Apuntes para realizar análisis de coyuntura en conflictos específicos

Axel Meléndez

@axelmelendezm91

Las siguientes líneas, más que ser presentadas como un manual o una guía para realizar análisis de coyuntura, se sitúa en apuntes que invitan a la reflexión de esta a partir de múltiples momentos vividos en conflictos concretos. Este texto, entonces, se construyó a partir de recuperar la experiencia de poco más de 10 años de participación en el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior y en su disputa y negociación con autoridades universitarias de la UNAM, UAM, IPN, UPN, UACM, UAEM y con la propia Secretaría de Educación Pública, así como con algunos espacios del entonces Gobierno del Distrito Federal ahora Ciudad de México. Asimismo, recupera apuntes de algunos procesos de acompañamiento e intercambio con militantes de diferentes organizaciones sobre sus situaciones concretas. Por último, pero no menos importante, se sitúa en el aporte de diversos teóricos y teóricas que han apostado por analizar situaciones concretas en momentos concretos de movilización. Estas letras, está por demás decir, no son un manual aplicable para atender cualquier conflicto, se trata, en realidad, de compartir una experiencia para incentivar el diálogo, la crítica y la retroalimentación para el análisis de coyunturas específicas.

I

Un punto fundamental, pero que poco se atiende o se confunde, es la distinción entre lo coyuntural y lo orgánico. Si bien son dos niveles que se tocan, cada uno tiene su particularidad. Por ejemplo, un movimiento puede tener demandas orgánicas o estructurales (como acabar con el capitalismo extractivista), pero se mueve en la disputa de una coyuntura que no logra tocar o fisurar lo estructural. Por otro lado, cuando las condiciones concretas marcan cuestiones orgánicas, puede acontecer casi todo, pero en una coyuntura no siempre puede pasar de todo. Cuando son situaciones orgánicas se puede conseguir, no por arte de magia, cambios estructurales de más largo aliento. Cuando las situaciones son coyunturales, en un momento concreto, con una fuerza concreta y con demandas de un sector concreto, se pueden conseguir, no por arte de magia, algunas conquistas sin que eso signifique una fisura profunda de lo estructural.

Lo anterior, está por demás decir, no resta importancia a las movilizaciones de cierto sector, organización o movimiento que buscan acabar con las causas estructurales de los problemas. Por el contrario, de lo que se trata es de distinguir los diferentes niveles de análisis que se articulan en un momento particular. Es decir, se trata de preguntarse cuáles son las determinaciones que subyacen de los conflictos y cómo estás, en lo concreto, se están articulando a partir de nuestras movilizaciones y así saber qué es posible o no es posible en un momento determinado.

Lo coyuntural podría situarse en aquellos momentos que, a partir de algunas circunstancias en específico, permiten la movilización y organización de un sector (o de amplios sectores) que pretenden disputar algún plano concreto de la realidad. Asimismo, lo coyuntural se puede transformar en estructural, no por espontaneísmo, sino por articulaciones concretas de múltiples determinaciones que se condensan en un momento particular y que permiten abrir horizontes de transformación más profundos. Esto nos lleva a una cuestión aledaña de suma importancia: no solo mirar la expresión de las contradicciones, sino entender qué subyace de esas contradicciones.

Cuando se habla de entender qué es lo que subyace de las contradicciones, me refiero a analizar no solo la expresión de la problemática, sino las causas de esta. Uno puede ver, por ejemplo, la exclusión de la educación superior como una problemática estructural que aqueja a nuestro país, pero si rascamos al fondo de la problemática podremos preguntarnos ¿qué causó dicha problemática? ¿a quién le conviene dicha problemática? ¿por qué las y los miles de excluidos no se organizan o reclaman su derecho a la educación? ¿cómo se ha configurado dicha problemática para hacer creer que es responsabilidad de cada cual su ingreso o no a la educación superior? etc. Entender, entonces, lo que subyace de las contradicciones, es dotarnos de herramientas para luchar por superarlas y, al mismo tiempo, implica reforzar nuestras capacidades para enfrentar a nuestro adversario.

Aunado a lo anterior, algo fundamental a analizar y que impacta en las luchas es lo siguiente: la distinción entre tiempo social y tiempo cronológico. El tiempo social se centra en aquellos momentos que, pese a que existe un tiempo cronológico, se expresa como condensación de determinaciones que permiten la posibilidad de construir y organizar un tipo de fuerza social a partir de mirar el estado de ánimo de la gente, la fuerza del contrincante, lo que está en disputa, la potencialidad del momento, los límites de lo que acontece, etc. Mirar el tiempo social permite analizar con mayor profundidad la capacidad concreta con la que contamos, la direccionalidad que se puede o no dar al proceso, etc. Un ejemplo de movilizaciones a partir de la condensación de determinaciones en el tiempo social podría ser las movilizaciones de las y los docentes mexicanos en contra de la mal llamada “reforma educativa” de Enrique Peña Nieto que, ante tal iniciativa gubernamental celebraron movilizaciones, paros laborales y estudiantiles, así como plantones en contra de dicha iniciativa gubernamental. Este conflicto expresa la condensación de determinaciones que se expresan en un tiempo social y que contempla: el avance del capitalismo neoliberal, la alianza del gobierno de EPN con sectores y fracciones del capital que, ante la iniciativa “educativa”, se fortalecen, etc., es decir, se condensaron múltiples factores que no respondían, necesariamente, a un calendario específico.

El tiempo cronológico, por su parte, es aquel momento en el que existen fechas establecidas y que, en algunas ocasiones, convocan a movilización en un momento concreto. Por ejemplo, el primero de mayo se celebra el día del trabajo, lo que desde hace décadas se conmemora con miles de trabajadores y trabajadoras marchando con consignas claras, pero después de la movilización de aquel día no continúan, por lo menos visiblemente, movilizados en las calles. El tiempo cronológico también se puede expresar, por ejemplo, en elecciones, cambios de directivos, etc., (que, en algunas ocasiones, puede aglutinar tanto tiempo social, como tiempo cronológico). Ahora bien, mirar solo desde el tiempo cronológico la lucha, no permite mirar las potencialidades que pueden existir para construir organización y puede llevar solo a movilizaciones en fechas específicas que, si no se miran las limitaciones y si no se triunfa en la lucha, se quedan en momentos anecdóticos. Esto no quiere decir que si el calendario establecido (cambio de funcionarios, elecciones, etc.) puede abrir procesos de disputa y movilización no hay que hacerlo, por el contrario, de lo que se trata es que ese análisis debe de contemplar el tiempo social.

En marco de lo anterior, conviene mencionar la confusión entre determinismo y determinación. Es común escuchar a organizaciones, movimientos, activistas o militantes de izquierda afirmar que “la comunidad o la población es apática”, “la población no se va a movilizar”, “no les interesa lo que está pasando”. Estas afirmaciones son deterministas, pues conciben que la realidad ya se encuentra dada y que no hay escapatoria a la misma. El asumir de manera determinista que la población está dada, invisibiliza la dominación en la que esta se encuentra inscrita. Asimismo, se ocultan las “situaciones límites”[1] que pueden generar grietas y fisuras para cambios más profundos. Determinismo, en pocas palabras, es la justificación a nuestra incapacidad de leer lo que acontece y de nuestra falta de elementos para convocar a organizarse.

Determinaciones, por tanto, es entender el porqué de las causas y saber el qué y cómo superarlas. Preguntarnos lo siguiente permite tratar de develar las determinaciones existentes y salir de la lógica determinista: ¿por qué la población no se moviliza? ¿qué se ha hecho o no se ha hecho para llegar a estas condiciones? ¿de qué forma estamos proponiendo una agenda diferente? ¿cuáles son nuestros métodos de acercamiento? ¿por qué ellos y ellas no van a nuestro paso en la disputa? El pensar en determinaciones permite, no solo entender las causas que subyacen, sino preparar un método de lucha que logre aglutinar bajo una misma bandera.

Asimismo, cuando pasamos del determinismo a tratar de entender las determinaciones, resulta fundamental comprender que la población es heterogénea. Habrá ocasiones en las cuales nos encontremos con personas con un alto grado de formación que, de manera “un poco sencilla”, se podrá discutir, por ejemplo, lo referente a la plusvalía. Pero en ciertas ocasiones, si nuestro interés radica en acercarnos a las poblaciones históricamente excluidas, bien valdría la pena entender la heterogeneidad de las experiencias de vida y partir de las mismas poder discutir las dominaciones que les cruzan. Así, lo más seguro, es que veremos que ellas y ellos poseen y construyen mucho más conocimiento del que uno puede creer en su visión sesgada. Es decir, para acercarnos a la población que queremos convencer de luchar, no podemos hacerlo desde un adoctrinamiento vertical del poder-saber. No podemos, en pocas palabras, utilizar métodos de derecha si nos decimos de izquierda. Por otro lado, no podemos negar los aprendizajes que se constituyen a partir de la lucha, pues si se potencializan, en esas primeras rupturas que se expresan, es donde se puede articular la formación y la práctica.

II

Lo anterior conlleva a mirar lo que se puede o no se puede hacer en un momento determinado, así como el entender que con la sola voluntad de querer cambiar las cosas no basta; hay que entender la realidad concreta en la que nos encontramos y nuestras propias capacidades con las que contamos en el presente.[2] El partir de esta afirmación, permitirá construir el método correcto de lucha para la disputa que queremos emprender, así como la consigna que nos permita convocar a la población que nos interesa, pues, si nuestro objetivo es conquistar una demanda en específico, tenemos que saber no solo las implicaciones de esta, tenemos que construir la capacidad de disputa para hacerlo.

Por ejemplo, un movimiento que se ha planteado la lucha en contra del cierre de una ciclovía en la CDMX a causa de un proyecto inmobiliario y que su consigna es “abajo el capitalismo de las inmobiliarias que destruyen la naturaleza en la que rodamos”, muy probablemente no capte la atención de toda la población ciclista, pues la demanda puede no corresponde al estado de ánimo y conciencia de las y los sujetos a los que se les pretende convocar. Esto implica situarse en un principio de realidad de lo que es posible y de lo que no en un momento concreto y con miras a entender las tensiones y potencialidades que pueden existir. En pocas palabras, si no “interpretamos al mundo” (lo que implica no solo entender lo que subyace de las contradicciones, sino el estado de ánimo de la población), no podremos “transformarlo”.  

Al mismo tiempo, lo anterior no quiere decir dejar a un lado el análisis, la lucha y la consigna contra el capital, de lo que se trata es de ver, hasta el momento y de lo que se ha afirmado, tres cosas fundamentales: la distinción entre lo orgánico y lo coyuntural, el estado de ánimo de la población y la pertinencia de nuestra consigna ante la población que queremos acercar. Lo coyuntural se encuentra en la amenaza de cerrar la ciclovía para las personas a causa de la profundización de lo estructural por parte de la inmobiliaria. La consigna emprendida resulta lógica ante esta situación, pero será importante mirar si coincide con el sentido común y el estado de ánimo de la población a la que queremos acercar, de lo contrario, tendríamos que pensar qué es lo que podría acercar a las personas a nuestra lucha, sin que eso signifique perder de vista la intención de luchar por aquello más estructural. Asimismo, ante la coyuntura que se abre por nuestra disputa, tendríamos que revisar nuestras demandas que intentan convocar a la población y a qué población queremos convocar: queremos convocar solo a las y los ciclistas ¿qué demanda e información podría ocuparse? Queremos convocar, también, a los colonos que existen alrededor de donde se realizará el proyecto inmobiliario ¿qué demandas e información nos sería útil?, ahora bien, a cualquiera de esas dos poblaciones que son heterogéneas y entendiendo que cada una sería afectada de manera distinta, ¿sería pertinente convocarlos a luchar contra el capital inmobiliario o sería más útil, por ejemplo, convocar a las y los ciclistas por el derecho a la movilidad y a las y los colonos en contra del despojo de su agua que iría a parar para abastecer el proyecto inmobiliario que se va a construir? Desde mi punto de vista, el convocar a las y los colonos por el derecho al agua y a las y los ciclistas por el derecho a la movilidad, no exime, en ninguna medida, luchar de manera conjunta contra el gran capital inmobiliario, pero tenemos la responsabilidad, una vez convocados y convocadas y a lo largo de la lucha, problematizar, no con métodos doctrinarios, lo que subyace de la contradicción existente. Asimismo, debemos de construir la capacidad de aglutinar, en este ejemplo hipotético que menciono, a partir de la heterogeneidad de las demandas, sin subordinar unas por otras.  

Ahora bien, hasta el momento he mencionado una serie de afirmaciones que, en lo concreto, podrían expresarse de la siguiente forma: para disputar algo, primero, hay que construir otro algo con capacidad de disputa. ¿Pero qué pasa cuando ya nos encontramos en la efervescencia de la disputa? Lo primero que es necesario entender es la especificidad de mi lucha y sus alcances. Es decir, qué es lo que estoy disputando y hasta dónde alcanza con la fuerza que actualmente tengo para conseguir aquello que me planteo. Si mi demanda es la democratización de alguna institución, más allá de la justa consigna, ¿esa demanda es posible en este momento o no? ¿para qué me sirve emprender esa demanda en un momento particular? ¿se tiene la fuerza para conquistar la demanda? ¿qué puedo hacer para conquistar esa demanda? Estas preguntas y afirmaciones no tienen la intención de abandonar las luchas que pueden desembocar en algo orgánico, por el contrario, la apuesta es mirar en qué momento nos encontramos y el cómo podemos ir golpeando a nuestro enemigo poco a poco para que, a la par, podamos construir la fuerza capaz de conquistar aquello que nos planteamos. El definir lo que quiero disputar implica, necesariamente, entender que existe un contrincante ante aquello que se está disputando y que, en la mayoría de las veces, tiene una fuerza y capacidad mayor que la nuestra (personal, medios de comunicación, legitimidad, etc.). Es decir, en los análisis concretos no solo hay que mirar el ombligo de uno mismo, hay que ver la fuerza y debilidad de ambos actores que se encuentran en disputa.

III

El definir el objeto en disputa nos permite reconocer a nuestro adversario y su capacidad. Es lógico que nuestro adversario, las más de las veces, tiene múltiples capacidades en comparación con las que podemos contar nosotros y nosotras. Entonces, lo primero que es necesario señalar es que en la correlación de fuerzas existen múltiples dimensiones. Para ejemplificar esto, se puede decir que las votaciones en elecciones son un tipo de fuerza, pero la movilización es otra expresión de una fuerza, asimismo, no es lo mismo una movilización cualquiera que una movilización organizada. En ciertos momentos, por ejemplo, se puede tener una fuerza favorable en los medios de comunicación, pero ante las fuerzas armadas nuestra capacidad puede ser desfavorable. Así, la correlación de fuerzas tiene particularidades y es necesario develar cómo estamos ante ellas en el conflicto que estamos disputando, solo así podemos construir momentos favorables para nuestra lucha. Asimismo, es necesario entender que dicha correlación no es estática, por el contrario, tanto nuestro adversario, como lo que se haga desde el movimiento u organización, influirá en su modificación. Por ejemplo, ahora es muy común decir y creer que es suficiente tener presencia en medios de comunicación para disputar cosas orgánicas, pero ¿esa fuerza favorable nos permitirá disputar algo en lo concreto sin una movilización organizada que aproveche esa fuerza? O, por el contrario, cuando se está construyendo un diálogo con autoridades para atender una demanda en específico, ¿basta con el diálogo o es mejor tener una fuerza organizada y una presencia significativa en los medios?

Asimismo, no hay que perder de vista que, cuando nuestra fuerza avanza, también nuestro adversario hará todo lo posible para modificar la correlación a su favor: puede incidir ante la opinión pública, pueden utilizar la represión, campañas de desprestigio, etc., En pocas palabras, la correlación no es estática y tiene múltiples dimensiones, pero el tratar de analizarlas con claridad nos puede ayudar a plantear (o replantear) nuestro método de lucha.

El análisis de la correlación, entonces, implica entender cuáles son nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles que tenemos que reforzar, pero, al mismo tiempo, implica tratar de entender cuáles son los puntos fuertes y los puntos débiles de nuestro adversario para que nuestro golpe sea más certero. Si, por ejemplo, uno de los puntos fuertes de nuestro adversario es la legitimidad que tiene ante cierta población ¿tiene caso golpearlo por ahí? O, por otro lado, si su punto débil se encuentra alrededor del poco entendimiento y trato al conflictivo (rayando en la torpeza) ante ciertos sectores ¿no valdría la pena golpearlo por ahí para incidir ante la opinión pública y así golpear en su legitimidad? Siguiendo con el ejemplo del proyecto inmobiliario, si nuestro adversario tiene legitimidad ante los colonos porque la iniciativa traerá cientos de trabajos ¿vale la pena pegarle ahí? O bien ¿cómo podemos pegarle ante esa legitimidad que construyó?, ¿no valdría la pena, mejor, direccionar esa legitimad que construyó a partir de la oferta laboral o a cuestiones más concretas como la posible falta de agua?

Esto nos lleva a una segunda cuestión aledaña: la necesidad de entender quiénes, cuándo y dónde son nuestros aliados. Los aliados no son, por insistir en algo que está dicho desde hace mucho, una alianza que se encuentre presente en todo momento. Los aliados son aquellos que, en cierto momento, activan, en mayor o menor medida, su capacidad organizativa para que se pueda conseguir un fin en específico. Ese fin puede ser común, pero también tiene múltiples matices dependiendo de los actores involucrados. Así, si nuestro adversario cuenta con la correlación de fuerzas favorable en múltiples dimensiones, nuestros actores aliados pueden aportar a la modificación para que la correlación se encuentre a nuestro favor. Pero para que una alianza (o múltiples alianzas comiencen a operar) es necesario mirar si existe un elemento articulador que aglutine a múltiples sectores y fuerzas, así como el entender que desde nuestras organizaciones no decidimos el cómo van a operar sus fuerzas (ni con qué capacidad) nuestros aliados.

IV

Ahora bien, algunas luchas no aceptan el retroceder un poco para replantear la táctica y estrategia empleada, pues esto lo ven como una derrota definitiva. Pero ¿qué pasa cuando hemos perdido ante nuestro adversario porque en la disputa la correlación de fuerzas fue completamente favorable para nuestro contrincante? La respuesta no es sencilla, pero en el mejor de los casos queda un núcleo, herencia de esa lucha, que puede germinar de la experiencia para disputar algo en el futuro. En el peor de los escenarios puede existir la pérdida total de todo aquello que se construyó, lo cual obliga a preguntarnos ¿cómo no salir, públicamente del conflicto, “tan derrotado”? y esto no quiere decir perder la capacidad de autocrítica, ni mucho menos mirar lo que se hizo o no se hizo para llegar a esas condiciones, por el contrario, implica conjuntar estos elementos para que, mirando el ánimo de nuestros compañeros y compañeras, marquemos el inicio de una nueva etapa de resistencia que pase en un futuro a la acción. Y esto no es menor, pues habrá quien diga que la lucha siempre tiene que aspirar a la victoria (cosa en la que estoy de acuerdo), pero ¿qué pasa cuando el análisis concreto de la situación concreta nos arroja otros resultados a los esperados? Así, ese análisis concreto de lo que aconteció tiene que obligarnos a repensar y replantear nuestras estrategias de lucha. Es necesario mirar nuestros puntos fuertes y nuestros puntos débiles, así como mirar al adversario tal y como es en plena disputa y cuando aparentemente no hay disputa. Cuando hemos perdido en la batalla, lo mejor será pensar qué es lo que nos queda dentro de esa derrota y, al mismo tiempo, pensar, por lo menos discursivamente, qué es lo que nos permitiría emprender otro momento de la lucha.

Por otro lado ¿qué pasa cuando hemos triunfado en nuestra lucha? Lo primordial, en estos casos, es no creer que nuestro adversario esta derrotado o como se acostumbra a decir actualmente “moralmente derrotado”. Nuestro adversario se encuentra ahí, preparando su regreso e intentará hacerlo de múltiples formas. Un ejemplo esclarecedor, aunque se expresa en el campo de lo electoral, pero bien podría aplicarse en otros espacios, son los dichos de Álvaro García Linera y de Rafael Correa. El primero afirmaba que “habían conquistado el poder” después de ganar las elecciones, como si hacerse del poder y terminar con el capitalismo, el heteropatriarcado y el colonialismo solo dependiera de ganar jornadas electorales y no de múltiples luchas y circunstancias. Claro, lo electoral expresa, como se mencionaba líneas arriba, una particular fuerza, pero el no tener claridad que existen múltiples dimensiones de la lucha y la correlación de fuerzas existentes nos puede conducir a la derrota. Correa, por su parte, afirmaba en su momento que “pensábamos que los cambios serían duraderos” después de que hubo un “retroceso” a las políticas públicas que emprendió su gobierno. Ambos casos obligan a reflexionar que, ante un tipo de victoria, sea cual sea ese terreno, no se puede subestimar a nuestros adversarios pues, aunque se encuentren en crisis o “moralmente derrotados”, una crisis, como cualquier crisis médica, implica que algo puede morir o puede fortalecerse para vivir.

Las anteriores afirmaciones, entonces, implican que, así como nosotros y nosotras aprendemos de las coyunturas y de las disputas, nuestros adversarios también hacen lo mismo. No por nada cabe recordar la afirmación de Lenin, en un texto escrito a finales de julio de 1917 y a raíz del proceso revolucionario que dio paso a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, “la revolución enseña a todas las clases con rapidez y una profundidad que no se dan nunca en épocas normales y pacíficas. Y los capitalistas, mejor organizados, más expertos en materia de lucha de clases y de política, fueron quienes aprendieron con mayor rapidez”.

En pocas palabras, sea cual sea el escenario de la derrota o la victoria, es necesario no perder la mirada autocrítica y pensar que las cosas ya se encuentran dadas para el resto de la historia. Una victoria no significa el fin de un proceso, sino el inicio de este. Una derrota no significa la pérdida total de algo, significa el replanteamiento de nuestras luchas. La victoria o la derrota, implica entender los aprendizajes que hemos adquirido, pero también implica entender que nuestro adversario aprende en todo momento y que está dispuesto a derrotarnos.

V

Dicho todo lo anterior, valdría la pena resumir las afirmaciones dichas hasta el momento. Primero, es necesario entender que en un conflicto subyacen por lo menos dos actores que se encuentran en disputa, asimismo, es necesario entender si nos encontramos ante un momento coyuntural u orgánico. Segundo, existe una correlación de fuerzas entre los actores en disputa, misma correlación, la mayoría de las veces, se encuentra favorable para nuestro adversario, sin embargo, al hablar de correlación de fuerzas se tiene que entender que existen múltiples dimensiones que entran en juego por lo que estás no son estáticas en todo momento, asimismo, nuestras alianzas pueden ayudar a modificar la correlación de fuerzas a nuestro favor. Tercero, es necesario comprender lo que subyace de las contradicciones que dan origen a las problemáticas, pues en dicho análisis se podrán construir herramientas, no solo para entender lo que acontece, sino para poder convocar a la población a movilizarse. Cuarto, es necesario leer y comprender que la población es heterogénea, lo que implica analizar el estado de ánimo de dichas poblaciones para construir las demandas y la información necesaria para convocarlos a movilizarse. Quinto, la pertinencia de nuestra demanda debe de corresponder con la lectura de los puntos anteriores, lo que no significa dejar de luchar contra las causas más estructurales que aquejan a la población, por el contrario, implica colocar dichas causas estructurales desde la experiencia de las personas. Sexto, el conquistar la victoria o resultar derrotados, aunque cada uno con sus particularidades, no debe de desdibujar que, por un lado, nuestro adversario, al igual (o más) que nosotros y nosotras, aprende de la lucha emprendida y, en segundo momento, nuestra lucha no finaliza por la victoria o la derrota de la lucha.

Para ejemplificar lo anterior, regresemos a lo dicho de la lucha contra el capital inmobiliario. Primero, es necesario entender que, en la disputa contra el megaproyecto, mi organización no es la única que tiene intereses, pues existe el interés del capital inmobiliario y, al mismo tiempo, el interés y alianza del gobierno con este sector y fracción del capital, es decir, en el conflicto, por lo menos en este ejemplo, hay tres actores en disputa (de los cuales dos tienen una alianza). Segundo, al ser ellos el capital inmobiliario y el gobierno, tienen mayor capacidad de fuerzas en múltiples dimensiones como: medios de comunicación, dinero, fuerzas armadas, propaganda, etc. Al analizar su fuerza, es necesario comprender la fuerza con la que contamos nosotros y nosotras para disputar lo que queremos conquistar, asimismo, una vez analizada nuestra fuerza, podemos echar mano de nuestras alianzas para que nuestra capacidad sea mayor (entendiendo que las alianzas puede que no estén presentes en todo momento de la lucha y entendiendo que nosotros no controlamos su agenda). Tercero, es necesario comprender lo que subyace del proyecto inmobiliario y cómo este se presenta a la opinión pública, es decir, es necesario analizar lo que está en juego en tanto desplazamiento forzado por la posible gentrificación, la apropiación de recursos como el agua, así como las falsas promesas que se presentan a la población que colinda alrededor de la zona en la que se elaborará el megaproyecto, pues al entender esto podemos tener herramientas que nos permitan convocar y dar un golpe certero a nuestro contrincante (por ejemplo, el entender que el tema del agua no se habla con claridad y que afectará a las y los colonos, puede ser una herramienta de información, análisis y convocatoria frente a la supuesta oferta de trabajo que promete el gran capital). Cuarto, es necesario comprender el estado de ánimo de la población, pues si están esperanzados con el megaproyecto porque este traerá trabajo, esto puede jugar en contra de nuestra convocatoria, por lo que se hace imprescindible acercarse a conocer su estado de ánimo y, no desde el poder-saber, ni del adoctrinamiento, conversar para saber por dónde se puede trabajar y convencer. Quinto, asimismo, el estado de ánimo, así como el análisis de lo anterior, nos va a permitir construir una demanda unificada que pueda convocar a la movilización contra el megaproyecto, dicha demanda tiene que responder al momento concreto y al grado de conciencia y de lucha en el que se encuentra. Sexto, al entender que existe una correlación de fuerzas y una disputa por algo en específico, es necesario tener presente, en todo momento, que tanto el capital inmobiliario, así como el gobierno, están aprendiendo de la lucha contra nosotros y, en caso de resultar victoriosos, nuestros adversarios no se quedarán cruzados de brazos.

En síntesis, lo expuesto en estas pocas líneas no son un manual para toda la lucha, ni intentan ser la verdad absoluta sobre el análisis de coyuntura en momentos específicos de la lucha. Tampoco pretender ser una guía a seguir jerárquicamente a partir de los puntos mencionados, por el contrario, que se enuncien en un orden en específico es solo por motivos de exposición, pero la tarea es entender que todos estos puntos están entrelazados y que existe una necesidad de su análisis permanente en todo momento.

La lucha en coyunturas en específico es importante, pero no son las únicas. Al igual que muchas y muchos, considero que, hasta no acabar con este sistema heteropatriarcal, capitalista y colonialista, vamos a poder vivir en una sociedad con menos desigualdades, pero, por lo pronto y mientras construimos un tiempo social y una correlación de fuerzas para acabar con las causas estructurales, es necesario tener algunas coordenadas que nos permitan enfrentar las coyunturas que nos afectan, despojan y nos matan.  

[1] Paulo Freire menciona en su libro Pedagogía de la esperanza, que existen situaciones límite que marcan lo que es posible o no es posible dentro de una situación concreta, así como la posibilidad de tomar conciencia de aquello que parece que determina para generar rupturas y disputas.

[2] Marx, en su onceava tesis sobre Feuerbach menciona que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transfórmalo”, interpretación que, desde mi punto de vista, miles de marxistas han leído erróneamente al poner por encima la práctica de la teoría. Marx no está negando el estudio y la interpretación del mundo, lo que nos dice es que no basta con eso, hay que agregarle el componente “trasformador”, es decir, hay que unir teoría y práctica si queremos transformar al mundo.