha. Lo nuevo no es importante por nuevo, lo es en la medida de suponer algo distinto al orden vigente, de desigualdades y deterioro ambiental, voces más calificadas como Thomas Piketty, el informe de OXFAM y el Informe de Planeta Vivo, nos brindan suficientes evidencias al respecto.

Para hacer las cosas distintas, entonces necesitamos de una comunidad diferente. No podemos hacer los cambios con los mismos de siempre, con los mismos candidatos electorales, con las mismas mentalidades quienes reeligen a esos candidatos, ni tampoco acometeremos los cambios con los mismos intelectuales, quienes muchas veces incluso de izquierdas, legitiman este orden vigente. No soy ni tan optimista ni tan pesimista para invalidar el papel de la educación en la conformación de una comunidad diferente, para una sociedad distinta. Factores como los medios de comunicación y las redes sociales alienantes juegan en su contra. De lo que sí tengo certeza, es de la necesidad de una escuela de cuadros políticos y think tank de pensamiento permanentes a la altura de los acelerados tiempos históricos.

Así, estamos ante la cuestión de la praxis. Este concepto es sumamente importante para la lucha por un nuevo pacto social. Muchas veces por la inmediatez nos decantamos por la práctica sin conciencia y, por otro lado, tenemos en algunos casos, mucha conciencia, pero sin ningún tipo de práctica concreta, como el intelectual en su torre de marfil. Por eso, es importante la praxis. En ella se establece el “movimiento de la conciencia”, como diría José Manuel Bermudo: el “desarrollo teórico estrechamente ligado a una práctica concreta determinada socialmente”, en síntesis “la praxis expresa una práctica consciente”. La praxis no es una práctica vacía, en la cual, por ejemplo: un obrero va a una manifestación porque le pagan, un obrero va porque tiene conciencia de expresar allí su posición política. Necesitamos una praxis encaminada a posibilitar un nuevo pacto social, es obvio su traducción a final de cuentas en nuevas reglas del juego, llámese procesos constituyentes, pero antes de llegar a ese punto, es importante el contenido.

Ya señalamos los mínimos de lo que no y sí tendría que contener un nuevo pacto social. En esta lucha es central procurar trabajos no alienados, allí los sindicatos juegan un papel fundamental. Porque si el trabajo es alienado, tendremos trabajadores que piensan y actúan alienadamente. Por eso, no están abiertos a los acelerados cambios, las nuevas lógicas de luchas y sólo están determinados por sus intereses inmediatos. El contenido de este nuevo pacto social es en última instancia la vida. Aquí la naturaleza es central, no podemos afirmar nuestras vidas al margen de ella. Los seres humanos vivimos de la naturaleza y, como dice Marx: “necesitamos estar en continuo intercambio para no morir”, esto lo dirá en los Manuscritos económicos-filosóficos (1844) y en El Capital (1867) hablará del metabolismo con la naturaleza. Los pueblos indígenas tienen esto más claro aún, cuando desde sus visiones del mundo le piden permiso a la Pachamama para producir sus alimentos. En la cultura occidental del capitalismo avanzando, el modo de producción es tan acelerado que imposibilita a la naturaleza recuperar sus nutrientes.

Para terminar, no se podrá alcanzar un nuevo pacto social sin un horizonte utópico de máximos. Necesitamos de la utopía para no ser conformistas, así soñar con otros mundos posibles a partir de nuestras experiencias y potencialidades.