Argumentos para desmontar los alegatos contra la reforma eléctrica

Leonardo Meza Jara

I.- Hay dos territorios en los cuales se ubican los debates sobre la reforma eléctrica. Uno de ellos es la economía política. El otro territorio es la ecología. Por un lado, los defensores de la privatización plantean argumentos económicos y políticos en contra del proyecto de reforma propuesto por López Obrador. Por otro lado, quienes aplaudieron el Pacto por México y la reforma energética privatizadora de Peña Nieto, plantean argumentos ecológicos. Se requiere entonces, analizar por separado los argumentos que la derecha ha planteado contra la reforma propuesta por el gobierno de López Obrador, y desmontarlos uno por uno.

Enseguida se plantean cinco argumentos que han sido abordados por los operadores del neoliberalismo en contra de la reforma que nacionaliza la producción y la distribución de la energía eléctrica. De estos cinco argumentos, los primeros cuatro son económicos y políticos, el quinto de ellos es planteado desde el plano de la ecología:

A] La pérdida de competitividad en el mercado de la energía eléctrica, que fue creado por la reforma de Peña Nieto y aún antes.

B] La baja de la inversión extranjera, que se conecta con la calificación crediticia de México emitida por instituciones como Standard & Poor´s, Fitch y Moody´s.

C] El rechazo a un modelo subsidiario de la energía eléctrica, que no tendría que ser costeado ni controlado por el Estado.

D] El retorno a un modelo de economía mixta que resulta anacrónico y que nos estaría llevando a un retroceso histórico.

E] La necesidad de mutar a un sistema de producción de energías limpias, que privilegie la energía solar y eólica, dejando a un lado los hidrocarburos.

En los apartados siguientes se desmontan los cinco argumentos aludidos.

II.- La competitividad es un mecanismo en el que los empresarios luchan a muerte para quedarse con las mayores ganancias del mercado. La filosofía de la competitividad ha impregnado nuestras vidas de una forma trágica. La serie “El juego del Calamar” que se ha convertido en una sensación reciente en Netflix, es una crítica a la filosofía competitiva del neoliberalismo. Los jugadores del Calamar están dispuestos a la muerte de los demás y de ellos mismos, en un juego cuya lógica es la supervivencia centrada en el dinero. Bajo la lógica neoliberal se compite para ganar dinero, para acumular riquezas, sin importar las vidas de los seres humanos.

La producción y la distribución de electricidad se convirtió en un negocio para obtener ganancias. De esta forma, la energía eléctrica dejó de ser un “servicio” prestado por el Estado y se convirtió en una “mercancía” que es negociable en un mercado dominado por la lógica del dinero. La “competitividad” es un mecanismo mercantilista, que concibe a la energía eléctrica y a cualquier otro objeto negociable, no como un “servicio” sino como una “mercancía” que se compra y se vende. Antes que ser más barata o más cara en el marco de la “competitividad”, la energía es un objeto negociable que se sujeta de las reglas del mercado.

Cuando un objeto como la energía eléctrica se convierte en una mercancía para ser vendida y comprada, tiene lugar un proceso de despolitización y deshumanización. Es aquí, que los “ciudadanos” se convierten en “consumidores”. Cuando la energía eléctrica deja de ser concebida como un “servicio” prestado por el Estado y se convierte en una “mercancía”, los mexicanos dejan de ser vistos como sujetos con derechos políticos y se pasan a ser meros consumidores, clientes que son carne de cañón para los empresarios neoliberales.

III.- Los beneficios que ha traído la inversión extranjera a México están llenos de paradojas. Uno de los ejemplos más significativos al respecto es la industria maquiladora del país. ¿Qué ha significado para millones de hombres y mujeres del norte de México, la vida atada a un régimen laboral y existencial como la maquiladora? ¿Qué ha significado para los pobladores de comunidades rurales e indígenas la llegada de compañías mineras extranjeras que se han instalado en Chihuahua y otros estados del país? Junto a los supuestos beneficios de la inversión extranjera (creación de empleos, dinamización y crecimiento de la economía) se hacen presentes efectos negativos, que suelen ser minusvalorados por los defensores del neoliberalismo.

La inversión extranjera es un mecanismo mediante el cual los empresarios e inversionistas hacen negocio fuera de sus países de origen. Los hidrocarburos y la energía eléctrica pueden ser un negocio bastante rentable para quienes han convertido a la inversión extranjera en un credo de la macroeconomía. Se trata de convertir a los recursos naturales de países como México en un negocio capitalizable para los extranjeros. Se trata de convertir a los seres humanos en sujetos explotables laboralmente por salarios de miseria. La inversión extranjera es un mecanismo de colonización mercantilista y laboral. Los países se pueden vender a los mejores postores extranjeros para saquear los recursos petroleros o mineros, para convertir al sector estratégico de la energía eléctrica en un negocio para beneficiar a unos cuantos.

Habría que preguntarse, ¿cuánto vale la patria? ¿Cuánto ofrecen los postores por el color verde de la bandera, o por el color blanco que puede ser una ganga que incluso lleva impresa el escudo nacional? ¿En México el sector estratégico de la energía se puede poner a la venta a los mejores postores extranjeros, para que sigan engordando sus carteras como lo han hecho durante las últimas décadas?

El colonialismo económico y político que está detrás el concepto de “inversión extranjera” es abusivo. Nuevamente, tratan de cambiarnos espejitos por oro. Con negocios abusivos los inversionistas extranjeros siguen saqueando el oro del país, mientras los intelectuales que defienden las privatizaciones del neoliberalismo ofrecen sus espejitos en el mercado de las ideas. Si la inversión extranjera es necesaria, habría que ponerle límites, habría que condicionarla. México no está a la venta, y los postores del neoliberalismo no son mecenas que vienen a salvar al país.

IV.- Se cita enseguida un alegato en contra de los subsidios, que fue tomado de la imaginación de un neoliberal irredento:

“No, la energía eléctrica no debe ser subsidiada por el Estado. El dinero de México debe ser usado para subsidiar a los empresarios, tal como se hizo durante los sexenios de Fox, Calderón y Peña Nieto. El gobierno debe condonarles los impuestos a los empresarios y de esa forma, subsidiarlos. Los empresarios son quienes merecen ser coronados con los subsidios del presupuesto público. Pero, ¿subsidiar a la energía eléctrica? Eso es una locura.

Un subsidio es un intervencionismo del Estado para generar justicia económica y justicia social. Pero la energía eléctrica no tiene por qué quedar sujeta de justicia alguna. La energía eléctrica es un negocio, y bastante rentable, por cierto. Hay que mercantilizar la energía eléctrica, hay que someterla a los circuitos neoliberales de la compra y la venta, para que los negocios y las ganancias se expandan. Que los subsidios se usen para otras cosas, o que se eliminen de plano. Un subsidio es un monstruo populista que va en contra de las reglas neoliberales el mercado. Y eso es inaceptable. Pongo sobre la mesa las consignas para que las rebanadas del dinero y el poder le sigan tocando en mayor parte a los empresarios: Negocio si, justicia no. Mercantilismo si, subsidios no…”

V.- Lo que los neoliberales pretenden es “volver al futuro”. Pretenden un triunfo absoluto, donde todo puede ser negociable en los circuitos de compraventa. ¿Cuál es la idea del progreso de los neoliberales? La economización de la vida entera. Todo debe quedar sujeto a la economía de la compra y la venta. Una hora de disfrute frente a un televisor puede ser comprable y vendible de dos formas: por los mecanismos de televisión de paga y por la energía eléctrica que hace funcionar al aparato. Aunque los ojos que miran el televisor y la respiración que fluye al momento, también pueden convertirse en negocio de una u otra forma.

En la era del neoliberalismo se vive una economización desmesurada de las formas de vida. El progreso neoliberal son un conjunto de mecanismos que mercantilizan la vida de forma bastante sofisticada. Se trata de capitalizar, de construir mecanismos de ganancia económica, en este caso sobre la energía eléctrica. Pero, ¿cuáles son los riesgos de la mercantilización de la energía eléctrica en México? ¿Qué puede pasar cuando el Estado ceda la rectoría del sector de la energía eléctrica al mercado, y pierda entonces el control de este territorio estratégico? ¿Cuáles son los límites que el Estado debe trazar en un sector estratégico como el de la energía eléctrica?

Con la reforma de Peña Nieto el Estado comenzó a perder la rectoría del sector energético. Con la voracidad que se construye bajo la lógica del mercantilismo neoliberal, el riesgo de la pérdida de la rectoría del sector energético por parte del Estado, es mayúsculo. Alguien que está dispuesto a rentar o vender la entrada y el pasillo su casa, puede disponerse enseguida a rentar las recámaras, la sala, los baños y hasta la cocina. Cuando la casa entera esté rentada o vendida en su interior, a la persona le quedará por habitar el patio y se convertirá en un indigente dentro de su propia casa.

El futuro prometedor y progresista de los neoliberales es un mecanismo de mercantilización que tiene la forma del saqueo y del desalojo. En esta parte, vale releer el cuento “Casa tomada” de Julio Cortazar. Lo que los neoliberales denominan un “retorno al pasado”, un “retroceso histórico”, es en el fondo una manera de cuidar nuestra casa y nuestra patria para evitar convertirnos en indigentes o extranjeros de nuestra propia tierra.

VI.- Vale la pena entrar al debate sobre la modificación del régimen de producción de energía. Desde luego que son necesarios cambios al respecto. El problema no es el qué, sino el cómo. Los empresarios que pretenden convertir en negocio la producción y la distribución de energía eléctrica, han tomado los argumentos ecologistas como una bandera política. Habría que preguntarse: ¿Qué tan ecologista puede ser un empresario que coloca en primer término los argumentos que defienden la mercantilización, y que pone en segundo término los argumentos en defensa del medio ambiente?

Hay un conjunto de argumentaciones en contra de la reforma eléctrica de López Obrador que están disfrazadas de ecologismo. Una parte de las luchas medioambientales se han convertido en el bastión y la artillería pesada de los defensores del neoliberalismo. Los tanques de guerra del neoliberalismo se desplazan a través de argumentaciones ecologistas.

Desde luego que hay que poner sobre la mesa las tesis de los ecologistas respecto a la reforma eléctrica. Pero hay que desnudar estas tesis de sus ropajes y sus mascaradas neoliberales. Son necesarias las energías limpias. Pero estas energías no deben convertirse en un territorio de ganancias y privilegios de los grandes negocios empresariales.