Caribeñidad estelar[1]

Christian Olivier Lozano Villanueva

Docente, gestor cultural e investigador independiente

El huracán no ruge en pentámetros.

Kamau Brathwaite.

Kilómetro 19, Carretera Chetumal- Cancún

Viajaba de regreso a Chetumal, habíamos pasado el Cenote Azul y la Laguna de Bacalar, mientras dialogaba con mis amigos sobre las experiencias estéticas que pudieron vivir nuestros antepasados en la península de Yucatán, en particular, sobre cómo pudo haber sido habitar, comunicar e interpretar los sonidos naturales que acompañaban los fenómenos meteorológicos en la selva y en las costas del caribe quintanarroense tiempo atrás. La duda me acompañó hasta llegar a mi casa. Aquella noche me fui a la cama pensando sobre cuáles eran mis referentes de sentido para interpretar el mundo. ¿Qué tradición de pensamiento se ha consolidado en el caribe que vivo? Es una de las interrogantes que aún sigo estudiando. Un cúmulo de respuestas a esa curiosidad se presentan en este escrito bajo lo que llamo caribeñidad estelar, es decir, directrices, que, como astros, pueden servir para dibujar constelaciones en el cielo con la finalidad de orientar algunas conversaciones críticas sobre la cotidianidad en este Caribeallien.

Raíz and beans y algunas rutas estelares

Mi morada es el Caribe y allí se ha consolidado mi caminar por el mundo desde que tengo consciencia. Hoy en día resulta difícil imaginar el Caribe mexicano sin la referencia a Cancún y a la Riviera Maya. Dicha relación hace más énfasis en el Caribe como lugar geográfico, en específico al Mar Caribe. De lo anterior que significativamente en el imaginario colectivo sea difícil señalar vínculos claros (al menos para aquellos que vienen de fuera) con la presencia de la cultura caribeña a lo largo y ancho del territorio quintanarroense. Para aquellos que nacimos, vivimos y hemos tenido una formación humanística en las tierras los huracanes, se vuelve mucho más complejo identificar una tradición de pensamiento caribeño que nos sirva como un punto de referencia para habitar el mundo.

No existe algo como una tradición de pensamiento en el caribe de Quintana Roo o algo que podamos llamar un pensamiento caribeño quintanarroense. Entiendo tradición de pensamiento, de manera amplia, como aquellas conceptualizaciones propias que tienen lugar en la expresión literaria, poética y filosófica, y que, a grandes rasgos, nos permiten conocer, describir e interpretar lo que nos rodea. Analizar cómo se desarrolla una tradición de pensamiento en un lugar pueden darse de varias maneras, sin embargo, para el caso de Quintana Roo mencionare un par de observaciones a considerar.

La primera es aquella que considera, a grandes rasgos, que las tradiciones de pensamiento tienen su desarrollo en escuelas, facultades o centros de saber que se dedican a la formación filosófica, literaria, histórica o artística. Para que nos demos una idea, la universidad pública más importante de la entidad es la Universidad de Quintana Roo, que este 2021 cumple 30 años de haberse fundado. Allí es donde se enseñan de manera profesional disciplinas como Antropología, Historia, Literatura y Filosofía. Sin embargo, la Filosofía, está presente solo desde la creación de la licenciatura en Humanidades en 2007, es decir, menos de 20 años. Si a lo anterior le agregamos que las filósofas y filósofos que se han dedicada a la enseñanza, por diversas razones, no se han quedado más de un lustro, dejando así una brecha importante en el aspecto formativo. Desde esa trinchera considerar que una filosofía del caribe quintanarroense existe es difícil.

En caso de que el comentario anterior movilice una respuesta contradictoria con la finalidad de dibujar la existencia de una tradición, sería este el momento importante para escuchar, entender y visibilizar a qué problemáticas responde, cómo las está abordando y mediante qué medios y en qué espacios se está socializando.

Más allá de la academia, el Caribe está presente en Chetumal, en la Frontera, en la Zona Maya y en diversas expresiones culturales que van desde la arquitectura, la gastronomía, el lenguaje, la música, la danza y la literatura. La cultura caribeña tiene en el sambay y el bruckdown, en la soca, el calypso y el reggae una presencia formativa en la cotidianidad chetumaleña. Pensar en nuestro Caribe implica reconocer la basta influencia beliceña en nosotros. La afrocaribeñidad está presente a nuestro alrededor, aunque nuestra cuna del mestizaje esté pensada como un proyecto que desvincula nuestro pasado caribeño y nos lleva hacia un futuro donde lo mexicano marca el son de cada día.

Por lo anterior sería importante comenzar a valorar las palabras de Kamau Brathwaite sobre el caribe como lugar epistémico. En su ensayo sobre la Historia de la voz, Kamau se preguntaba sobre la relación que tenía la cultura occidental como eje rector para definir los esquemas con los que percibimos y describimos el mundo. Para este filósofo, la extrañeza se hacía más radical cuando notaba que era más fácil describir la caída de la nieve que la fuerza del huracán, meteoro con el que la gran mayoría de los pueblos del Caribe convivimos. Si bien las observaciones del filósofo de Barbados no tenían al pueblo chetumaleño como referencia, más de uno puede encontrar en su crítica una correspondencia con nuestro cotidiano. Para Kamau, entonces, era fundamental empezar a construir nuestros propios esquemas de pensamiento, esquemas capaces de responder a nuestras realidades.

Con lo anterior como preámbulo uno podría preguntarse ¿Cómo lograr elaborar un mapa para hallar las verdades confinadas en las estrellas? Mirando. ¿Qué debería mirar para orientarme? El cielo gitano del que habla Onfray, que se encuentra saturado por estrellas que solo se pueden ver al anochecer.

Mirar el cielo para buscar una orientación estelar que nos permita identificar tradiciones de pensamiento es una ardua tarea porque exige entender el pasado que se hace presente en la luz que las estrellas irradian en el ahora.

Recuerdo cuando pasé un par de noches en la reserva de la biosfera de Sian Ka’an, en un lugar que se aparta de la carretera de federal, que se encuentra a la orilla del mar, y que el único camino que existe es de terracería y abundante selva verde. Tirado en la arena, con la mirada hacia el cielo y sin un objetivo en particular entendí lo que tiempo atrás había dialogado con uno de mis profesores de la universidad, el profe Miguel, quien me enseñó a observar el sentido de la naturaleza del mundo. En alguna ocasión el profe me compartió que la traducción del nombre maya de la biósfera al castellano: “puerta del cielo” o “lugar donde empieza el cielo”, solamente adquiere sentido cuando el sol se oculta porque el cielo nocturno tapiza con estrellas el panorama.

Confirmé las palabras aquella noche, contemplar “la puerta del cielo”, me hizo encontrar una ruta de pensamiento en la poesía de Wildernain Villegas. La relación sentido y lengua me permitió darle orientación a la lectura sobre algunos trazos estelares que podría tener una posible tradición de pensamiento caribeño quintanarroense. Lo que siguió fue un vendaval de relaciones, puentes creándose, caminos abriéndose brechas que pueden vincular el pensamiento caribeño insular con el maya.

En el caribe insular sí hay una vasta tradición de pensamiento que ha sido documentada y expuesta de manera magistral por Paget Henry. Este pensador, en Caliban´s Reason Introducing Afro-Caribbean Philosophy (2000), realizó una genealogía por las corrientes marinas del pensamiento que le permitió identificar dos líneas importantes: la poeticista y la historicista. En la poesía de Villegas hay varías similitudes con la primera.

Para fines prácticos de esta reflexión me referiré a la tradición descrita por Paget Henry como tradición de pensamiento caribeño insular. Como bien lo ha descrito Fabián Villegas[2] en el “Seminario Internacional, Cartografía del pensamiento crítico en el Caribe: Diáspora, Negritudes y Melancolías Poscoloniales” (julio, 2019), la tradición poeticista del caribe insular recurre a paradigmas simbólicos que la gran mayoría de las veces son inspiradas por experiencias relacionadas con la identidad y el proceso de la diáspora. La memoria del cuerpo, el trauma colonial y el potencial de la imaginación son características que componen el corpus de esta tradición. La complementan la oralidad y la literatura testimonial porque en ella se expresa un reclamo al mundo, y en algunas ocasiones este propicia el renombramiento de los seres que lo habitamos y los imaginarios que nos acompañan.

No sería arriesgado afirmar que el trabajo de P. Henry se sumerge en la complejidad del mar conceptual del caribe para apreciar sus características y con ello impulsar su ascenso a la superficie para que éstas puedan ser visibilizadas. O al menos sus ideas son como una barrera de arrecifes: exigen sumergirse en lo profundo para contemplar su importancia. Toca saber si nuestro tiempo en tierra no ha condicionado nuestra mirada y escucha. A grandes rasgos hay dos aspectos importantes que la poesía de la poesía de Wildernain  Villegas[3]comparte con la tradición poeticista: la identidad y el testimonio.

Imaginarios coloniales y rastros fugaces.

El trabajo poético de Villegas bien podría describirse bajo unas líneas rortianas como un pensamiento de profundidad. La poesía de Villegas posee un potencial descolonizador porque la palabra se articula en lengua maya, lo que genera que su lectura e interpretación sea difícil e incluso enigmática para el hablante del español, que ve el mundo desde otro universo de sentido.

Richard Rorty, en uno de sus últimos libros, Filosofía como política cultural. Escritos Filosóficos 4, expresa en la sección correspondiente al lugar de la filosofía en la cultura, que entre las muchas maneras en las que podemos concebir el pensamiento hay dos que vale la pena identificar: la primera aquella llamada como grandiosidad universalista y que está identificada con el legado platónico en la filosofía.

La segunda, un pensamiento profundo/hondo que toma como referente el análisis que el historiador de las ideas, Isaiah Berlin desarrolló sobre el romanticismo. Las observaciones de R. Rorty sobre este tipo de pensamiento adquieren relación con la poesía de Villegas porque esta se enlaza con dos características importantes que valora el filósofo norteamericano: la apertura hacia nuevas simas de sentido y la importancia de que algunas obras (y podemos agregar ideas) se presenten como inagotables, siempre con la posibilidad de abrir nuevas brechas para caminar senderos hermenéuticos.

Hablar en lengua maya, que es algo de lo más cotidiano para sus hablantes, guarda dentro de sí un acto de reclamo al mundo que se niega a dialogar simétricamente con las voces. Es un acto de visibilización de la lengua en un mundo donde comúnmente la voz del maya no tiene mucha presencia. Como Ngũgĩ wa Thiong’o mencionó en algún momento, hablar en la lengua de origen es un acto político, por más que se quieran ajustar a la lengua del colono, regresar a la tradición dignifica la memoria y contribuye a la creación de un sentido de identidad.

En el Atlántico, específicamente en costas senegalesas, mis inquietudes llegan a un territorio cálido, que encuentra asilo en las interrogantes que Felwine Saar desarrolla en su ensayo “Afrotopía”. En dicho texto Saar propone un cuestionamiento sobre la lengua: ¿Por qué hablar en lenguas africanas en lugar de europeas? Si seguimos la interrogante del filósofo de Senegal podríamos reformular su reclamo al mundo colonial de la siguiente manera: ¿Por qué hablar en maya en lugar del español?

Saar encuentra respuesta a las preguntas anteriores en las letras de Valentín Mudimbe, Ngũgĩ wa Thiong’o y en Kwasi Wiredu, ya que los tres, según Saar, parecen coincidir en que hablar en lenguas africanas no solo tiene la capacidad de descolonizar las mentes y los imaginarios de las personas y sociedades, sino que también revela interioridades y significantes que se encuentran inscritos en un orden con un sentido edificante para los hablantes de las lenguas. En una sintonía similar hablar e interpretar el mundo mediante la voz maya puede dinamitar los imaginarios coloniales, y llenar de sentido para los pueblos mayas, y también para aquellas personas que vivimos nuestra finitud en las tierras de esta cultura.

En “Súusut Sáasil” (Villegas, 2012:11), se narra el estado de la cultura maya en el pasado y el presente. Con una voz crítica se precisa el lugar de los cuerpos celestes y su relación con los cuerpos de carne y hueso de la historia de la siguiente manera:

Venimos del rayo.

El sol ha sostenido nuestro pulso

A pesar de los pergaminos condenadas

a la hoguera en Maní.

A pesar del rostro mancillado de nuestras deidades

A pesar de la estaca sembrada en la médula del idioma.

Volamos vestidos con plumajes de quetzales.

La escritura de Villegas es un pensamiento que dignifica y expresa poéticamente, con las palabras precisas los acontecimientos que dejaron huella en la memoria y la identidad maya de muchas comunidades. Además, también recurre al testimonio para describir el pulso de la cultura en la actualidad, su porvenir y la dignificación de la memoria para no olvidar la identidad.

Hay una afirmación que llama mi atención en el poema “Súusut Sáasil”: La selva tiene pulso, sí está latiendo. Villegas escucha con atención el pulso de la selva y la cultura para reflejarlo en su poesía, y así expresar un reclamo al mundo nuevo por los estragos que dejó la imposición cultural, y la invisibilización de la lengua que fue martillada hasta lo más profundo de su configuración. Pero pareciera que no logró acabar con el potencial creativo que esta tiene para dotar de sentido el porvenir.

En una ocasión, en Playa del Carmen, una persona me contó sorprendida lo bonita que son las tradiciones mayas de los voladores de Papantla y los danzantes aztecas que se encuentran en el parque en frente de la terminal marítima. Le pareció fascinante que existiese tanta diversidad en las expresiones de la cultura maya de la entidad. El diálogo fue tan rápido que no tuve oportunidad de señalarle su error. Ese comentario da apertura para señalar otro de valor en la poética de Villegas: su alejamiento de la blanquitud.

Para mí, “Súusut Sáasil” (Girándula), es una lanza directa a las entrañas del proceso de blanquitud y folklorización de la cultura maya porque no busca satisfacer, y enaltecer los estándares culturales de la civilización occidental. Además, se aleja de contribuir al fortalecimiento de los estereotipos de la cultura maya como podrían ser los saberes ancestrales igualados a prácticas new age o la asimilación símbolos ajenos para deidades como es el caso de la representación de Hunab Kú.[4]

Otro elemento presente en la letra de Villegas, es que no trabaja para fines comerciales porque no refleja una neutralidad política. En “U k´aay ch´i´ibal” o “El canto de la estirpe” (Villegas, 2009: 152) se deja testimonio del dolor:

Extraños no dejan acariciar el templo (Chichen Itzá)

Sangran los muros

Los escalones esperando el renacer

Las palabras de Villegas son astros para orientarnos bajo la caribeñidad estelar y así dibujar constelaciones que sirvan como guía para habitar de manera digna. La fuerza descomunal de la poesía de Villegas bien podría ser una estrella polar para ir trazando referentes que puedan dinamitar los pilares de los imaginarios coloniales de la entidad.

Las observaciones oceánicas de Édouard Glissant contribuyen a darle forma este sentir cuando este pensador describe al mar caribe como un mar que se difracta y que orilla a la emoción. Es un mar en el que según Glissant, abundan los encuentros. Los encuentros pueden ser maneras de interpretar el mundo y así renombrar lo que hay alrededor.

Un pensamiento caribeño quintanarroense (si es que logra cristalizarse) podría tomar en cuenta lo que menciona Glissant, y estar dispuesto a la apertura para lograr encuentros que lo enriquezcan. También deberá tener precaución de no caer en las trampas de la blanquitud y la folklorización de la cultura.

Mis palabras como huellas en la arena, tal vez sean solo un rastro fugaz. En la serenidad de la noche y con el mar alrededor, aprecio con calma la caribeñidad estelar. Espero con emoción que este sentido que le doy a las estrellas genere feroces encuentros.

Referencias

Brathwaite, K. (2010). La unidad submarina. Ensayos caribeños. Selección, Estudio Preliminar y Entrevista de Florencia Bonfiglio. Buenos Aires: Katatay.

Glissant, É. (2002). Introducción a una poética de lo diverso. Barcelona: El Cobre.

Henry, P. (2000).  Caliban’s Reason: Introducing Afro-Caribbean Philosophy. New York: Routledge.

Onfray, M. (2016). Cosmos: por una ética sin moral. Buenos Aires: Paidós.

Rorty, R. (2010). Filosofía como política cultural. Escritos filosóficos 4. Barcelona: Paidós.

Saar, F. (2018). Afrotopía. Barcelona: Catarata.

Thiong’o, N. (2015). Descolonizar la mente. Barcelona: Debolsillo.

Villegas, F. (julio, 2019) Seminario Internacional, Cartografía del pensamiento crítico en el Caribe: Diáspora, Negritudes y Melancolías Poscoloniales. Seminario llevado a cabo de manera virtual por el proyecto horizontal y colaborativo Contranarrativas.

Villegas, W. (2012). Súusut Saasil. Girándula. México: Fondo Editorial Tierra Adentro.

Villegas, W. (2009). U k´aay ch´i´ibal. El canto de la estirpe. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

[1] Una primera versión de este ensayo fue publicada en la Antología Literaria de Jóvenes Quintanarroenses “Sargazo” con el nombre de La tropicalidad de las estrellas bajo el sello editorial Gazapo.

[2] Fabián Villegas. Historiador, educador popular, escritor, periodista independiente y artista de Spoken Word nacido en la Ciudad de México. Desde 2007 a la fecha ha impartido múltiples conferencias, conversatorios y talleres en múltiples universidades, espacios académicos, culturales y centros comunitarios en México, República Dominicana, Brasil, Costa Rica, Guatemala, Puerto Rico, Belice, Uruguay, Francia, España, etc. Co-fundador del proyecto global e itinerante de educación popular, pedagogía crítica y narrativa decolonial “Proyecto Algarabía”. Miembro del colectivo multidisciplinario QuilomboArte, colectivo artístico que utiliza la gestión cultural, el hip hop y el Spoken Word como herramientas educativas que fomenten la construcción de agendas de transformación social para la sustentabilidad y el desarrollo de comunidades históricamente marginalizadas a nivel global. Miembro de la red de periodismo y comunicación independiente Facciónlatina, que articula 17 países, 32 colectivos y 200 miembros de Latinoamérica y el Caribe. Para consultar más: https://www.contranarrativas.org/fabian-villegas

[3] Wildernain Villegas Carrillo (Mérida, Yucatán, 1981). Poeta, traductor y académico maya. Ha sido becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), 2002-2003, 2004-2005, 2018-2019 y del Instituto Quintanarroense de la Cultura 2003-2004 y 2006-2007. Ha obtenido el Premio Estatal a la Juventud Indígena en el 2005 en el área de preservación y desarrollo Cultural; el Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas en el 2008; la mención honorífica del Premio Continental El Canto de América en el 2012; y el Premio Internacional de Poesía del Mundo Maya Waldemar Noh Tzek en el 2014. De igual manera, ha sido campeón latinoamericano de oratoria en lenguas maternas Gran Señorío de Xaltocan, por lo que fue distinguido con la medalla Madre Tierra en el 2011. Ha traducido múltiples libros de investigación científica a lengua maya. Desde 2015, es profesor-investigador de la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo (UIMQROO), donde ha sido reconocido por su trabajo en el área de interculturalidad.

[4] El trabajo de Wildernain se aleja de contribuir a la popularización de símbolos mayas con influencias ajenas a la misma cultura como es el caso de la estilización del Hunab Kú, que fue un símbolo creado por José Argüelles, con el objetivo de dar difusión a una corriente de new age de los saberes mayas, y también para efectos de la comercialización.