¿Está a punto de cambiar la historia?

Romel Armando Hernández Silva

En 1985, el 28 de mayo nace como fruto del dialogo entre el presidente Belisario y las FARC, la Unión Patriótica, el partido político que fue capaz de aglutinar a los descontentos con los partidos tradicionales para extenderse por toda Colombia, hasta el punto de tener alcaldes, concejales, senadores y dos candidatos presidenciales que fueron asesinados por el paramilitarismo. La desaparición del escenario electoral de este partido se da por una acción sistemática de fuerzas paramilitares protegidas por el Estado, fue el miedo y la violencia la estrategia usada por las oligarquías para hacer política, estrategia que venían usando desde la consolidación de la república.

El 8 de marzo 1990 el M19, grupo guerrillero surgido en los años 80, por medio de un proceso de paz ingresa a la vida civil y se incorpora a la política no armada, donde nuevamente la estrategia para evitar su consolidación y permanencia fue el asesinato de quien fuera su comandante y candidato presidencial Carlos Pizarro León Gómez. Así como los anteriores candidatos presidenciales de la izquierda que fueron asesinados, Pizarro tenía posibilidades de llegar a la presidencia.

Tanto 1985 como 1990 son años en los cuales la historia de Colombia estuvo a punto de cambiar, sin duda quedaron en la memoria y servirán como un relato nostálgico de lo que pudo pasar; quizá los libros de historia dediquen algunas hojas a ello y en las escuelas algunos profesores, muy pocos, hagan alusión a estos hechos como datos que no se deben dejar pasar y que servirán para un examen. No obstante, en círculos muy diminutos estos años son significativos porque permiten entender que sí es posible salir del círculo vicioso de la pobreza y violencia en el que unos grupos enquistados en el poder lo han impedido.

Durante los años mencionados puede decirse que la historia de Colombia estuvo a punto de cambiar. Se hizo historia, porque quedo en la memoria, pero tales sucesos no han resultado significativos como para que el rumbo del país cambie definitivamente, o mejore, los grupos dominante en el poder les han restado significación a tales sucesos, aceptando cambios formales que quedan muy bien en la constitución, pero no son aceptados por ellos en la realidad. Solo por mencionarlo, la pluralidad de culturas, visiones, creencias y pensamiento es aceptada y valorada como un gran logro de la Constitución Política, pero son muchas las dinámicas sociales reales que segregan y establecen jerarquías.

El 13 de marzo de 2022, volvió a suceder, el borde de la historia nuevamente se vislumbra y las cosas parecen querer cambiar, algunos dirán que Colombia Despertó, sin embargo, falta mucho para eso. El resultado de las elecciones de ese día nos ubica nuevamente en la situación que hemos estado antes, listos para pasar la página, pero en definitiva sin poderla pasar. No es la falta de voluntad del pueblo, no es la ausencia de un proyecto alternativo, es el miedo lo que ha hecho imposible materializar ese anhelo.

La derecha ha penetrado el sentido común de la gente, afirmando que la izquierda nunca gana porque no tiene fuerza, porque no tiene aceptación, cuando en realidad lo que ha predominado siempre ha sido el miedo. Desde antes de que el socialismo apareciera como opción en los discursos políticos, la estrategia de asustar para manipular se realizó con el liberalismo. Desde los medios de comunicación impresos y el pulpito, se señaló al liberalismo como un pecado y algo que había que evitar porque llevaba a la destrucción moral de la sociedad y la familia, tan polémico fue el asunto, que uno de los dirigentes liberales a inicio del siglo XX se vio en la necesidad de escribir un libro explicando el por qué el liberalismo no era pecado. Lo mismo pasó después con el socialismo y el comunismo, se ubicaron en el lugar del liberalismo, convirtiéndose en el chivo expiatorio de todos los males, comprobando una vez más que la estigmatización era provocada por el miedo a algo que en realidad no se sabía que era.

La dinámica de este 13 de marzo en elecciones para senado de la república, cámara de representantes y consulta a candidatura presidencial de la derecha y de la izquierda, no fue ajena a esa estrategia del miedo. A pesar de ello el Pacto Histórico, el movimiento que aglutina a partidos de izquierda, organizaciones inconformes con la política tradicional y fracciones de partidos tradicionales, en consulta para elegir su candidato a la presidencia alcanza más de cinco millones de votos (5,573,894), de los cuales cuatro millones (4.487.551) pertenecen solo a Gustavo Petro, posicionándolo como el candidato de esa coalición. Esto es significativo, teniendo en cuenta que la consulta del Equipo por Colombia, donde está la derecha tradicional de los caciques y los clanes, sumando los votos de todos sus candidatos, se acerca a los cuatro millones (3,987,120).

Sin duda que ese resultado es una evidencia de que el país quiere tomar otro rumbo, evidencia a la cual hay que sumarle los resultados de cámara y senado, donde solo en este último, la representación de los sectores alternativos se volvió significativa más no mayoritaria. Es decir, que sí Petro llegará a ser presidente, tendrá senadores a su favor y otros que pueden hacer alianzas para sacar las reformas necesarias, pero no le será fácil alcanzarlas sin, quizá, lograr acuerdos que le imposibiliten realizar su proyecto sin modificaciones.

No obstante, antes de llegar alcanzar la meta presidencial, tendrá que enfrentarse a la apuesta que le hace la oligarquía y los grupos de poder, de presentar varios candidatos barnizados con colores y formas distintas, pero que en el fondo representan lo mismo y siguen un libreto para atacar a Petro, acusándolo de Castro-Chavista, expropiador y guerrillero. El plan, al parecer, es ver cuál de todos esos candidatos crece más, para irse adhiriendo lentamente hasta que se pueda vencer a Petro. Por esa razón, una segunda vuelta presidencial es peligrosa para El pacto Histórico, porque ayuda a depurar la imagen del candidato elegido como oposición a Petro y confunde a quienes ven en Petro un peligro por ser de izquierda, sobre todo porque creen que amenaza la democracia y las libertades individuales.

La única posibilidad real de triunfo de un gobierno alternativo para Colombia solo puede darse en primera vuelta. La experiencia de las elecciones presidenciales de hace cuatro años evidencia como algunos sectores terminaron confundidos y apoyando el voto en blanco o, peor aún, dándole en silencio su aval a quien era el ungido de Uribe. La única opción real que hay por ahora en Colombia se llama Gustavo Petro y, aunque la estrategia del miedo quiera hacerlo ver como representante del socialismo del siglo XXI, no es socialista sino un liberal cuya propuesta fundamental están contenidas en la constitución originaria de 1991, la cual está vigente, pero ha sido modificada para satisfacer los intereses de los grupos económicos dominantes. 

Pero la propaganda de los medios tradicionales se esfuerza por mostrar a Gustavo Petro como un guerrillero comunista, intentando deconstruir todo su pasado de ideas, de lucha con la única intención de dibujar un perfil de un sujeto que resulta contario a la moral y buenas costumbres dominantes. Así, por ejemplo, para los periodistas de los medios de mayor difusión, más importa la religión profesada por el candidato que sus propuestas económicas o saber por qué usa zapatos de marca si es de izquierda. Esta dinámica de desdibujamiento de la persona se vivió en la candidatura a la presidencia pasada, cuando se invitaba a Iban Duque, siendo candidato presidencial, a entrevistas en radio y televisión que lo hacían ver como un sujeto carismático y agradable porque no le cuestionaban nada de su programa, en cambio a Petro lo bombardeaban de preguntas y lo atacaban intentado desbaratar sus respuestas y afirmando que era un prepotente malgeniado.

Afortunadamente Gustavo Petro es un sujeto de una inteligencia excepcional que no ha caído en las trampas de los periodistas y ha logrado sortear las dificultes para ponerlas a su favor, tanta es su habilitad, que recuerda al Rafael Correa cuando frente a periodistas terminaba dando lecciones o cátedras de economía que desbarataban a quienes llevaban un libreto para hacer preguntas. 

Con ese candidato que ha surgido y se ha ido formando dentro de la política colombiana, siempre en oposición a todos los gobiernos y junto a los trabajadores, recicladores, campesinos y sectores desclasados, se asoma nuevamente el borde de la historia anunciando la posibilidad de cambio, generando esperanza, pero no sabemos si realmente será posible pasarlo, porque el problema no es solo electoral, sino de bases, de gente dispuesta movilizarse, defender un gobierno y evitar que se desvié, teniendo en cuenta que  Petro no puede llegar a gobernar solo y debe hacer alianzas. En realidad, falta que sucedan muchas cosas para poder afirmar que se ha cambiado la historia. Lo visto hasta ahora es un abrir de ojos, en un largo sueño que parece no querer terminar.