Aproximaciones al neofascismo en Ucrania

Jonatan Romero

La segunda guerra mundial fue el desenlace de la crisis de sobreacumulación más grande de la historia universal, ya que, las potencias destruyeron cínicamente el capital ocioso a nivel planetario. La barbarie capitalista nunca ha tenido un episodio así de lamentable. Muy a pesar de la modernidad americana, el conflicto bélico fue ganado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) cuando el ejército de Stalin abatió al de Hitler en pleno invierno en Stalingrado.

Después de 1943, los soviéticos avanzaron de manera vertiginosa y no existía país europeo que contuviera la fuerza militar de esta potencia. Estados Unidos inició una serie de negociaciones para convertirse en el contrapeso regional. Muy a pesar del imperialismo británico, el patrón oro – dólar se convirtió en la ofrenda que pagaron los aliados por la ayuda militar de la modernidad americana.

Los acuerdos de paz se sintetizaron en tres grandes pilares: Plan Yalta, Plan Marshall y los acuerdos de Bretton Woods. En general, la fase monopólica del capitalismo tuvo como precedente, por un lado, el mundo se sometió a un orden bipolar, y, por el otro, la mitad del planeta lidió con el patrón oro – dólar. Aquí vale la pena considerar la base material de este proyecto, ya que, ninguna potencia tenía la capacidad de dictar la agenda capitalista mundial y Estados Unidos debía reconstruir una Europa destruida por la guerra.

Alemania y Japón quedaron sometidos a la lógica del patrón oro-dólar, si bien, su reconstrucción no se detuvo en lo más mínimo y se consolidaron como países emergentes y luego como potencias en tiempo récord, el costó fue la soberanía financiera de la región, y, así la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) fue el brazo armado de la modernidad americana.

De 1944 a 1970, los Estados Unidos dominaron el sistema monetario occidental, el cual dio al dólar la hegemonía de las transacciones, y, por supuesto, el financiamiento estratégico tanto de Alemania como de Japón y después Corea del Sur. El objetivo central era contener la expansión de la potencia emergente llamada URSS y de esta manera consolidar su hegemonía a nivel planetario.

La trayectoria keynesiana no era otra cosa que la consolidación de la oligarquía financiera americana. El imperialismo americano reafirmó su hegemonía económica y militar gracias al patrón monetario oro-dólar, el cual financió a múltiples firmas europeas y asiáticas. Los famosos “milagros”, como expresión de la ideología burguesa, sólo ocultaron las relaciones sociales específicas de producción, en este caso, se oscureció la injerencia directa de los Estados Unidos en otros países (Tanto económica como militar).

Los acuerdos de Breton Woods y la OTAN desplegaron empresas tanto financieras como bélicas a lo largo y ancho de su zona de influencia, pero, en todo caso, estas estaban bajo la lógica productiva, es decir, la tasa de ganancia industrial gobernó a la forma que adopta el capital bancario: tasa de interés. Bajo esta lógica, la modernidad americana administró la ley del valor que se valoriza, pero la trayectoria civilizatoria estuvo dentro de los márgenes del capital industrial.

La crisis de la tasa de ganancia hizo su aparición una vez más en 1970, cuando se desplegó una triple amenaza: 1) la deuda creció rápidamente durante esa época, 2) los precios del petróleo crecieron dramáticamente gracias al conflicto entre el estado de Israel contra el árabe, y, 3) el patrón oro – dólar no tenía el respaldo social frente a los dueños del dinero en occidente.

Ahora, David Harvey acuñó un término muy interesante para describir la neutralización de la crisis de los 70’s. La caída de la tasa de ganancia exige en todo caso una solución espacio temporal, en otras palabras, los capitales excedentes deben salir de la metrópoli y fijarse en los países periféricos. Las plantas productivas se salieron de sus matrices centrales y, terminaron, en países extranjeros, donde prevalecían costos muy bajos tanto en fuerza de trabajo como de materias primas.

Aquí vale la pena detenerse un momento y describir la manera explícita de este nuevo mecanismo. El excedente de capital sale de la matriz central y se fija en los lugares periféricos. La solución espacio temporal exige de alguna manera un dispositivo económico, ya que, el dinero adelantado debe pasar por ciertos espacios y, en este proceso, aparece una función del dinero un poco olvidada, pero es bastante importante: la deuda. El equivalente general debe desatarse de su base metálica para poder recorrer los ciclos de manera cada vez más rápidas.

En ese sentido, la crisis del capital necesitó acelerar los ciclos del capital en el planeta, ya que, la tasa de ganancia puso en peligro la existencia de la sociedad burguesa. El patrón dólar se despojó de su atadura material y terminó acuñando la forma de la escolástica: la fe. El dinero se adelantaba de manera agresiva en todo el mundo para explotar de manera más agresiva la clase trabajadora y así poder interceptar cantidades más grandes de ganancias, las cuales terminaron en las manos de las oligarquías financieras y los terratenientes.

El nuevo imperialismo, como lo denominó Harvey, incentivó al dólar como la moneda internacional, y, además, desconectó su base real con fundamento en el oro. Así, las inversiones transitan de manera más rápida, ya que, terminaron movilizando cantidades exageradamente grandes de capital excedente. Lo anterior generó, por un lado, una dependencia extrema por las firmas americanas, y, por el otro, una especulación muy elevada.

Parafraseando a Lenin y Marx, la exportación de capital incentiva al capital ficticio. El nuevo imperialismo es la comprobación más amplia de la anterior tesis, ya que, el siglo XXI incrementó tanto el movimiento molecular del capital como la especulación. De 1980 a 2001, la tasa de ganancia incrementó de manera interesante, porque, en realidad, el aumento estaba sostenido por la usura bancaria. La modernidad capitalista fundamentó toda su narrativa del fin de la historia en la ilusión financiera y, más temprano que tarde, las leyes del materialismo histórico dieron por finalizado esa fantasía.

La modernidad americana instaló una doble jaula, ya que, primero, la deuda se aceleró a partir de 1970, y, además, después de la caída del muro de Berlín, la OTAN se expandió sobre el antiguo orden soviético que cayó curiosamente en 1991. Capital ficticio y guerra se convirtió en la bandera por excelencia del nuevo imperialismo. De 1990 a 2012, Estados Unidos invirtió sumas cuantiosas en cercar a Rusia y la OTAN llegó hasta la zona fronteriza. Hasta 2008, las intervenciones militares fueron de alguna manera exitosas para la potencia mundial, puesto que, obtuvieron, de 2001 a 2008, a Iraq y Afganistán. No solo controlaron la expansión rusa en occidente, sino también se acercaban peligrosamente a la zona oriental de Rusia y atacaban a la India y China.

La crisis de 2008 fue un hito histórico, porque, en primer lugar, demostró las debilidades estructurales del capitalismo mundial, y, en segundo lugar, evidenció la debilidad económica y política de Estados Unidos. En ese sentido, China apareció bajo la forma de potencia emergente y el mundo unipolar encontró su primer obstáculo. El hegemón no lo sabía en ese momento, pero, en los siguientes años, Rusia y China confrontaron directamente las intenciones intervencionistas de la modernidad americana.

Estados Unidos fiel a su compromiso imperialista desde 2001 inició campañas de intervención militar en el medio oriente. En 2011, Barak Obama presento una propuesta para pacificar el estado de Siria bajo dos pretextos: 1) derrocar el gobierno “autoritario” de Basar al – Ásad y 2) desmantelar laboratorios de armas biológicas y químicas en el país. El imperialismo americano necesitaba de la guerra de expansión derivado de la gran crisis financiera.

No es de extrañar la posición de Estados Unidos frente a la crisis económica, ya que, la guerra emerge como una solución recurrente en la civilización burguesa. Aquí la cuestión fue no la intención de invadir Siria, sino, y más bien, que el proyecto no avanzó de la manera esperada. Ante la emergencia, Rusia se manifestó como el mediador y Vladimir Putín hizo una política diplomática muy interesante, ya que, en 2011, se reunió varias veces con el presidente de Estados Unidos para llegar a un acuerdo sobre el país en cuestión, y en 2013, frenó cualquier intento de intervenir en Siria en la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Putín, no contento con detener las aspiraciones imperialistas de Barak Obama, también anexo Crimea  a Rusia en 2014, lo cual significó el inició de un nuevo orden regional. Cabe señalar lo siguiente, Rusia es una potencia regional sin Ucrania, pero con ella se convertirá en una potencia mundial. La derecha mundial lo sabe muy bien y, por eso mismo, implementó una intervención indirecta con el financiamiento de grupos pronazis en Ucrania. Ahora, con la llegada Petro Poroshenko y después Volidmir Zelenzky cambiaron las cosas en la región.

La OTAN desplegó una ofensiva rapaz en Europa hasta conseguir anexar a varios países de la ex – unión soviética. El último bastión era Ucrania y Estados Unidos ha metido mucho dinero para consolidar a ese país como un aliado del imperialismo. Hoy se sabe que en los países vecinos de Rusia existen bases militares, escudos antimisiles y laboratorios de armas químicas. Todo indica en estos momentos que la OTAN se preparaba cínicamente para una invasión de la zona rusa. Sin lugar a duda, la operación parecía un éxito, pero Putin se enteró de todo esto gracias a la relación diplomática con Donald Trump.

De 2014 a 2021, Rusia mantuvo relaciones diplomáticas con la ONU sobre la masacre de rusos en la región del Donbas. Los reclamos no hicieron caso sobre esa organización de criminales que se afirman defensores de la Paz y, Putín tuvo que decidir por una guerra defensiva. La escalada del conflicto, entonces, tiene dos premisas muy claras, por un lado, se debe entender que es producto de la crisis civilizatoria del capital, y, por otro lado, se debe dejar claro que la guerra es un mecanismo de solución espacio temporal de la sociedad burguesa.

Ahora, dicho lo anterior falta expresar la conclusión sobre el conflicto en Ucrania, ya que, en realidad, no se puede reducir a un choque entre dos formas de imperialismos, uno ruso y otro americano, más bien, se circunscribe en la llamada crisis de sobreacumulación de capital que se expresa en el capital ficticio y tiene su desenlace en los movimientos moleculares del capital. Estados Unidos necesita expandir su dominio para darle salida a su capital excedente (diría Harvey) u ocioso (o como lo calificó Marx). Las intervenciones humanitarias y militares no son otra cosa que fachadas y esconden la misma exportación de capital.

Estados Unidos pretende controlar tres áreas geográficas muy importantes en el sistema mundo burgués, 1) la zona eslava, 2) la zona árabe y 3) el índico. En primer lugar, la intervención en Irak y Afganistán son el resultado de controlar medio oriente, en segundo lugar, los bombardeos en Somalia y la intención de intervenir en Siria tienen su origen en dominar el índico, y, en tercer lugar, Ucrania adquiere relevancia por la zona eslava o el área vital rusa. Aquí, la cuestión es que el patrón dólar tocó con pared.

El patrón dólar se diferencia de su antiguo modelo en que el segundo colocaba al dinero como mercancía y, por eso mismo, debía estar regido por el oro, mientras que el primero sostiene al dinero como deuda y su respaldo se deposita en la fe que el dinero prestado regresará integro junto con una ganancia bancaria en forma de tasa de interés. La cuestión central es la siguiente, el capitalismo necesita acelerar la movilidad de las inversiones, pero esto no se puede hacer bajo el orden monetario metálico y necesita de un orden financiero.

El patrón dólar soluciona la crisis burguesa, puesto que flexibiliza tanto la producción como el consumo de mercancías, pero queda aprisionado a las garras de la especulación burguesa. El capital ficticio despertó de su largo sueño y, ahora, reina en todo el mundo. El problema central está en la burbuja bancaria que aparentó resolver la crisis de sobreacumulación de capital en los 70´s y, en realidad, los índices bursátiles solo manifestaban una embriaguez de dinero sin sustento en la esfera productiva. El dinero deuda jamás logró impulsar la rentabilidad y debilitó a la misma sociedad burguesa poniéndola a merced del colapso.

El patrón dólar necesita también de una expansión territorial mas agresiva, es decir, las inversiones deben encontrar regiones aptas. En términos económicos significa que la propiedad privada debe ser fundamental en el régimen burgués, ya que sería la única forma de ponerle precio a algo que no tiene valor. Este proceso, en si mismo, carece de civilización y apuesta por campañas militares. La guerra incentiva el despojo y la centralización de las mejores tierras en pocas manos.

Ahora, cuando la naturaleza tiene precio y es blanco de inversiones estratégicas, entonces, el precio de la tierra debe aumentar a lo largo del tiempo en esa región, y, con ello, también el precio de las mercancías lo harían. Es decir, la inflación no es un fenómeno monetario, sino más bien responde a las necesidades específicas de la economía burguesa y en este caso al patrón dólar. De esta manera, otra respuesta a la caída de la tasa de ganancia es la renta del suelo, no sólo se especula con el dinero sino también con las propiedades de la naturaleza.

Finalmente, la guerra hasta aquí mantiene una trayectoria clásica, es decir, el imperialismo se expande y al mismo tiempo despoja a las comunidades originarias. Aquí el tema central está en que la guerra burguesa tiene otra expresión y se sostienen no en la destrucción creativa, sino más bien, se fundamenta en la destrucción de capital ocioso qué está apalancada en el fascismo. Hasta ahora, no hay indicios sobre este proceso, pero debido a la caída de la tasa de crecimiento de la economía de China y la India se podría esperar una nueva función de la guerra, es decir, de no superar el patrón dólar entonces es inevitable un enfrentamiento bélico a escala mundial.

Aquí, me gustaría anexar un último comentario corto. El patrón dólar empoderó a dos clases muy reaccionarias, por un lado, están los terratenientes, y por el otro, existen las oligarquías financieras. El fascismo necesita de estas fuerzas y procura antes de emerger como tal de una teoría económica previa que es el marginalismo o la escuela neoclásica. Es decir, el neoliberalismo incentivó en muchos sentidos la narrativa fascista, porque contiene tanto los ideales de los dueños de la tierra y del dinero que procura dar más dinero. Así es menester decir fuertemente, superar el patrón dólar también ayudaría a desarmar la narrativa neofascista que acecha a la humanidad.