Esplendor y miseria del autonomismo indígena, 2005-2020: El PIR, o una corta historia de un logro político y su conspiración

Houria Bouteldja y Youssef Boussoumah[1]

Traducción de Victor Hugo Pacheco

La novia sólo puede esperar cumplidos de su madre o únicamente de su propia boca

(Proverbio argelino)

Este balance podría considerarse una contribución crítica, al debate sobre los progresos y fracasos del movimiento decolonial en Francia, o una fábula. Será una fábula si las fuerzas políticas con pretensiones revolucionarias persisten en negar la existencia de una resistencia blanca activa en su seno y en negarse a cortar el nudo gordiano de la raza que impide cualquier alianza estratégica entre las clases populares blancas y no blancas y que perpetúa la dominación imperialista. Si no se logra este objetivo, esperamos que al menos tenga el valor de una exposición en el tribunal de la corta historia de la inmigración poscolonial.

Este informe sólo compete a sus autores.

I Rupturas

La autonomía indígena radical es sobre todo una cuestión de ruptura con la izquierda, que tuvimos que llamar «blanca» para hacer explícito el divorcio. Si la palabra «rupturas» está en plural, es porque la separación no es sólo física, sino también intelectual, espiritual y estética.

  1. Ruptura con la izquierda y primeras declaraciones de guerra.

Los disturbios de 2005 no sólo el fueron un detonante que haría colapsar el techo de cristal de la discriminación racial y salvaría a miles de indígenas del desempleo endémico, reclutados por el pánico, en particular en el sector de los medios de comunicación (sería necesario visibilizar las llamadas minorías “visibles” pero “invisibilizadas”), pero también en ciertas ramas de los sectores privado y público. Al no poner fin al racismo y no hacer justicia a los insurgentes, los disturbios aceleraron el avance social del sector mejor dotado y más calificado de la población indígena, así como impulsaron a figuras mediáticas aún activas como el activista y columnista Rokhaya Diallo, la escritora Faiza Guène, los periodistas bajo control del blog Bondyo figuras militantes bien vistas y no menos estilizadas como Mohamed Mechmache. Ellas también, y quizá sobre todo, han preparado el camino al antirracismo político, que se convertirá definitivamente en una realidad política en 2015, tras el éxito de la primera Marcha de la Dignidad. Por lo tanto no debe sobrestimarse su rol crucial. En efecto, unos meses antes, la “convocatoria de los indígenas de la República” hizo una entrada rotunda en el debate público y sacudió la buena conciencia universalista francesa. Estaba dirigida a una vanguardia antirracista y antiimperialista, decidida a poner fin al mito de una izquierda universalista que apoyaba realmente la inmigración poscolonial, que acababa de distinguirse por su complicidad o apoyo activo a la promoción de la ley islamófoba del 15 de marzo de 2004. Si la convocatoria tuvo un enorme éxito, nada dice que esta primera victoria se hubiera convertido en una fuerza política si los disturbios no hubieran tenido lugar, de la misma forma se puede preguntar sobre la posibilidad de una extensión política de estos mismos disturbios si la convocatoria de los indígenas no hubiera existido. En realidad, creemos que los dos fenómenos se alimentaron uno del otro. Uno pulverizó el mito de la república a los ojos del mundo y reveló su carácter consustancialmente discriminatorio y su régimen social cuasi-apartheid, mientras que el otro produjo las herramientas teóricas y estratégicas al servicio de una nueva utopía: la de la decolonización de Francia y ¿por qué no del mundo? Para ello, habrá que fundar una nueva comunidad política que rompa con la anterior.

El divorcio con la izquierda blanca fue pronunciado y no gustó mucho. Mientras más afirmaba su autonomía el núcleo duro de los indígenas principalmente, más se alejaban los aliados blancos con mayor o menor ruido, lágrimas o decepción. Se alejaron los que esperaban que fuéramos ecocompatibles, los que esperaban que fuéramos compatibles con la izquierda o la extrema izquierda, así como los que esperaban que fuéramos progresistas, feministas o pro-LGBT. Cuanto más afirmamos nuestra autonomía frente al campo político blanco, tanto organizativa como teóricamente, más multiplicamos el número de nuestros oponentes. No pertenecer ni a la izquierda, ni a la derecha, sino al sur del norte, llevaría a una profunda incomprensión.

Así, gracias a este divorcio, las nociones de «razas sociales» y de «blancura» florecieron en el campo militante primero, y luego en el campo académico y mediático, no son en modo alguno elaboraciones del Partido de los Indígenas de la República (PIR), pero este último las politizó en Francia, en el contexto de una “república colonial” basada en la historia específica de las poblaciones indígenas de Francia (tratado transatlántico, colonización, inmigración de trabajadores) y sus condiciones específicas dentro del Estado-nación, la de un “tercer pueblo” ilegítimo, excluido de la representación política y socialmente segregado. A esto le siguieron, en términos de elaboración, los propios conceptos del PIR: “campo político blanco” o “mayoría decolonial”. Nuestro enemigo: la “Modernidad Occidental”, definida por nosotros como “Una globalidad histórica caracterizada por el Capital, la dominación colonial/postcolonial, el Estado moderno y el sistema ético hegemónico asociado a él”.

El escándalo que siguió a la convocatoria y la escisión que cruzó toda la izquierda reunida continuaría durante quince años, componiendo y recomponiendo líneas de fracturas o nuevas alianzas hasta que las últimas fuerzas vivas de la izquierda blanca se agotaran completamente.

  1. Ruptura teórica y nacimiento de un nuevo sujeto político

“¡La traemos de vuelta, alto y claro, con nuestras caras sucias de métèques!”[2]

Contrariamente a lo que se ha podido escribir aquí y allá, la «identidad» indígena, tal como se expresa en la Convocatoria, no tenía ninguna relación con ningún tipo de culto a las raíces, ni con una mitología de los orígenes, ni con la autosubstancialización como víctima eterna. Las ideas de altivez o el orgullo de ser indígena nos eran ajenos. ¡Cultivar la indigenidad o cualquier tipo de “indigenitud” no era nuestro propósito y estábamos lejos de pensar que lo indígena era ¡beautiful! La convocatoria no incitó a ninguna autocomplacencia, a ninguna autocelebración y menos aún a un espíritu de venganza. La “diferencia indígena” no existía, si no de forma negativa, como comunidad de opresión, como asignación contradictoria a la diferencia y a la asimilación. ¿Qué diferencia positiva podría unir al antillano, al senegalés indocumentado o a la hija de inmigrantes argelinos? Ninguna, por supuesto. La identidad indígena, si existía, era una identidad de ruptura con una historia (de historias múltiples), una identidad de la memoria aplastada, distorsionada; una memoria de la opresión sufrida por los antepasados y que continuaba en el país «de acogida», el mismo que colonizó la tierra de origen, masacró, esclavizó u obligó a sus poblaciones a exiliarse.

Por ello, no se trataba de inyectar unas gotas de melanina en la bandera francesa, sino de cambiar la paleta de colores por completo. Nos negamos, en efecto, a considerar que Francia tiene una esencia inmutable, irremediablemente fija y homogénea; rechazamos –y además no se nos permitió realmente— la obligación de mezclarnos en este “crisol nacional”. El rechazo no fue por orgullo, ni por capricho, de aferrarnos a identidades fijas con distintas memorias, sino porque el no reconocimiento republicano de las historias y trayectorias que determinan la pluralidad de identidades es constitutivo del nacionalismo colonialista. Por ello, rechazamos el principio asimilacionista y su forma eufemística, la integración, que esconden el paradójico encargo de renunciar a nosotros mismos sin ser reconocidos por el otro. La alternativa era, por el contrario, abandonar radicalmente este problema impuesto. No se trata de crear «puentes entre las dos zonas», tomando una frase de Frantz Fanon, sino de reconstruir todo el espacio. Si tuviéramos que esbozar otra Francia como «nación», tendríamos que imaginarla como una realidad histórica abierta, como hizo el austromarxista Otto Bauer en otro contexto: “En ningún momento la historia de una nación está acabada. El destino, al transformarse, somete a este carácter (nacional), que evidentemente no es más que una condensación del destino pasado, a un cambio continúo […]. De este modo, el carácter nacional pierde también su supuesto carácter sustancial, es decir, la ilusión de que es el elemento duradero en la marcha de los acontecimientos. Situado en medio del flujo universal, ya no es un ser persistente, sino un continuo devenir y desaparición”.[3] En una palabra, no se trataba de que desapareciéramos pero sí el Estado-nación. En definitiva, el poscolonizado era el nuevo sujeto político que debía cumplir esta misión. Adiós a los «negros» y “árabes” en el proceso de integración. ¡Hola, “indígena fastidioso”!

  1. Ruptura estratégica: sindicalismo vecinal y conquista del poder

Para nosotros, la independencia política era la condición primordial para la liberación de los pueblos indígenas. No se trata de una simple profesión de fe a favor de la autonomía, sino de la conquista por parte de los indígenas de su libertad de pensamiento, decisión y acción en relación con la ideología colonial y racial, en relación con el Estado y sus instituciones, y también con todas las fuerzas políticas no indígenas. La independencia política no era contradictoria con la unidad de acción con otras fuerzas no indígenas, siempre que esas convergencias se decidieran libremente, que contribuyeran a la evolución de las relaciones de poder en beneficio de los indígenas y que participaran efectivamente en la construcción del poder político indígena. De este modo, asumimos la tarea de convertirnos en una organización política que, aunque consciente de la dificultad, tenía como objetivo el poder, o al menos no renunciaba a este objetivo estratégico. Con el poder en la mira, los indígenas rompieron no sólo con la izquierda, sino también con otras organizaciones indígenas que, cuando no estaban sujetas a la actividad asociativa, eran en su mayoría sindicatos vecinales. En efecto, romper con el campo político blanco era romper con las tradiciones de las luchas indígenas que, todas sin excepción, se debatían en las redes de la izquierda blanca, a menudo porque estaban subvencionadas, porque estaban inscritas en el horizonte ideológico de la izquierda y, por tanto, desligadas de su propia historia. Organizaciones autónomas como el Mouvement Inmmigration et Banlieues (MIB) podían hacer una excepción desde el punto de vista formal, pero permanecían teóricamente atadas a las retículas analíticas globales de la extrema izquierda, aunque su famosa fórmula “tratamiento colonial de los suburbios” anunciara un intento de emancipación. Y no es casualidad que, a partir de nuestra aparición, sea el MIB, que había sido fuertemente condenado al ostracismo durante las luchas más ofensivas y duras contra el doble castigo y los crímenes policiales, el que se beneficie de toda la generosidad de la izquierda radical. Así, cuando aparecieron los indígenas, la izquierda redescubrió sus virtudes (después de que el MIB se negara a firmar la Convocatoria Indígena[4], cambió su nombre por el de Forum Social des Quartiers Populaires (FSQP) y se esforzó por mantenerlos a cuenta gotas financiando sus nuevas actividades, como el primer Foro Social de Barrios Populares que se celebró en junio de 2007 en Saint-Denis o las conmemoraciones de la Marcha por la Igualdad en 2013. Sus nuevos patrocinadores esperaban de este modo bloquear a los indígenas –no sin cierto éxito— y han puesto los medios para ello. Así, y en contra de la leyenda mantenida por algunos mibistas[5] o izquierdistas blancos, no era tanto nuestra ilegitimidad como “bobos” indígenas”[6] o intellos[7]desvinculados de la gente, nuestro principal defecto, sino nuestra total independencia, que por contraste revelaba la subordinación de los autoproclamados “terters”.[8]

  1. Ruptura con el progresismo: una ofensa a la belleza blanca

Si la ruptura teórica y organizativa con el campo político blanco, unida a una estrategia política de conquista del poder, había endurecido a las fuerzas blancas hacia el MIR/PIR, la crítica radical del pensamiento progresista ampliaría definitivamente la brecha. Porqué si una franja minoritaria de la izquierda (de todas las corrientes) pudo admitir la existencia del racismo estructural y la necesidad de auto organización, nos dio definitivamente la espalda cuando abordamos lo que estaba en el corazón de las luchas de emancipación de los blancos: El feminismo, la lucha contra el antisemitismo, las luchas LGBT… Nuestros análisis sobre las filosofías de Estado, el imperialismo gay, la ideología del mestizaje, el cuestionamiento de la universalidad del feminismo o de las identidades de género, la defensa de las masculinidades no blancas… a la vez han sido bombas. Aquí tocamos el núcleo duro de lo que podría servir de dignidad blanca con respecto a lo que constituye su fealdad (colonialismo, racismo, antisemitismo, sexismo, homofobia). Si la crítica al fraternalismo, al paternalismo o al feminismo colonial ya existía desde hace tiempo, los indígenas soportaron la estocada: no sólo estas luchas por la emancipación no tienen nada de universales, sino que todas ellas están configuradas por un proyecto civilizatorio y eurocéntrico que tiene como referencia universal la condición y la defensa de las clases proletarias blancas, sean obreras, mujeres u homosexuales. Así, las luchas de los blancos por la emancipación se remitieron a su particularismo y singularidad. Ya no se trata simplemente de adaptarlos o “descolonizarlos”. Con los indígenas, incluso teníamos derecho a rechazarlos. Nuestra “insolencia” nos llevó a plantear los problemas desde un nuevo ángulo.

¿La lucha contra el antisemitismo tal y como la practica la izquierda es realmente eficaz para sacar a los judíos del gueto, o simplemente, es una forma de la buena conciencia filosófica que solo prolonga el antisemitismo del papa? ¿Está la mujer indígena realmente más oprimida que el hombre indígena? Aplicando a los homosexuales de los países del Sur identidades sexuales producidas en el norte y valorándolas por su adhesión a estás identidades ¿no es el imperialismo quien se oculta en este gesto? Apoyar los movimientos de resistencia del Sur sólo cuando reivindican los “valores” y “principios” del Norte y despreciarlos cuando reivindican el islam ¿Esto no es acaso un eurocentrismo encubierto? ¿Ratificar el encarcelamiento de Tariq Ramadam, cuando su juicio no tuvo lugar, no es una forma de exonerar al patriarcado blanco? ¿El antisemitismo de Dieudonné no es un producto del antirracismo moral? ¿Los terroristas yihadistas son principalmente musulmanes o franceses? Tantas preguntas “sin respuestas” porque es de temer que las respuestas socaven los cimientos de la “belleza blanca” y obliguen a los valientes que quieran atenerse a ellos a hacer borrón y cuenta nueva en su relación con el mundo para reconocerse como lo que son: blancos forjados por cinco siglos de dominación continua y que han construido un mundo a su imagen y al servicio de sus intereses.

Este enfoque no puede confundirse con un desprecio por las luchas de los blancos o un espíritu de venganza. Este es un acto de liberación basado en una experiencia de subordinación a los blancos, pero también en un enfoque materialista que tiene como principio resituar al indígena en su historia y en las relaciones de poder. Como nos recuerda Sadri Khiari: “La unidad de los indígenas busca construirse a través de múltiples tensiones y esta unidad no necesariamente cubre y, a veces, se opone a la unidad de los trabajadores, de las mujeres, de los homosexuales o de los ateos, al conjunto de la sociedad”.

Que se diga aquí de una vez por todas lo que pretendemos cuando criticamos al progresismo tal y como se manifiesta realmente, en:

-Que es un engranaje que une a las clases subordinadas blancas con su burguesía, que es una de las modalidades (en forma de diversos derechos o privilegios) de reparto de la renta imperialista. Por eso decimos: no hay luchas obreras sin internacionalismo; no hay feminismo ni luchas LGTB sin antiimperialismo. Una regla que nos imponemos: ¡No hay racismo sin antiimperialismo! En este sentido, nos inscribimos en una tradición política no solo anticolonialista, sino también marxista, puesto que los propios Marx y Engels ya habían identificado al chovinismo obrero como el verdadero obstáculo para la unidad de los pueblos.

-Luego, que está en desacuerdo con las tendencias más arraigadas de las clases populares que, como nos recuerda Sadri Khiari, no viven “simultáneamente” con las clases medias y altas. Los indígenas, al igual que las clases trabajadoras blancas, viven en su propio espacio/tiempo. Así, su conservadurismo o sus tendencias reaccionarias tienen para nosotros fundamentos materiales que debemos comprender en lugar de estigmatizar. El objetivo de sacar a la luz estas contradicciones era solo uno, y quedó claro en varias de nuestras intervenciones: conseguir que las fuerzas con pretensiones revolucionarias acepten ensuciarse las manos con “barbaros” poco progresistas, pero indispensables para la creación de una mayoría decolonial. Cómo dijo Lenin: “Quien espera una revolución social ‘pura’ nunca vivirá para verla. Sólo es un revolucionario de palabra que no entiende lo que es una verdadera revolución. La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que la explosión de la lucha de masas de los oprimidos y descontentos de todo tipo. Elementos de la pequeña burguesía y de los obreros atrasados participaran inevitablemente en ella –sin esta participación, la lucha de masas no es posible, ninguna revolución es posible— y, de forma igualmente inevitable, aportaran al movimiento sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y sus errores. Pero, objetivamente, atacaran al capital, y la vanguardia consciente de la revolución, el proletariado avanzado, que expresa la verdad objetiva de una lucha de masas dispar, discordante, abigarrada, a primera vista, será capaz de unirla y dirigirla, de conquistar el poder…”.

CLR James no dice nada sobre los movimientos negros que buscan “sacar a los judíos de Harlem o del South Side y que tienen una fuerte base de clase”. Son las reacciones del negro vengativo que busca alivio económico y algún remedio para su humillado orgullo racial. Pero los negros son proletarios, semiproletarios y campesinos en su composición social. El curso general de la historia estadounidense es tal que cualquier movimiento fascista de alcance nacional (por muy disfrazado que esté) se verá obligado a atacar la lucha de los negros por la igualdad.

Dicho de otro modo, nuestra crítica al progresismo tiene un objetivo estratégico: facilitar la comprensión del conservadurismo indígena para eliminar los bloqueos ideológicos que impiden la convergencia con los progresistas blancos. Este es el esquema de análisis que hemos aplicado desde el principio a los Chalecos Amarillos, que la izquierda banca prontamente señaló como “antisemitas” y “reaccionarios”.[9]

Dicho esto, hemos trabajado incansablemente para salvar la “belleza” indígena querida por James Baldwin y es también un honor para nosotros haber reducido significativamente[10] el soralismo[11] entre la juventud del barrio, abandonada y atraída por sus teorías por sus teorías conspirativas, machistas y antisemitas.

  1. Ruptura espiritual y estética

La primera Marcha de los Indígenas de la República marcó la pauta. El 8 de mayo de 2005, teníamos una cita con la Historia. Los indígenas de primera, segunda y tercera generación marchamos junto a las más grandes figuras de la historia de Francia (y de Occidente), que están en nuestro Panteón: Thomas Sankara, Patrice Lumumba, Solitude, Emir Abdelkader, Abdelkrim el Khattabi, Toussaint Louverture, Yasser Arafat, Sitting Bull, Geronimo, Malcolm X, Rosa Parks, Amilcar Cabral, Ho chi Minh, el General Giap, Ali La Pointe, Jamila Bouhired, Mohamed Ali, Fernand Iveton, Louise Michel, Jean Genet y muchos otros. A través de ellos, restablecimos los vínculos con nuestro pasado, con nuestra memoria de luchas. A través de ellos, decidimos reconciliarnos con nosotros mismos, existir, llevar nuestra dignidad orgullosamente. Honramos a nuestros libertadores y, a cambio, nos dieron su bendición y prometieron velar por nosotros. Nuestras canciones y nuestra música no eran ni Bella Ciao, ni la Canción de los partisanos, ni La Internacional. Eran el himno de Argelia, las canciones de Myriam Makeba, las canciones sobre la inmigración obrera, sobre los inmigrantes indocumentados, sobre el rap o sobre la gloria de la resistencia palestina. Más tarde, cuando había que rendir homenaje a los mártires que cayeron en los asentamientos o asesinados por la policía, rezábamos oraciones y difundíamos versos del Corán. Si para la izquierda la religión era el opio del pueblo, para nosotros era ante todo el aliento de los oprimidos y su integridad restauradora.

  1. Antirracismo político: un compromiso entre integracionismo y decolonialidad

El incremento de rupturas no ha estado exento de riesgos para el futuro del MIR/PIR. Nuestra muerte ha sido anunciada muchas veces y nuestra supervivencia, tras cada escándalo, ha sido milagrosa. Cada polémica nos debilitaba tanto como reforzaba nuestra influencia en el debate, ya que cada una de ellas trazaba una línea divisoria dentro de la izquierda entre una minoría que defendía el tema o el derecho sostenerlo y una mayoría conmocionada, sacudida y aturdida tanto por lo que se interpretaba como pensamiento reaccionario y aquello que se veía como peligroso para la unidad de la izquierda. Si la autoafirmación era un paso necesario, la hostilidad era tal que ya en 2010 amenazaba con aislarnos por completo, quitar nuestro apoyo y ahuyentar a los indígenas más politizados, temerosos de nuestra infrarepresentabilidad. Una cosa es innegable: cuanto más afirmamos nuestra autonomía y radicalidad, más se frustró la ambición integracionista de los indígenas y más se distanciaron. Cuanto más nos rechazaba el campo político blanco, más perdíamos credibilidad entre los nuestros, ya sea por razones profesionales, por razones de carrera, por razones de moderación política, por razones de subordinación, más o menos formal, a tal o cual campo de la izquierda, o a tal o cual fuente de financiamiento. En definitiva, la radicalidad y la ruptura, lejos de darse por supuestas, seguían siendo campos de batalla y conquistas por las que se tenía que luchar. Fue entonces cuando tuvimos que cambiar de estrategia y reemplazar gradualmente la autoafirmación por alianzas integras que tranquilizaran a los indígenas y los radicalizaran al mismo tiempo.

Pida a cualquier activista que se declare políticamente antirracista, que le dé una definición clara de lo que representa este movimiento, y dirán algo parecido a esto: “es la emergencia de una nueva conciencia política que opone el ‘antirracismo moral’ heredado de los años de Mitterrand y el antirracismo político que ataca el racismo de Estado y no solo el racismo de la extrema derecha o el de los gerentes de los antros” como es el caso del “Manifiesto por el antirracismo político”. Esta definición es correcta pero débil y tendenciosa en vista de las razones estructurales de su aparición. De hecho, el antirracismo político es esencialmente un compromiso entre la ideología espontanea de los indígenas –el integracionismo— y el proyecto decolonial del PIR.

Es también y sobre todo un proyecto estratégico del PIR.

Es importante aquí no confundir el antirracismo político con un proyecto decolonial. El primero expresa la ambición política más radical de la población indígena integracionista. El segundo tiene una pretensión revolucionaria y es llevado esencialmente por el PIR.

Sin embargo, el defecto de la segunda es que no corresponde a la ambición espontánea de los indígenas: convertirse en francés como los demás. Nos topamos con el muro del integracionismo indígena con tanta fuerza que, cuando hicimos el balance a finales de 2010, comprendimos que, en lugar de desafiar obstinadamente esta ambición teníamos que sortearla. Primero, participando en 2011 en la creación de la FUIQP (considerada menos “racialista” y, por lo tanto, más respetable) y luego, de forma decidida, aplicando una “estrategia de frentes” descrita en un texto en dos partes titulado: A Farida Belghoul y los herederos de la marcha de los “beurs”:[12] del buen uso de una herencia.[13] De este modo, nos propusimos adoptar nuestras metas al radicalismo objetivo, pero no por ello menos integrador, de las fuerzas indígenas más movilizadas: las que están contra el colonialismo israelí. En su momento escribimos: “la acción combinada de estos tres frentes sentará las bases de una recomposición real y controlada del antirracismo en torno a tres pilares principales del racismo y, en consecuencia, de sus víctimas. Contribuiría a reforzar el antirracismo político y destruir los proyectos moralistas”.

Esto es lo que ocurrió a partir de los tres frentes:

-Frente contra la islamofobia encarnado por las conferencias internacionales contra la islamofobia, que acogieron a las franjas más radicales de la izquierda indígena y blanca, de las que el PIR con la Universidad de Berkeley fueron los principales impulsores.

-Frente contra los abusos policiales encarnado en las Marchas de la Dignidad, la primera de las cuales se lanzó en el marco de los 10 años del PIR, convocada por Amal Bentounsi con Angela Davis como madrina.

-Frente a favor de Palestina que se formó durante las Manifestaciones unitarias contra el bombardeo de Gaza en el verano de 2014 cuando el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), la Unión Judía Francesa para la Paz (UJFP) y el PIR que fueron las principales fuerzas trabajaron duramente para aglutinar en un mismo campo a las fuerzas consensuales pro-palestinas (Partido Comunista (PC), la Confederación General del Trabajo, el Colectivo Nacional para una Paz Justa y Duradera entre Israelíes y Palestinos) y las organizaciones de musulmanes y palestinos. Este último frente jamás logró constituirse de manera permanente.

La idea del “antirracismo político”, que había permanecido de manera reservada hasta 2013, estalló tras la primera Marcha de la Dignidad hasta el punto de aparecer en la mayoría de los artículos de la prensa que comentaron la Marcha. Ha estado en boca de todos: de los nuestros y de los enemigos. ¡Y con razón! La idea ganó terreno desde los primeros tanteos, su implementación estratégica, los intentos para descentrarla del PIR y su consolidación. No todas las organizaciones y asociaciones participaron por igual en este movimiento ideológicamente estructurado pero vago en sus contornos y relativamente informal. Algunas organizaciones se encontraron en cada uno de los frentes siendo los ejes de los mismos. Este es el caso del PIR, que es a la vez fundador y organizador de cada uno de los agrupamientos. Pero también de la UJFP, la ATMF, la Fundación Frantz Fanon y la FUIQP. Estas cuatro asociaciones por su enfoque global antirracista y antiimperialista se han unido de forma natural siempre y sistemáticamente en cada uno de los frentes sin ser necesariamente sus motores. Los demás: BAN, UNPA, CCIF, Voix des Rroms… que se inscriben en luchas más específica solo participan en algunos de ellos.

Así nació no sólo una idea, sino también un nuevo fenómeno político, que se hizo realidad, primero, porque fue llevado por muchas organizaciones de escasa influencia en el campo político blanco. Segundo porque caló en muchas fuerzas de izquierda. Y, finalmente, porque es reconocido por una franja importante de la sociedad civil (blanca y no blanca), los medios de comunicación y las instituciones. Es precisamente ahí, en 2015, donde comienza la ofensiva generalizada contra el movimiento decolonial –esto es, a una escala que involucra desde los principales medios de comunicación nacionales hasta la izquierda radical—, con justa razón, contra el PIR. Si se tiene que acabar con el antirracismo político, se comienza por su columna vertebral. Será un trabajo descoordinado, pero efectuado en función de los intereses convergentes de todos los estamentos del poder blanco, del que hay que recordar que la extrema izquierda no está excluida. Sin embargo, hay que reconocer que el estallido del movimiento político antirracista no se debe únicamente al poder blanco, ya que en parte se debe a la actuación de ciertos círculos o personalidades no blancas. Y, para ser sinceros, el antirracismo político fue primero víctima de sus propias contradicciones.

III. Resistencia blanca, contradicciones internas y complicidad indígena

  1. Los aliados blancos (casi siempre) terminan por quebrarse

2015/2016 es a la vez el punto álgido del antirracismo político, pero también el comienzo de su declive.

Como dijimos antes, cada controversia ideológica nos hizo perder aliados blancos. Los que habían resistido la controversia anterior se romperían en la siguiente. Incluso se podrían haber quedado y haber sorteado varias tormentas (criticas al feminismo blanco, apoyo a Hamás y Hezbolá) y luego, tras la publicación del libro de Huoria Bouteldja[14], haber resistido a esto último y así quebrar las identidades sexuales. Este fue el caso de Pierre Tévanian, compañero desde hace mucho tiempo, pero cuya ruptura en 2013 nunca se puso por escrito, lo cual es una cobardía. Esta “huida” privó al debate de argumentos racionales y confirmó la acusación de homofobia,[15] porque si la confrontación de puntos de vista se hubiera dado de manera justa, habríamos tenido la oportunidad de desplegar nuestros argumentos y al menos limpiar la imagen de los pirinistas[16](que fueron marcados con un hierro candente), sobre todo porque los análisis decoloniales y marxistas sobre el tema se discuten hoy tranquilamente en las aulas de investigación. En su lugar, arropan un derecho al sollozo amargo y despectivo atacando, sin nombrarla, a Houria Bouteldja –hermana de la raza heterosexual—, desde posiciones reinterpretadas y que no son suyas: “Rara vez es Angela Davis, bell hooks o Huey Newton, es más bien la versión femenina de Louis Farrakhan, o la versión vintage de Arlette Laguillier o Jacques Duclos”. Si citamos este ejemplo, de entre muchos otros, es porque es muy revelador. La ruptura es a menudo silenciosa, por no decir inconfesable. Es el último punto de los bastiones de la resistencia blanca. Si Pierre Tèvanian se quiebra, siendo su activismo libre ¿Qué se puede decir de todos aquellos que, insertos en organizaciones, medios de comunicación, universidades y en sociedades donde domina la buena moral blanca, son aplastados por la presión que cae sobre ellos cuando se atreven a defendernos? ¿Cuántos de los partidarios blancos del PIR (a los que hay que llamar “héroes”) han perdido amigos? Hay cantidad de testimonios en este sentido y dan una idea bastante aterradora del terrorismo intelectual que reina en la mayoría de los círculos de la izquierda y en todos los niveles de la sociedad. Esto es lo que llamamos “resistencia blanca”.

  1. Un ensamblaje heterogéneo a merced de las fuerzas centrífugas

Lo que nos vemos obligados a llamar “movimiento” por falta de estructura y contornos claros, es más bien un ensamblaje heterogéneo sin una estrategia unificada. Estábamos unidos en torno a la lucha contra el racismo de Estado y alrededor de un mínimo de herramientas teóricas comunes (raza, blancura, colonialidad del poder), nuestra unión a menudo parecía un matrimonio forzado.

Los 10 años del PIR, el 8 de mayo de 2015, en Saint-Denis, representaron uno de los encuentros decoloniales más importantes jamás organizados en Francia desde la base:

-Homenaje a una organización autónoma de inmigrantes que había resistido una década completa de feroz hostilidad.

-Discurso de una gran fuerza y vitalidad política.

En su forma:

-El madrinazgo de Angela Davis

-Una veintena de mujeres negras, árabes, musulmanas, rumanas tomaron la palabra, solo mujeres.

–Sala a reventar.

Y sus perspectivas:

–Lanzamiento de la Marcha de la Dignidad por parte de Amal Bentounsi a partir de una convocatoria contra el racismo y el imperialismo en el aniversario de los disturbios de 2005.

Hay que reconocer que la mayoría de las mujeres que asistieron nunca se habrían movido sin la presencia de Angela Davis. Muy pocas de ellas habrían acudido espontáneamente a celebrar el 10º aniversario del PIR, lo que da una idea bastante clara del estado de la consciencia política indígena. Sin embargo, fue una victoria rotunda para el partido que, año tras año, se ha impuesto como una fuerza a la vez vanguardista, unificadora y estratégica. Pero también terminaremos pagando caro esta victoria.

Si la primera Marcha de la Dignidad suscitó una explosión de alegría y de orgullo porque fue un gran éxito político y estético, sus repeticiones pusieron de manifiesto divisiones que no se reconocían pero que hoy son inevitables: la escisión interseccional. Si bien, la convocatoria de la Marcha fue estrictamente antirracista y no dejo espacio para ninguna forma de interseccionalidad, el hecho de que fuera promovida por mujeres ha causado confusión e incluso ha llevado a malentendidos. Muchas feministas se sintieron engañadas (aunque el contenido de la convocatoria era claro), en particular el movimiento afrofeminista organizado en torno al colectivo Mwasi. Otras críticas iban a surgir en relación con la centralidad del PIR, que fue el blanco de los ataques de los medios de comunicación hostiles a la Marcha. Algunos manifestantes querían que el colectivo organizador (Mafed) se distanciara del PIR. Esta aclaración nunca se formuló públicamente, sino que tuvo lugar unos meses después en torno al campo decolonial que desplazaría el centro de gravedad del PIR hacia el afrofeminismo, del antirracismo/antiimperialismo hacia la interseccionalidad, de la raza al género. Este desplazamiento no solo fue un movimiento de una organización a otra. Se trataba sobre todo del paso de un corpus ideológico formado por las principales reivindicaciones de las clases bajas de la población indígena en los últimos cuarenta años (violencia policial, racismo, memoria e imperialismo) a un corpus ideológico que respetaba en parte las primeras pero que se desplazaba hacia reivindicaciones más liberales de las clases altas de la población indígena (estudiantes, universitarios, etc.) que forman parte del mundo académico o pertenecían a los círculos militantes posmodernos. Si el campo decolonial encontró muchos detractores que lo acusaban de “prohibir la entrada a los blancos”, también encontró muchos partidarios en una parte de la izquierda radical a los ojos de la que encontró especial favor porque tomó posiciones “progresistas”. La apertura acerca de los asuntos feministas y LGTB (incluso cuando se trata de manera liberal) sólo podría considerarse un bálsamo para el corazón. Y era natural que el folleto Discriminación de clase, género y razaescrito por Fatima Ouassak, apoyado y financiado por el Commisasariat Général pour l’Egalité des Territoires(CGET), se distribuyera de manera gratuita.

¿Cuáles fueron las consecuencias políticas de los dos campos decoloniales en términos del proyecto y de la organización? Ninguna. Ni siquiera una manifestación social que supere las “falencias” de la Marcha de la Dignidad para demostrar la vigencia en el campo de la interseccionalidad como herramienta de movilización política. Es cierto que nadie lo pidió, hasta el punto de que el deseo implícito de demarcación frente al PIR y de división se consiguió de facto.

Los Chalecos Amarillos serán un segundo factor de división en el antirracismo político. Ellos revelaron otros defectos: el apego o no a la autonomía indígena de heterogénea composición. En efecto, si nuestro movimiento hubiera conseguido, a través de las conferencias contra la islamofobia, los mítines contra la unión sagrada (post atentados), las dos Marchas de la Dignidad (15 000 y 20 000 personas, respectivamente), traer a una gran parte de la izquierda detrás de nosotros, los Chalecos Amarillos habrían fracturado esta frágil unidad a causa de los elementos receptivos a su poder de atracción y a la prisa por unir a “los beaufs[17] y los barbaros”. Varios de los partidarios blancos desde el principio se mostraron contrarios a la marcha del colectivo Rosa Parks, organizada por mucho tiempo y fijada para el 8 de diciembre de 2018. Si el corazón de los organizadores (BAN; PIR; UJFP, Atmf, FUIQP, UNPA…) hubiera querido mantener la marcha, el colectivo no hubiera durado mucho. En primer lugar, porque toda la izquierda se sintió atraída por los Chalecos Amarillos, pero también por el Comité Adama que “había dado un buen ejemplo” al unirse a la revuelta de las clases trabajadoras blancas. Si algunos de los partidarios del colectivo Rosa Parks (no todos) aún tenían escrúpulos, el Comité Adama les libró de ellos. A partir de ese momento, el antirracismo se constituyó alrededor del Comité Adama, cuya línea era lo suficientemente difusa y compatible con cualquier discurso de izquierda para la cual el antirracismo es ciertamente una cuestión cada vez más importante, pero siempre irremediablemente secundaria.

3 El irresistible ascenso del Comité Adama

En respuesta a la pregunta de un periodista de Le Point: “¿Qué opinas del Partido de los Indígenas de la República de Houria Bouteldja?”. Assa Traoré cobardemente respondió: “¡Ni siquiera sé cómo es físicamente Houria Bouteldja!”.

Creyendo deshacerse de una piedra en el zapato, Assa Traore realiza esa confesión. Mientras habla, nunca se cruzó en el camino de Houria Bouteldja. Lo que ella cree que es un simple recordatorio de los hechos la hace sospechar de repente porque, efectivamente ¿cómo se explica que nunca haya conocido a una activista conocida como la loba blanca, muy implicada en la lucha contra la violencia policial desde el principio de los años 2000, que participa activamente en los distintos colectivos de “Verdad y justicia” creados al ritmo de los crímenes policiales y en las Marchas de la Dignidad, de las que la policía es el principal objetivo? En resumen, ¿cómo se evitó un encuentro que debería haber sido inevitable? Si en el verano de 2016, cuando mataron a su hermano, Assa Traoré no nos conocía, ya no puede decir lo mismo en 2019 cuando responde al periodista. De hecho, en todo este tiempo, y esto es lo curioso del caso, sólo ha oído hablar del PIR y de Houria Bouteldja, ya sea por la presión de los medios de comunicación de todas las tendencias que necesitaban calibrarla, o bien por sus aliados de izquierda que condicionaban su apoyo bajo el distanciamiento de la autonomía indígena, o también por la presión de elementos dispares al indígena y supuestamente relacionados con anarcos y antifascistas que ajustaban cuentas a través de ella y/o esperaban aprovechar los reflectores que la alumbraban.

En fin, si la reunión con el PIR y Houria Bouteldja nunca tuvo lugar, es porque el camino de Assa Traoré estaba marcado para que nunca tuviera lugar. Eso inicio antes de la trágica muerte de Adama Traoré.

La secuencia anterior es la del aumento del antirracismo político descrito previamente. Unos meses antes había tenido lugar la primera Marcha de la Dignidad aclamada como un milagro político por su forma y fondo. En el proceso, el antirracismo político se impuso y organizó un mitin post ataque aclamado por todos y despertado por la ira de Manuel Valls, entonces Primer Ministro. El auge del antirracismo político no solo perturbó a Finkiekraut, Fourest, Le Figaro  Valeurs Actuelles. Hizo mella en gran parte de la izquierda radical, desde la Francia Insumisa (FI) hasta los libertarios y el NPA, que se vieron arrastrados sin quererlo al seno del movimiento decolonial. En efecto, ese había propuesto, organizar la autonomía indígena y recomponer la izquierda a partir de la división antirracista, no podía sino provocar una fuerte resistencia. Son ellos los que se vengaran a la primera oportunidad y esa oportunidad se llamó Assa Traoré.

Empecemos por recordar una tradición de la extrema izquierda: siempre es ella la que hace el trabajo sucio a los socialdemócratas. En 1983, fueron los militantes trotskistas quienes se montaron en la marcha por la Igualdad en favor del Partido Socialista. En el verano de 2016, son los anarquistas, los libertarios y los habitantes de los barrios bajos del NPA los que, con la ayuda de los indígenas que están en estrechamente relacionados (Almamy Kanouté, Samir Baaloud), quienes sacan ventaja de lo que se constituirá como el Comité Adama, ventaja que FI capitalizará una vez asegurada la “independencia” del comité frente a la “autonomía”. Para los primeros, se trató de un contrafuego blanco antifascista que consistió en una recuperación de las tesis “indígenas” para cortar de tajo al PIR y poder reivindicar por fin un auténtico comité de barrio en beneficio de la lucha “de clases” y en detrimento de la lucha “racial”.

Fiel a sus principios, el PIR apoyó a la familia (y lo seguirá haciendo hasta el final), pero se negó a imponerse, la acusación de salvadores que se ha hecho en su contra siempre está lista para surgir por arte de magia, salvando a los que en verdad se arropan en esa figura. Assa Traoré aún no había pasado el duelo cuando ya un creciente número de consejeros le advertían de los peligros de acercarse a Amal Bentounsi (muy cercana al PIR); quién pagará esta cercanía con una marginación paulatina. Assa Traoré comprendió muy pronto que no debía acercarse a nosotros. A partir de entonces, su confesión: “¡Ni siquiera sé cómo es físicamente Houria Bouteldja!”, adquiere todo su significado.

Desde entonces, todas las puertas se le abrirán una tras otra, operando de la siguiente manera: cuanto más tome su distancia más apoyo gana, cuanto más apoyo gana, más ganas de distanciarse tiene. Comienza con declaraciones que son un tanto ingenuas, probablemente por falta de experiencia política, pero también, quizá, por precaución. Luego repite que Adama no está muerto porque es negro, quitando así el motivo racista. En un debate titulado “Discriminación y violencia policial”, declaró: “Estos temas como la islamofobia, la xenofobia y el racismo son asunto de los activistas, no mío”. Se puede pensar que estas señales fueron recibidas con una acogida favorable por quienes esperaban repolitizar la cuestión de la violencia policial a un nivel más “social”. Entonces:

-En septiembre de 2016, cuando el PIR ya había sido descartado, Mouloud Achour (vinculado al MIB en su juventud) dedica un programa al drama que acaba de afectar a la familia Traoré y se solidariza con su lucha. El resultado es una conmovedora entrevista filmada en Beamont-sur-Oise.

-Unos meses más tarde, Mediapart, tranquilizado por sus buenas inclinaciones, le ofreció leer las felicitaciones de Año Nuevo. Ninguna otra familia había tenido este privilegio antes que ella.

-Hasta marzo de 2017, no se pronuncia abiertamente sobre el movimiento que representamos, contentándose con los silencios y la distancia física. Pero en vísperas de la segunda Marcha de la Dignidad, dio el paso. El Comité envió un mail oficial a los organizadores de la Marcha de la dignidad, pidiendo no utilizar el nombre o la imagen de Adama durante la manifestación, obligándoles a retirar la foto de Adama de la pancarta que encabezaría la marcha. A continuación, mientras el Comité tenía que justificar su negativa a unirse al colectivo, alentada por los periodistas de Le Monde, explicó: “El domingo saldrán autobuses desde las ciudades de provincia para llevar a los activistas a París –dijo–. Pero no habrá ninguno para recoger a los jóvenes de los barrios populares. Nadie fue a verlos. No están al tanto de esa marcha. Ellos no vendrán”.

Pero, ella tampoco lo hace.

Es difícil de comprender por qué un comité se niega a unirse a una marcha, apoyada por Kerry James, que denuncia la violencia policial y por qué se niega a que se pronuncie el nombre de Adama cuando la mayoría de las familias se habían sumado a la protesta. El pretexto es bastante burdo –¿quién en los movimientos autónomos puede permitirse la renta de autobuses?– para entender que esto fue precisamente… un pretexto.

-En junio de 2017, Alain Badiou, sentado junto a Assa Traoré, le declarará su amor en un nuevo espectáculo de Mouloud Achour: “Mi vecina parece una Antígona de Sófocles”.

-Ese mismo año, Elsa Vigourex, periodista de Le Nouvel Obs, abre las puertas de la gran editorial parisina y escribe con ella su Carta a Adama en Le Seuil.

-En 2019, con Geoffroy de Lagasnerie, publicó en el sello editorial Stock, el libro Le combat Adama. El 24 de mayo de 2018, en Le Monde, expuso su visión de una izquierda reinventada cuyo éxito radicaría en tener en cuenta los crímenes policiacos: “Creemos que es una de las reivindicaciones de la izquierda actual, que está en desacuerdo con la izquierda tradicional como con ciertas fracciones del movimiento conocido como ‘decolonial’”. ¿Con qué fracciones del movimiento decolonial había que romper? Tendrá la modestia de callar al respecto, pero unos meses antes, en un debate público, reveló algunas pistas: “Desde el punto de vista teórico, los escritos de los indígenas de la república son grandes regresiones teóricas y políticas” / “hacen un uso simplista y regresivo de los conceptos de Kimberlé Crenshaw y Frantz Fanon que no se asimilan ni se entienden en absoluto, y que les lleva a tomar posiciones enemigas en mi opinión”. Añadió: “Es un grupo con el que estoy en el frente radical por un cierto número de escritos y un cierto número de declaraciones, creo que es un grupo que está retrocediendo en las políticas de la izquierda actual”.

–En abril de 2019, en sus declaraciones en Le Point, Assa Traoré insistió: “Seré muy clara: no tenemos la misma visión que el Partido de los Indígenas de la República, y no queremos asociarnos con ellos”.

-Durante un homenaje a la lucha de la hermana de Adama Traoré, el 3 de diciembre de 2019, Oliver Besancenot no dudará en comparar a Assa Traoré con… Angela Davis.

-Durante la misma velada, el escritor Edouard Louis promovió la convergencia de las luchas y afirmó emocionado que “si Assa pierde, son el movimiento feminista, el movimiento LGBT, el movimiento ecologista los que pierden”.

Desde la extrema izquierda hasta la izquierda reformista, todo el mundo está de acuerdo en reconocer las cualidades del Comité Adama, que por sí sólo colma una serie de lagunas en la izquierda de todas las tendencias: permite una alianza barata con verdaderos “interesados” en un momento en el que los Chalecos Amarillos están radicalizando el sentimiento antipolicial y haciendo que esta lucha sea aceptada por amplios sectores de la opinión pública. Sobre todo, aplasta con todo su peso el antirracismo político y le saca una gran espina del pie a la izquierda blanca. Entonces, tiene lugar un juego de tontos: por ejemplo, el 26 de mayo de 2018, el Comité Adama afirmará haber “dirigido” la “marea popular” iniciada por FI y ésta fingirá haber sido realmente dirigida. Un juego en el que todos ganan.

Algo para deleitar los corazones de los grandes medios de comunicación, que durante los últimos años contarán la historia del Comité y le dedicarán muchos números especiales: Les Inrkuptibles, el suplemento de Le Monde, Paris Match, la revista Elle, Time

Los indígenas que se han acercado al Comité Adama (y que se han alejado del PIR, o incluso nunca se le han acercado) obtuvieron las mismas recompensas. Recordamos cómo Daniel Mermet elogió la “lucidez” de Taha Bouhafs: “Aún estamos impactados por las fotos, todavía falta la fuerza de las palabras, admite Mermert, pero escapó del delirio de los indígenas”. O cómo Geoffroy de Lagasnerie se sintió conmovido por la “valentía” de Fatima Ouasssak (Frente de las madres) que se había atrevido a denunciar “la homofobia del PIR”. O cómo Eric Coquerel elogió a Youcef Braki y Taha Bauhafs por ayudar a organizar la Asamblea General de los Barrios Populares en Epinay (noviembre de 2018) en nombre de FI. Por último, no se puede dejar de recordar la mirada enamorada de Aude Lancelin sobre Youcef Brakni cuando exclamó “¡la izquierda somos nosotros!”.

No contentos con ligar al Comité Adama a la izquierda, esta última no escatimará esfuerzos para liquidar las conquistas políticas de los últimos quince años y que, de todas maneras, dotan al Comité Adama del vocabulario de su lucha (“racismo estructural”, “racismo de Estado”) para sustituir a las conquistas, reales pero no exclusivas, del MIB. Así nace la siguiente leyenda: El Comité Adama es el único heredero del MIB, cuyas actividades cesaron a inicios del 2000. Esta versión es validada por Samir Baaloudj, que “no habla de árabes ni de negros, sino de barrios populares”. Los medios de comunicación de izquierda piden más. ¿El movimiento decolonial? Un espejismo. La izquierda lo soñó, los indígenas lo hicieron. A partir de entonces, no sorprenderá ver, el 13 de junio de 2020, en la gigantesca concentración de la plaza de la República que organizó el Comité Adama, a todos los viejos del MIB. Fueron a abrazar al Comité y respaldar esta reescritura de la historia. Porque si en algo han sido constantes es en que, desde su negativa a unirse a los indigenistas en 2005, han trabajado tras bambalinas para descalificarlos. Les debemos en gran parte los “estigmas” de “bobos” o “intellos”.

Hay que decirlo claramente. Esta batalla por la figura de Assa Traoré solo concierne a la izquierda de la izquierda. No hace falta decir que su activismo siempre ha sido enemigo del poder central y de la policía y que en ningún momento tenemos sospecha de que haya caído en el juego del poder. Su discurso sobre el racismo estatal se ha vuelto más refinado con el paso del tiempo y el Comité Adama ha desempeñado un papel importante en la popularización de la violencia policial y en su difusión masiva, lo que constituye un gran logro. El hecho de que sea objeto de múltiples persecuciones por parte de la policía o de la gendarmería demuestra, por si hiciera falta, que sigue firmemente arraigado en el campo de la justicia y del antirracismo. Nuestro apoyo desde este punto de vista es inquebrantable. Lo que se cuestiona aquí no es tanto el valor intrínseco del Comité Adama con respecto al papel real que juega en el enfrentamiento con el estado policial, como la cuestión de la autonomía indígena y el papel que desempeña, a sabiendas o no, en su conspiración. Con un fuerte apoyo, sin precedentes, el Comité Adana fue puesto en el centro de la escena antirracista. Nunca antes un comité de familias había tenido tal suerte. Es cierto que la contención del antirracismo político valió la pena, y a partir de entonces, veremos a muchas familias organizadas, bajo la egida del colectivo UNPA, unirse al Comité Adama, del mismo modo en que veremos a la mayoría de los cuadros del antirracismo político unirse a lo que parecía una empresa políticamente más rentable. Así, la exclusión del PIR de la manifestación del 10 de noviembre de 2019 contra la islamofobia no es fue casualidad. A raíz de esto, el boicot de la Marcha de las madres en Mantes-la-jolie (cuyos niños arrodillados se habían convertido en el símbolo del “tratamiento colonial de los suburbios”) unas semanas más tarde por parte de las principales figuras del movimiento, a saber Omar Slaouti, Madjid Messaoudene, Said Bouamama, Marwan Muhammad, así como por los fieles a Adama –Taha Bouhafs, Fatima Ouassak, Youcef Brakni y Almamy Kanouté—, será el golpe fatal de la dislocación del antirracismo decolonial. La ironía de la historia es que la mayoría de las organizaciones de izquierda lo habían apoyado…

  1. Terter versus bobos indígenas: una oposición conveniente pero falsa e hipócrita

“A diferencia del PIR, el Comité Adama ha entrado en los barrios”. Esta observación superficial, puede ser correcta, porque es una regla de oro que ningún activista indígena puede ignorar: cuanto más autónomo y radical eres, menos entras en un barrio. El poder blanco está constituido de tal manera que no permite que ninguna forma de radicalidad política se instale en las zonas de migrantes. Por eso, los indígenas de la república nunca han podido poner un pie ahí y por eso, al igual que el Colectivo Contra la Islamofobia en Francia o la Brigada Antinegrofoba (BAN), han optado (con éxito) por una estrategia desde arriba que no tiene ninguna virtud en sí misma (al igual que la estrategia de abajo hacia arriba) pero que es una elección objetiva en una situación determinada. Las zonas marginadas densamente pobladas por descendientes de inmigrantes postcoloniales son los espacios políticos más controlados de Francia. De hecho, son los lugares más segregados y pobres, por lo que son, potencialmente, otros focos de revuelta. Esta es la revuelta que hay que dominar, y el poder blanco se ha convertido en el maestro de este asunto. Desde hace cuarenta años, cualquier deseo de organización política se ha reducido a la nada, y la mayoría de los actores sociales son meros proveedores de servicios públicos en los que se delega la paz social. Cualquier entramado organizativo está ligado a las subvenciones del ayuntamiento y a los medios técnicos que este pone a su disposición. Todos los lugares de culto están subordinados al poder local. La palabra clave es “clientelismo”. Como la organización política esta reprimida, la única expresión posible es la revuelta. Ella es la que estalla cuando la frustración está en su punto álgido porque no hay canal de expresión. Ese patrón se repite en todo el país.

En estas condiciones, es fácil entender por qué ningún cuadro organizativo de los barrios se arriesga a invitar a los «bobos» del PIR. Al haberse generalizado a escala nacional la reputación sulfurosa de estos últimos, invitarlos equivale a asumir la responsabilidad de invitar a delincuentes, extremistas, «racistas antiblancos», «islamistas» y, en consecuencia, a ser cómplices. Cualquier capacidad de crear contrapoderes locales es estigmatizada, descalificada y sofocada. Aquí tocamos la vocación primaria de la demonización del PIR: impedir cualquier encuentro de un proyecto político autónomo con las franjas más bajas y potencialmente receptivas de la población indígena. No obstante, si el Comité Adama pudo acceder a los barrios, es precisamente porque, como se ha explicado anteriormente, primero se comprometió con una gran parte de la izquierda (partidos, asociaciones, medios de comunicación, personalidades políticas como Taubira, Coquerel, Besancenot, Faucillon) que a cambio lo glorificó. Las señales positivas de estos círculos se enviaron urbi et orbi y fueron recibidas 5/5 por las personalidades indígenas, empezando por el mundo del espectáculo, los artistas, generalmente muy tímidos y cautelosos pero llevados por las ondas positivas (Omar Sy, Aissa Maïga, Mokobé, Abd al Malik, Camélia Jordana, la Rumeur…). Estos, a su vez, envían sus propias señales positivas que acaban penetrando en los barrios. Muchos dirigentes sociales se sienten autorizados a invitarlos sin correr excesivos riesgos. Así pues, no es la categoría perezosa y falsamente romántica de “terter” la que determina el sujeto político o su opuesto, “el boo-boo intelectual”, sino la autonomía indígena. Una y otra vez.

IV Clap de fin[18]

  1. Autocrítica

Ya en 2012, Houria Bouteldja, junto a Sadri Khiar, en el libro Nos sommes les Indigènes de la République, publicado por editorial Amsterdam, había realizado un balance de esa etapa. Informamos de nuestros progresos y nuestros fracasos, entre ellos nuestra incapacidad para lograr una verdadera convergencia entre negros y árabes, los dos principales grupos indígenas de Francia (aunque se haya rectificado con la convergencia que permite el antirracismo político), como nuestras dificultades en la lucha contra el integracionismo de las poblaciones no blancas. Basta con consultar este libro para conocer nuestros obstáculos, que se han mantenido más o menos de la misma forma a lo largo de nuestro viaje. Tendríamos otros fallos que lamentar, pero hay algunos más importantes que otros.

De hecho, desde la publicación de ese libro, nos hemos enfrentado a nuevos desafíos, uno de los más sensibles es la posición por adoptar desde la revolución siria. Este tema claramente nos ha dividido. Nos contrariamos con dos concepciones del antiimperialismo: una optimista que creía en la revolución, otra pesimista que no creía en ella. La primera abogaba por un apoyo total a los revolucionarios contra Bashar Al Assad, la otra, ya matizada con el ejemplo libio, proponía un statu quo que defendiera al Estado y evitará el caos que inevitablemente caería sobre el pueblo sirio. Si bien al principio todos estábamos de acuerdo en que el proceso sirio tenía un verdadero carácter revolucionario, que incriminaba al régimen y rechazaba cualquier injerencia de las potencias extranjeras (occidentales, rusas, turcas), estábamos divididos en cuanto al apoyo que había que prestar, de frente a la experiencia libia y de la debilidad de las fuerzas revolucionarias que se encontraban entre Bashar y sus aliados y las fuerzas occidentales. Desde entonces nos hemos afianzado en las posiciones del colectivo antiguerra en el que seguimos militando y cuyo eje fundacional es luchar contra todos los imperialismos, empezando por el nuestro.

  1. El PIR es el FUTURO: brujería y virtuosismo

El PIR fue, entonces, el motor de la aparición del movimiento decolonial como del antirracismo político en Francia. También preparó el camino para una internacional decolonial con el apoyo de la Red Internacional Decolonial (DIN, por sus siglas en inglés) con el apoyo del Bandug du Nord.[19] La cofundadora y portavoz del PIR, Houria Bouteldja, por 15 años, se consolidó en este tiempo cómo una figura política clave en el ámbito decolonial. Ha visitado universidades importantes pero también se ha reunido con grandes intelectuales como Enrique Dussel, Ramón Grosfguel, Angela Davis o Cornel West. Aunque es plenamente reconocida en el extranjero, donde sus escritos son respetados, está lejos de ser reconocida en Francia, donde es denostada, vilipendiada e incluso mancillada.

Pocas veces se ha visto un caso que induzca a posiciones tan extremas, aparte del de Tariq Ramadan. De ella se puede decir todo: “antirracista”, “feminista”, “marxista”, “militante sincera”, pero también, todo lo contrario: “racista antiblancos”, “antisemita”, “homofoba”, “antifeminista”, “cómplice de los puercos”[20], “negrofóbica”, “lesbofóbica”, “puta de Sadri”,[21] “soplona” (con Yousser Boussoumah, supuestamente denunció a los “jóvenes” de Begnolet con la policía), “burguesa”, “islamista”, “cómplice de terroristas”, “falsa musulmana”, “zorra”, “la Arlette Laguiller de la lucha antirracista”. Yvan Sagré llegó a aconsejarle que lea La sexualidad femenina del psicoanalista Mustapha Safouan. No se atrevió a decirle que “necesitaba más sexo”…

…no se han ahorrado nada. La lista de sobrenombres es, obviamente, infinita. Al igual que otros activistas antirracistas, ha recibido amenazas de muerte y, a lo largo de su activismo, ha recibido cartas a su domicilio. Tras una emboscada, fue agredida físicamente por el Liga de Defensa Judía,[22] recibió protección de militantes durante más de un año… Fue llevada a los tribunales por la extrema derecha. Ha sido objeto de varias campañas mediáticas de denigración y caza de brujas: tanto por parte de medios de extrema derecha como Valeurs Actuelles, pero también de los neoconservadores del tipo de Marianne, Causeur o Le Figaro. Estas campañas han recibido el apoyo de medios tan diversos como Le Monde Diplomatique, Le Monde, Le Nouvel Obs, Libé, Lundi Matin, Quartiers Libres… Además, el PIR ha sido literalmente boicoteado por toda la prensa de extrema izquierda: Lastre, Regards, L’Humanité… Cuando un puñado de valientes activistas intentó salvar su cabeza después una campaña difamatoria, tuvieron que luchar para encontrar un refugio en la izquierda, en el que no fueran descalificados, para poder contar otra historia. En cuanto a su libro Los blancos, los judíos y nosotros. Hacia una política del amor revolucionario, traducido al inglés, al español, al holandés, al italiano y pronto al griego en editoriales más que respetables, tendrá una acogida explosiva. El libro será un éxito en librerías tanto por su estima como por sus delirantes ataques: “Antisemita”, “homofóbico”, “complaciente con la violación comunal”. Sin embargo, ninguno de los detractores se aventurará a enjuiciarlo. Apoyada a distancia por algunos, odiada por muchos, Houria Bouteldja se ha convertido en una auténtica bruja moderna.

La mayoría de los cuadros militantes indígenas, ya sean negros o árabes-musulmanes, han sido sumamente cobardes, ya sean activistas, académicos o personalidades conocidas. Cada uno de sus gestos estaba calculado milimétricamente, cada una de sus palabras era pensada y repensada y cada uno de sus silencios ensordecedores. ¿Qué podemos decir de sus reiterados ánimos y felicitaciones lejos de ojos y oídos indiscretos en la intimidad de nuestro yo “racial”? Por no hablar de los que participaron abiertamente en el servicio parroquial. ¿Qué podemos decir de todo el personal académico blanco y no blanco, de los investigadores, de los activistas políticos que están haciendo carrera en este extraordinario campo de investigación abierto, entre otras cosas, por esa aplanadora que fue el PIR? ¿Qué pasa con todos esos libros y análisis que saquean aquí y allá las ideas nacidas de la lucha y la confrontación sin la más mínima referencia al lugar donde se produjeron esas ideas, es decir, el movimiento decolonial o el antirracismo político? ¿Y qué pasa con todos aquellos que se han precipitado y que, moviéndose en un terreno ya arado y que ya ha dado sus frutos, hacen su ascenso bajo los “vítores” y “bravos”, dejándose convencer de que “sus” ideas nacen en “sus” laboratorios y, por tanto, quieren creer en su genialidad?

Por último, qué decir y pensar de esas grandes conciencias francesas, no sospechosas de negación, que, habiendo reflexionado sobre la idea del “virtuosismo” en política y que conocen mejor que nadie la rareza de los “acontecimientos políticos”, no encuentran otra cosa que entregar sobre nosotros esta asombrosa frase en esta, no menos, asombrosa conversación:

Badiou a propósito de la juventud de los barrios: “Lo que me llama la atención es que no hay ninguna propuesta tal y como están las cosas para esta masa de jóvenes, ninguna propuesta racional de organización política, con una verdadera finalidad emancipadora, y eso es como la causalidad de la carencia. Lo que debería ocurrir es que todos estos jóvenes fueran miembros de una organización juvenil, un partido independiente, cuya estrategia renovara o estuviera en línea con la gran tradición revolucionaria mundial. Este es el resultado de la crisis generalizada de los movimientos de emancipación política”.

Rancière: “No hay nihilismo, hay ausencia. Hay una ausencia de figuras subjetivas que sean portadoras de comunidad. Así que hay muchas propuestas que abordan estas categorías. Hay movimientos como el de los indígenas de la república, cuyo sentido emancipador no es muy fuerte, son esencialmente poderes resentidos que rehacen el asunto colonial y de los que no se puede decir que ofrezcan una plataforma para un futuro promisorio para los jóvenes”.

¿Qué decir de estos dirigentes de la conciencia revolucionaria francesa, incapaces de reconocer en la consigna “El PIR es el FUTURO”, la contrapartida decolonial de “Socialismo o Barbarie”?

  1. ¿Alguien tomará el relevo?

El antirracismo político es actualmente un campo desértico. El colectivo Rosa Parks no sobrevivió, el CCIF se disolvió bajo la presión del gobierno y los medios de comunicación, el colectivo 10 de noviembre acaba de anunciar su propia disolución tras fuertes disensiones internas. Las otras fuerzas se dispersan y buscan nuevas convergencias. En cuanto a nosotros, los autores de este informe, dejamos el PIR en octubre de 2020, arrinconados y despojados de (casi) todo.

Esta breve historia que acabamos de contar es una de las que marcan la larga e incansable lucha de los indígenas a lo largo de las distintas épocas de la modernidad occidental. Básicamente, es una hermosa historia. Hemos conocido almas hermosas, con las que hemos vivido una verdadera historia de amor revolucionario. Queríamos darles las gracias no por su nombre, sino por su trabajo: El DIN, la editorial La Fabrique, el comité antiguerra, la BAN, la UJFP, la ATMF, la UNPA, Bruxelles Panthères, la FFF, Hors-Série, Paroles d’Honneur y, por supuesto, todos aquellos que persistieron en su apoyo y que, se arriesgaron, sacrificando algo de sus vidas, no por nosotros, sino por un futuro menos aterrador. Se reconocerán a sí mismos.

A la espera de mejores días, aquí hay una modesta herencia, a disposición de quien la quiera tomar. Otros vendrán a enriquecerla Insha’Allah (si Dios quiere) como nosotros mismos hemos tratado de enriquecer y ampliar el legado de nuestros mayores y de nuestros antepasados.

[1] Este texto fue publicado el 20 de enero de 2021 en la página web QG DÉCOLONIAL.

[2] La Rumeur. [Métèques en la antigua Grecia refería a los extranjeros que habitaban las ciudades griegas y aunque no eran ciudadanos la ley los amparaban. Hoy día en Francia es una manera peyorativa y xenófoba de referirse a los extranjeros. En este sentido es una persona no solo exótica sino que genera desconfianza. NT]

[3] Otto Bauer, La question des nationalités, Paris, Syllepse, 2017.

[4] Unos días antes de la publicación de la convocatoria, Tarek Kawtari, fundador del MIB, vino en persona a informarnos de que el MIB, tras una larga reflexión, no se uniría a la Convocatoria Indígena porque “ya no creía en el continuismo colonial”.

[5] Militantes o simpatizantes del MIB. [N.T]

[6] “Bobos”, es una palabra que significa “bourgeois-bohème”, el terminó proviene de la novela de David Brook, Bobos in Paradaise, y en las últimas décadas se adaptó al contexto parisino para referir a cierto estilo de vida suntuoso ligado a la gentrificación. Este término está muy asociado a lo que se describe como el estilo “hipster”.  Es un término generalizado con el cual se puede referir a cualquier sujeto (periodistas, artistas, intelectuales, políticos, etc.). [NT]

[7] Forma irónica de referirse a los intelectuales. [NT]

[8] “Terter” es un argot para referirse a los jóvenes que viven en los suburbios parisinos. Está asociado al barrio y muchas veces a la manera ilegal de vivir en él. [NT]

[9] “Las almas grandes reprochan a los chalecos amarillos que no son un movimiento puro, es decir, que llevan el sexismo, la homofobia y el racismo. De acuerdo, pero es imposible que un movimiento espontáneo que emana de una sociedad sexista, racista y homófoba, y que está compuesto principalmente de personas blancas de clase media y baja, medianamente politizadas (porque están excluidas de los espacios de politización) pueda escapar de ello. No obstante, es legítimo exigir su parte de dignidad. Los que pretenden descubrir los “defectos” del pueblo y ofenderse por ellos son ingenuos o falsos ingenuos cuyo único objetivo es perjudicar esta movilización. Si uno tiene una perspectiva revolucionaria, sería más inteligente acompañar este movimiento y radicalizarlo positivamente en lugar de escupirle. Y seamos claros: soy la primera en preocuparme por el racismo que pueda conllevar. Oigámoslo”. Publicación de Houria Bouteldja en Facebook, 19 de noviembre de 2018.

[10] Ayudados en esto por Afa, que sistemáticamente los expulsó de las protestas pro palestina. [En Francia los colectivos que se denominan Acción Antifascisa (Afa) no representan una organización política, ni una asociación, actúan de manera autónoma y en grupos locales. N.T]

[11] Se refiere al movimiento inspirado en las ideas de Alain Soral quién estuvo ligado al PCF del cual se alejó acercándose a los grupos de extrema derecha. En 2009 fundó el movimiento Éligalite et Reconciliation, de corte nacionalista y que mezcla postulados del marxismo con el fascismo. N.T.

[12] Persona nacida en Francia de padres inmigrantes magrebíes.

[13] Este documento fue publicado en dos partes, el 17 de septiembre de 2013 y el 26 de mayo de 2014, en la página oficial del PIR.

[14] Se refiere al libro Los blancos, los judíos y nosotros que en español publicó editorial Akal, en 2017. N.T

[15] La controversia también ha apuntado a Stella Magliani Belkacem y Félix Boggio Ewangé-Epée, poco sospechosos de homofobia.

[16] Militantes del PIR. [N.T.]

[17] Blancos de bajos recursos y mente estrecha. [NT]

[18] Literalmente aplauso final, es una expresión y señal que se utiliza en el cine que anticipa el corte de una escena, con esto los actores saben que está por finalizar la secuencia de grabación. [NT]

[19] Es un evento anual que se realiza en Paris desde 2018. [NT]

[20] Al igual que en México y muchas otras partes puerco es una manera despectiva de referirse a los policías. [NT]

[21] En alusión a Sadri Khiari cofundador del PIR. [NT]

[22] Grupo sionista que sirve como grupo de choque. [NT]