Asesinar moralmente a Gatell: Arendt y la Banalidad del Mal

 

Cesar Martínez (@cesar19_87)*

El hecho de que tanto la lejanía de la realidad como la inconsciencia puedan causar más daño que cualquier impulso perverso fue la gran lección que una aprendió en Jerusalén: pero fue una lección, no una explicación, tampoco una teoría.

Hannah Arendt 

La pensadora judía Hannah Arendt jamás sospechó que sería la víctima de un terrible linchamiento por parte de medios de comunicación y élites académicas en Estados Unidos tras publicar su libro de crónicas periodísticas Eichmann en Jerusalén: un reporte sobre la banalidad del Mal. Acostumbrados a sus ambiciosas explicaciones teóricas acerca del totalitarismo en Europa, los correligionarios de Arendt no le perdonaron su retrato del oficial nazi Adolf Eichmann, no como un obscuro demonio salido de lo profundo del infierno, sino como un simple burócrata de clase media preocupado por cumplir metas cuantitativas cada fin de mes.

Se trata de un fenómeno de “character assassination” o asesinato reputacional padecido en nuestros días por el doctor Hugo López-Gatell; y que gracias a la experiencia de Arendt sabemos que ocurre cuando alguien con autoridad técnica o científica en determinados campos del saber incursiona en la reflexión político-moral con el propósito de producir conocimiento práctico.

Arendt, sin embargo, no fue consciente de haber alcanzado el terreno de lo moral sino hasta después de regresar de Jerusalén y sentir la rabia de los articulistas y la marginación en las cátedras. De ahí que las reflexiones más valiosas de su reporte sobre Eichmann están hasta el final de su libro, en la posdata:

Incluso antes de ser publicado, mi libro fue centro de controversia y objeto de una campaña deliberada. Lógicamente esta campaña, conducida mediante los ya conocidos métodos de fabricación de imagen y manipulación de opinión, tuvo más atención mediática que la controversia… porque la campaña, que repetía siempre la misma fraseología, habló de un libro que yo jamás escribí, y de ideas que yo jamás siquiera pensé… Debo decir que la manipulación de la opinión, en la medida en que está inspirada por intereses concretos, tiene metas limitadas; pero su efecto puede producir resultados inesperados. (283)

Los resultados inesperados del homicidio moral contra Hannah Arendt (tanto como los del homicidio moral contra López-Gatell), a decir de las reflexiones últimas de Eichmann en Jerusalén, abordan la espinosa cuestión de nuestra propia responsabilidad respecto a nuestro tiempo: de si las pequeñas o grandes corrupciones de la mujer moderna y del hombre moderno, desentendidos de sus relaciones cotidianas de poder, acaban generando la base social de las ideologías trillizas del nihilismo, el elitismo y el fascismo.

Las más de 300 páginas donde Arendt aborda la vida de Eichmann, así como las más de 400 horas de conferencias diarias que Gatell dedicó a responder preguntas sobre la situación histórica del sector salud en México durante la pandemia, son intentos intelectuales de establecer una narrativa cuya controversia requiere un esfuerzo intelectual recíproco por parte de quien discrepa o sostiene otra opinión. Sin dicho esfuerzo intelectual, lo que existe es el asesinato reputacional contra el adversario como solución final de la política, o la Banalidad del Mal.

En sus diferentes discursos partiendo de la base común de que el poder de Estado no es omnipotente y que en última instancia deriva de la soberanía del pueblo, tanto Arendt como Gatell reflexionan cuán banal resulta enjuiciar a hombres de instituciones sin aludir el orden legal que las sostiene. El asesinato reputacional o “character assassination” como forma espuria de hacer política, nos dice Arendt, es que “todos estos clichés tienen en común que hacen superficial al juicio y que decirlos es libre de todo riesgo.”

¿Qué decían sobre Gatell?

“¿Viste las fotos donde salió sin cubrebocas en el parque o en el avión? ¿Ya lo viste dándole un beso a su pareja en la mesa de un restaurante? ¡En diciembre se fue de vacaciones a la playa!”

Paradójicamente, el mal en su expresión más banal, más superficial y más ridícula es un asunto serio, profundo y sustancial porque exhibe cuánta deshumanización hay en quien deshumaniza a los demás. Acaso este hallazgo hecho en la obra periodística de Arendt, que no está presente en su ambiciosa obra teórica, es vislumbrar la inercia histórica de grave decadencia política y moral cuando un grupo más o menos grande de personas comienza a alejarse de la realidad.

En ese sentido, su retrato de Eichmann es terrible: “Era él una hoja atrapada en el remolino del tiempo.” ¿Cuántas y cuántos hay así entre nosotros, que gastan su tiempo, los días y las horas asesinando moralmente?

* Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura estadounidense por la Universidad de Exeter.

Bibliografía:

Arendt, Hannah (2006) Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil, Penguin: Nueva York.