Cuando Marx pisó Bellas Artes

Detalle del mural de Diego Rivera "El hombre en la encrucijada" ubicado en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México

Intervención y Coyuntura

En marzo de 1983, hace 40 años, un gran homenaje dedicado al aniversario luctuoso de Marx tuvo lugar en la Ciudad de México. El palacio de Bellas Artes se vio pletórico, ante un evento que reunió a la intelectualidad y la dirigencia de las izquierdas. El México de 1983 vivía un proceso de doble liberalización, la política, por medio de la reforma de 1977 y la económica, con el ascenso de los neoliberales tecnócratas. Esto permite pensar la ambigüedad del evento, por un lado, prácticamente en ningún país de América Latina habría sido posible un evento similar –pues todos tenían gobiernos autoritarios o los que transitaban a la democracia, lo hacía con el sigilo de subordinar a la izquierda–; pero por otro, aquel proceso económico se impondría sobre las alternativas socio-económicas. Es decir, se vivió la gran contradicción de celebrar festivamente a Marx, cuando estaba a punto de fenecer la energía que le dio vida y sustento a la difusión de sus ideas.

Hoy, 40 años después, todo es muy diferente. Sería imposible reunir a las personalidades de Bellas Artes: no existe más la revista Dialéctica, que auspicio el evento; Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Raquel Tibol, Demetrio Vallejo, ya no están entre nosotros.

De aquel evento aún queda en pie –como roble– don Pablo González y Gabriel Vargas. Roger Bartra, que cumple aquella máxima de que se escriben las memorias cuando ya no hay más ideas, se quiere adjudicar la autoría del evento, pero su participación fue más bien la de sugerir que el acto lo cerrera Betsy Pacanins y no la Internacional, vaya “aporte”.

Este año, celebrar a Marx sería no rememorar tanto sus 140 años de muerto, sino su vigencia, que sigue molestando a autonomistas –lo ven demasiado estatalista–, a “clasemedieros de la izquierda verdadera” –¡Marx ya habría destruido esos oligárquicos órganos autónomos!– y, por supuesto, a la oligarquía misma, que azuza con su nombre, como si estuviéramos en la Guerra Fría. Por desgracia, es difícil volver a tener un acto pletórico como el del 14 de marzo de 1983, pero, por fortuna, en los aires de cambio de la Cuarta Transformación, Marx está presente, animando a quien debe de animar y asustando a los de siempre.