Dios recuperó su mano derecha…

Juan José Sánchez

La tarde del 22 de junio de 1986 un joven en éxtasis portando una camiseta de futbol en color azul era asediado por los reporteros que deseaban saber su opinión acerca del partido en el que su equipo, Argentina, había vencido a su similar de Inglaterra por 2 a 1. Uno de los reporteros que se encontraban en el lugar lanzó la pregunta que todos querían hacer pero pocos se atrevían a realizar:

“Diego, cuéntanos del primer gol, Shilton (arquero inglés) asegura que fue con la mano… Sí, contestó aquel joven de camiseta azul, “fue con la Mano de Dios”…

Esa tarde, con el estadio Azteca como testigo, sintetiza la grandeza de quién, para muchos, ha sido el mejor de todos los tiempos; una grandeza que siempre se caracterizó por ir un paso más allá de las reglas: aquel día ese hombre anotó un gol abusando del reglamento del deporte que más amaba y también realizó otro que fue más allá de las reglas de la física. Ese era Diego Maradona, un genio, un pícaro, un hombre, una leyenda… el ídolo.

El ídolo es una figura compleja ya que no solo debe destacar en una actividad, también es indispensable que sea una figura que provoque la identificación de un gran número de personas a través de la fantasía siendo ejemplo y de la realidad siendo humano. Diego fue de ésos.

Maradona fue el sueño de todos los niños que algún día patearon un balón; esos niños que crecieron  imitando sus gambetas, su potencia al arrancar, su genialidad para definir… pero Diego también fue la pesadilla que todo ser humano desea evitar: drogas, excesos, polémica, señalamiento, censura.

A los niños se les educa casi siempre para tener una visión maniquea del mundo, para ellos solo hay buenos y hay malos; conforme pasa el tiempo van adquiriendo la madurez necesaria para entender que el ser humano es un matiz, nunca un color sólido. Diego Maradona tuvo una vida de niño, siendo pureza en el campo y oscuridad fuera de él, y enseñó a todos sus seguidores a ser adultos y a madurar aprendiendo que, como decía Platón, los seres humanos no son malos, solo hay veces que son egoístas.

Maradona fue muy egoísta consigo mismo, destrozó su mente y su cuerpo por múltiples excesos que lo llevaron a sufrir, a ser víctima, a ser débil y a terminar su vida como deportista mucho antes de lo que él hubiera deseado; sin embargo, fue tremendamente generoso con todos los demás a través de su entrega en el juego y de las innumerables sonrisas que le provocó a chicos y grandes.

Diego fue Fausto: pidió todo el talento para jugar futbol e inclusive la mano de Dios para salir de los problemas cuando fuera necesario y hoy llegó el momento de regresar la mano al Dios y cobrar viejas cuentas…