El sector exportador, fuente de riqueza de la oligarquía económica en México

Enrique Vera Estrada

Han sido muy pocos los beneficiados con el movimiento de apertura comercial de la economía mexicana. Es preocupante que para este 2022 cerca del cuarenta por ciento de las mercancías e insumos producidos en México no sean adquiridos o comprados en el mercado nacional, sino que tengan que ser exportados a los mercados externos, en especial el estadounidense. Es lógico que detrás de la política comercial de nuestro país haya intereses de los grandes magnates y empresarios, quienes ven a los mercados externos como fuente de riqueza y de grandes plusvalías o utilidades. El intercambio comercial de nuestro país beneficia a los grandes empresarios que no miran al mercado nacional, sino que están más interesados en los mercados externos, al pode colocar en ellos su producción a mejores precios. El consumidor estadounidense –desde luego– puede comprar lo hecho en México a un precio más competitivo. De ahí la insistencia de fomentar al sector exportador.

La raíz detrás de todo este ánimo exportador es que sería imposible que las grandes empresas mexicanas, que acumulan grandes cantidades de capital o inversión, exploten las economías de escala debido a la estrechez y del mercado mexicano. Estas economías de escala buscan que se llegue a un nivel elevado de producción a un precio lo suficientemente bajo para que la empresa tenga la máxima rentabilidad. De ahí que se planee la producción a gran escala –al menor costo de producción posible– mirando a los mercados externos de mayor poder adquisitivo. El empresario mexicano que busca producir a gran escala no tendría incentivos para producir si sólo se enfocara al estrecho mercado mexicano. Por eso se busca a los mercados externos para colocar toda su producción, a un precio más competitivo que el quese da en el mercado mexicano. El empresario mexicano, pues descalifica al mercado nacional y se interesa más por satisfacer las necesidades de consumo extranjero, en especial la del consumidor estadounidense.

México pone materia prima barata y trabajo mal pagado en aras de inflar al máximo las ganancias o plusvalía del empresario mexicano. Ya es sabido, como establece la doctrina marxista, que el trabajador no tiene otra mercancía que ofrecer que su fuerza de trabajo para subsistir. Sólo cuenta con ella para ganar un sustento muy precario. La baratura de la mano de obra en México es la base de la ventaja comparativa que poseemos. Ofrecemos insumos y mercancías a un precio reducido en buena medida por la fuerte precariedad salarial. El salario del trabajador mexicano es uno de los más bajos del mundo, y con base en ello la plusvalía del empresario o capitalista es grande. En México tenemos a los empresarios mejores pagados de toda la región latinoamericana.

Según la CEPAL, es menester pagar mejores salarios en nuestro país y al mismo tiempo preservar esa baratura o competitividad de los productos mexicanos exportados. Si el trabajador quiere ser mejor remunerado –según dicho organismo internacional– tiene que ser más productivo. Es decir, debe de tener una mejor capacitación y mejores aptitudes para el trabajo para lograr que su aportación marginal en su centro de producción sea más elevada. Ya es sabido que la teoría económica establece que un trabajo poco productivo tiene una aportación al trabajo reducida, y por tal motivo la remuneración que tiene es baja. Dicho organismo también ha hecho énfasis en que el trabajador mexicano debe actualizar sus competencias laborales constantemente. No hay que olvidar que el empleador contratará personal, hasta un nivel en que la aportación marginal a la producción es igual al sueldo pagado. Un trabajador cuya aportación marginal sea de cero, no será contratado. Una fuerza de trabajo que aporta más a la producción de la empresa por tener mejores competencias debería de ser una fuerza de trabajo mejor remunerada.

Sin embargo, la crítica marxista – con justa razón– afirma que el patrón o capitalista se adueña  de toda mejora en la productividad  en el centro d trabajo. Al trabajador se le sigue pagando un salario muy reducido. Si su productividad o aportación marginal crece, el beneficio se lo apropia el patrón con una mayor tasa de plusvalía. También es importante mencionar que el sistema capitalista afirma que, si no hay oportunidades de generar ganancia o lucro, el sistema se paralizaría, pues el proceso de acumular capital se interrumpiría.

La inserción al mundo de la globalización y e intercambio comercial exige que se tengan dos variables macroeconómicas totalmente controladas para participar en el comercio internacional: el tipo de cambio y la inflación. Si ésta última está alineada con la del principal socio comercial, entonces la producción de mercancías sería más cara, y con ello los productos se colocarían a precios menos competitivos en el mercado mundial. Por tal motivo Banco de México y el gobierno mexicano se han empeñado en tener una inflación muy acotada con el objetivo de colocar la producción en el mercado internacional a precios reducidos. Sin embargo, no hay que olvidar que la política monetaria tiene como objetivo principal preservar el poder adquisitivo de la moneda. Y de la misma manera su misión es preservar el poder de compra de las mayorías en nuestro país; no el beneficiar sólo a unos cuantos empresarios nacionales que destinan su producción a los mercados internacionales.

También es importante mencionar que la política monetaria antiinflacionaria ha provocado que un gran porcentaje de las producción mexicana no haya podido ser absorbida por los gastos o demanda agregada nacional, haciendo una vez más necesario sacar el excedente de producción no absorbido por el mercado interno en los mercados externos, en especial el estadounidense.

Por su parte la otra gran variable que es crucial para competir en el comercio internacional, que es la política cambiaria que debe de evitar grandes fluctuaciones en el tipo de cambio de una moneda respecto a una divisa o divisas clave, destacando obviamente el dólar estadounidense. Aunque en el caso de México desde hace varios años se ha mantenido un tipo de cambio flexible o flotante, el cual obedece a la oferta y demanda de divisa en el país la política de intervenciones cambiaria para favorecer a las grandes empresas exportadoras mexicanas ha sido importante. El sector exportador siempre ha solicitado un peso barato frente a la divisa yanqui. El sector exportador se beneficia cuando el mexicano pierde terreno frente al dólar. La depreciación cambiaria es un auténtico subsidio para las exportaciones. De ahí que la polític cambiaria también haya estado a su servicio.

También es importante citar otra influencia de las empresas exportadoras en la política del Estado mexicano, que es la fiscal. Ésta no va encaminada a mejorar la situación del trabajador mexicano, sino más bien busca que a través que a través de una carga fiscal más reducida a las empresas exportadoras mexicanas, la producción final sea más barata y competitiva en el extranjero. El Estado mexicano ha dejado de captar gigantescas cantidades de dinero por concepto de impuestos al comercio exterior, es decir, gravámenes a la exportación y la importación de mercancías. Estos impuestos eran una fuente valiosa de recursos públicos que subvencionaban gran parte del gasto público social.

Es interesante cuestionarse sobre los beneficios reales de la apertura comercial y del fomento a las exportaciones. El argumento principal que hay detrás de los más de 40 tratados comerciales que ha firmado México con otros países es que a través de las exportaciones se produciría un gran beneficio social, no sólo a las grandes empresas exportadoras, ya que éstas propiciarían a través de su actividad un gran efecto de “arrastre sobre todo el aparato productivo mexicano. Es decir, las grandes empresas exportadoras utilizarían a proveedores mexicanos y con ello se generaría un gran efecto multiplicador en toda la economía. Las grandes empresas consumirían insumos, bienes de capital y bienes intermedios nacionales pata sus procesos productivos. Sin embargo, este argumento resulto falaz, pues la supuesta derrama económica que se iba a dar sobre toda la clase popular mexicana nunca se dio. La mano de obra utilizada en las grandes empresas multinacionales es selecta y discriminatoria. De igual forma, los proveedores de este puñado de empresas son mayoritariamente extranjeros, desde los insumos hasta los bienes de capital que utilizan.

Estos son aspectos generales que influyen –y benefician– a ese poderoso sector de la economía mexicana  que es el sector  exportador.